ÁNGEL PÉREZ

La Fiesta de la democracia

Las multitudinarias marchas de protesta, del pasado jueves, son un motivo para soñar que un país mejor es posible. Quienes recorrieron las calles, de manera pacífica, armaron una fiesta para exigir que se cumplan derechos fundamentales, como que se respete la vida de los líderes sociales y de los adolescentes, así como más y mejor educación; o reivindicaciones políticas como no a la corrupción, entre otras.

Ángel Pérez, Ángel Pérez
25 de noviembre de 2019

Mientras no hubo violencia, las marchas fueron una fiesta de paz, de alegría y de lucha fraterna de miles de colombianos que se manifestaron contra el Gobierno nacional. En las marchas pasaban jóvenes y adultos cantando, también hubo presentaciones de grupos de música, danzas y teatro; otras personas trasportaban pancartas, algunas llenas de ironía: “¿De qué estamos hablando?”, otras con mucho dolor: el listado de los líderes sociales o de defensores de derechos humanos asesinados en los dos últimos años.

Además de los eslóganes, las arengas, los cánticos, de vez en cuando se producían pequeños piques o los jóvenes saltaban de manera entusiasta para evitar que decayera el ánimo. En la marcha todo fue fiesta, somos latinos, caribeños, andinos, del pacífico o de los llanos, o que se yo de dónde, pero siempre presente la alegría, sin olvidar que la marcha fue convocada como una expresión de participación ciudadana, de acuerdo con la libertad y las garantías constitucionales que permiten exigir y luchar por sus derechos o los de otros a través de la protesta social. 

En todo caso, debe quedar claro que la marcha no fue anárquica o de gente frustrada y difusa en sus peticiones, como algunos columnistas tratan de hacer entender para desviar la atención de los temas centrales que demandan las organizaciones convocantes.  Otra cosa es que la gente ame la alegría y la fiesta, aún en la protesta, a pesar de que otros tratan, como siempre, de recurrir a la violencia, la amenaza, la represión y el miedo, para desvirtuar la protesta legítima y democrática, así como sus demandas. 

El país cambió, eso se notó más en la fiesta de la democracia en la noche del jueves con el cacerolazo y las pequeñas marchas que se armaron en algunos barrios de las grandes ciudades, de manera especial en Bogotá. Esa noche salieron vecinos con lo que nunca se habla, comprendieron que no eran lejanos, que quieren el condominio, el barrio, la ciudad y el país, ellos descubrieron que, en el fondo, los une el interés de tener una mejor sociedad, por eso, quizás sin querer, encontraron más motivos para decirle al gobierno que está equivocado, que es necesario dialogar y dar un timonazo.

El Gobierno debe reconocer que, además de sus amigos más cercanos, hay un país inconforme, que ahora prefiere la fiesta de la democracia para protestar, lo que puede ser más complejo de atender, en contravía de la barbarie de la guerra y la confrontación, que era más sencillo de manejar. 

Esta marcha no tuvo como voceros ni a Petro, ni a Santos y menos es pro Farc; sus líderes y organizaciones son multivariados, así que ¡tranquilos! Tampoco los voceros de la marcha piden acabar con las instituciones o tumbar a Duque. 

En cambio, la protesta tiene un profundo origen democrático y ahora el país empieza a entender que la protesta pacífica, no la guerra o el miedo a participar, se convierte en una enorme posibilidad de defender y mejorar sus derechos, pero también para avanzar en la calidad de vida. No podemos olvidar que somos una sociedad donde subsisten enormes inequidades, más allá de lo que indica el Gini. 

¿Qué demanda la población de ese país, que el gobierno no quiere reconocer, y que para algunos columnistas es tan difuso y les cuesta comprender?, fácil: ese país demanda un gobierno más cercano y comprometido con recursos para atender problemas sociales urgentes, por ejemplo, disminuir las brechas con el sector rural, donde se requiere dar mayores oportunidades de educación a los jóvenes, mientras la cobertura en educación media en las zonas rurales sea cercana al 50% y no tengan oportunidades de educación superior, los jóvenes serán fácilmente captados por grupos al margen de la ley, ellos son la base para la ilegalidad, la violencia delincuencial y la guerra.

En la protesta también se pidió incrementar el sistema de pensión de prima media, pero no para beneficiar a los de mayores ingresos, o ¿no es inaudito que alguien se pensione en Colombia con más de 10 millones de pesos? mientras miles de adultos mayores no reciban un solo peso, porque siempre trabajaron en la informalidad o como trabajadores independientes y no cotizaron el tiempo requerido para acceder a la pensión.

Además, quienes convocaron a las marchas siempre exigieron que el gobierno nacional reconozca los resultados y los puntos de la consulta anticorrupción, por la que votaron 11.7 millones de ciudadanos y, por último, lo más importante, que requiere en extremo compromiso del gobierno, que no continúe el asesinato de los líderes sociales.

El gobierno no puede ser insensato en estos momentos, el apoyo del Centro Democrático no alcanza, no puede seguir gobernando para una minoría, que, si bien lo eligió, no hay por dónde seguir ofreciendo promesas como acabar las Farc, la mayoría de los guerrilleros están cumpliendo los acuerdos, lo acepta el propio gobierno; el expresidente Santos no existe para la política, por fortuna se retiró y la evidencia indica que él no entregó el país al castro-chavismo, ganó Duque. 

Señor presidente, el país pide más gobierno, diálogo y búsqueda de acuerdos, recuerde todo lo que prometió cuando era oposición, el problema es que las demandas de quienes marcharon no se resuelven con mano dura.