JULIANA SÁNCHEZ

La brecha del aprendizaje exponencial

Cuando se quiere desarrollar culturas de innovación, es mejor generar comunidades de práctica que empezar de cero una y otra vez.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
12 de junio de 2019

El mundo cambiante en el que vivimos exige el rápido desarrollo de nuevas habilidades que permitan afrontar los retos futuros, pero ¿qué tanto nuestro sistema educativo nos prepara para asumir ese futuro? No todas las personas aprenden de la misma manera, ni con la misma velocidad, por eso, no todos los sistemas ni metodologías aplican para todos. Aun así, la mayoría de las instituciones educativas continúan teniendo aulas tradicionales, e incluso docentes que llevan décadas con su material, sin actualizar siquiera una diapositiva.

¿Cómo permite esto navegar la incertidumbre actual? El problema está en que, si bien las instituciones son conscientes de esto, son pocas las que están dispuestas a tomar riesgos e ir en otra dirección. De hecho, puede que incluso en las aulas se enseñe sobre nuevas metodologías y sobre cómo asumir el futuro, pero como bien dice el dicho: en casa de herrero azadón de palo, por lo que se predica, pero no se aplica. ¿Cuántas universidades, por ejemplo, hablan de innovación y nunca han aplicado las metodologías a sus propios procesos?

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Lo anterior aplica también a las organizaciones, en donde me enfocaré particularmente en los procesos de desarrollo de culturas de innovación. ¿Hasta qué punto nuestros programas de entrenamiento corporativo promueven culturas enfocadas hacia la innovación? Nuevamente se predica mucho, pero se aplica poco, además, se hace demasiado énfasis en los procesos de generación de ideas y poco en la ejecución, pues todos quieren dedicarse a la parte divertida de pensar, pero pocos están dispuestos a remangarse las manos y untarse del proceso.

Debemos subir el status de la ejecución en la innovación, y empezar a crear programas de gestión de conocimiento que permitan aprender de experiencias pasadas. Es decir, que aquellos que ya han vivido el proceso deberían convertirse en mentores de los que apenas comienzan, al mejor estilo de Silicon Valley, y preocuparnos más por le impacto que se genera por encima de los indicadores que indagan por el número de personas que ha asistido a una capacitación. Los resultados se logran en el hacer, por eso el impacto generado en los procesos, las ventas, la retención de clientes, entre otros, debe primar sobre el número total de personas que han aportado ideas o que han asistido a los talleres.

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Así como se busca que la compañía crezca de manera exponencial, para permear una cultura con nuevas formas de hacer las cosas, se requiere de procesos que generen resultados exponenciales. Busquemos crear entonces más espacios de diálogo, aprender más de los fracasos, generalizar las buenas prácticas y aplicar la filosofía de la iteración a la maduración de los proyectos de innovación. Recuerde que es más efectivo hablar con quien ya lo ha hecho, que solo dedicarse a replicar las metodologías de un libro. Pues cuando esto se logra, se acortan los tiempos de implementación, y se aumenta la productividad y la efectividad de lo que se desarrolla. En otras palabras, el pionero ya ha abierto el camino para que otros puedan transitar con mayor facilidad, por eso no reinvente la rueda, sino que construya sobre lo que otros ya han trabajado.