CLAUDIA VARELA

La experiencia Starbucks

Los usuarios hoy vivimos de experiencias. Valoramos cada momento de verdad que nos ofrece un servicio o producto que buscamos y necesitamos.

Claudia Varela, Claudia Varela
9 de diciembre de 2018

Poco a poco, incluso un consumidor difícil puede caer en las redes del amor por una marca solo por la afiliación hacia ella y por un buen momento de verdad.

Quisiera hoy sumergirme en uno de mis lugares favoritos, a través de una experiencia puntual, personal y de aprendizaje de estrategia: Starbucks.

Cuando esta marca llegó al país me sentí muy indignada de ver filas de ciudadanos que querían que los vieran tomando un café de marca internacional, yo sentía más afinidad por nuestro Juan Valdez y sentía algo de traición patria en esas filas. Creo que juré nunca entrar a Starbucks en Colombia.

Cuando pasó el boom de la selfie en la puerta de Starbucks reconsideré mi decisión inicial, ya que algo de alma hípster me dice que no me rija solo por las tendencias y la moda.

Un buen día decidí entrar. La experiencia se vive desde que entras. Las caras sonrientes, el ambiente diverso, la sirena en su logo que le da un toque místico a la imagen… me empecé a enamorar un poco. Me sentí en un lugar que no era ajeno a mí, aunque lo conocía ya en otras latitudes.

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Aunque el precio es bien alto comparado con otras opciones, Starbucks va más allá de un café y un brownie. Empecé a notar con el tiempo (debo confesar que en el último año sentí que era mi oficina y me sentí con más pertenencia que en la última que estuve antes de esta) que una de las cosas que más me gustaba era su consistencia.

Imagen impecable, espacios amplios, diversidad en su público, gente real trabajando en sus laptops, mesas compartidas… descubrí que la gente sonríe en la fila y hace su mejor esfuerzo por hacer que los mensajes de su vaso sean únicos.

El poder lo tienen los cajeros, la gente que te atiende que te regresa la buena vibra cuando en un capuccino te dicen que aman tu sonrisa, tu pelo, tu buena onda. Estar en Starbucks es conectarse con eso, con un mundo positivo, con un mensaje de que el universo se comparte así sea con una nota corta en un vaso de café.

Hoy es la compañía de café más grande del mundo. Tiene más de 24.000 locales en 70 países, su primer local fue abierto en Seattle en 1971 y a pesar de sus 47 años evoluciona para dar experiencias y cautivar a un público que paga más por el mismo café pero por la experiencia de vivir un momento diferente.

Hasta su nombre es pensado. El nombre de la compañía viene de Moby Dick, Starbuck, el primer oficial de la nave del Capitán Ahab. Un nombre con magia, no es cualquier nombre comercial.

Para mi Starbucks es un ejemplo de estrategia clara, de ‘targetización‘, de evolución con las generaciones, de crecimiento y consistencia.

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Hoy quiero hablarlo como usuaria porque siento que todo el personal de esta cadena me acompañó en un año de vida de independiente y millennial (aspiracional) soñadora. Me saludaban por mi nombre y hasta me preguntaban por qué no había vuelto.

Escribiendo este artículo que narra las experiencias, y que me hizo entender que la consistencia también va aplicada a los negocios, pensé que incluso dentro de un Starbucks me robaron dos veces. Pero siento que fue circunstancial y apelando a mi objetividad no podría desconocer que el mensaje total que me deja la marca es positivo lleno de buena energía que es la que debería regir el mundo.

Apoyo los buenos ejemplos de negocio, los que ofrecen momentos de verdad y experiencias que dan un toque de sentirnos únicos y especiales. Nadie me pagó por esto. Pido excusas si hago algunas imprecisiones en mi corta investigación como usuaria. Solo creo que las cosas buenas hay que compartirlas y la coherencia en la estrategia de Starbucks me hizo sentir parte de una comunidad de nueva gente que ama un café con mensajes positivos y sonríe en la fila de una caja, comparte una mesa y anda sin oficina real, pero hace camino en su vida, no se lo hacen.

Buenos ejemplos de liderazgo en negocios para implementar y pensar que hay que ser persistente y observar al mundo para evolucionar con él.

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