JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

¿Qué es más importante, la innovación o la operación?

Cuando la innovación sataniza a la operación, alcanzar resultados se convierte en tarea de titanes

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
11 de julio de 2018

En un mundo altamente obsesionado con la innovación, es común ver que se sataniza la operación y las formas tradicionales de hacer las cosas debido a que no representan una diferenciación o al mismo tedio de hacer lo que siempre se ha hecho. Por tal motivo, no es extraño que se vean tensiones constantes entre los que se autodenominan innovadores y los que se dedican a la operación.

Así, los innovadores creen que la operación del negocio es de vieja data y que si se continúa de esta manera la organización pronto verá la quiebra, mientras que los de la operación podrían pensar que los que se dedican a innovar están un poco locos y por eso es mejor seguir haciendo lo que se tiene que hacer, pero, ¿quién está en lo cierto? La verdad, ninguno de los dos. Pues en tiempos cambiantes y altamente demandantes, el no innovar sí puede potencialmente llevar a una empresa a la quiebra, pero si no se continúa operando y sirviendo a los clientes, también se conduce a la quiebra. Por tanto, ambos aspectos se vuelven igual de prioritarios.

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No podemos olvidar que toda innovación conduce eventualmente a procesos de estandarización, pues se debe adoptar aquella novedad con el objetivo de fortalecer el negocio. Por tanto, toda innovación termina convirtiéndose en un eslabón más de la operación. Además, si esto no sucede, no podría ni siquiera llegar a hablarse de innovación, pues la adopción de los cambios que ésta propone requiere indiscutiblemente de la aceptación de la misma en un entorno específico, tema que sin tener una operación detallada y minuciosa jamás se podrá lograr. De hecho, como afirma Vijay Govindarajan, las organizaciones no están diseñadas para la innovación, sino para la eficiencia, y es por eso por lo que los modelos organizacionales de innovación deben alinearse con la naturaleza de la organización para ser efectivos.

En otras palabras, la innovación, requiere de un gran número de habilidades que nos permitan identificar oportunidades, encontrar nuevas ideas, y probar y validar esas ideas. Pero así mismo, requiere de un pensamiento flexible que nos permita movernos con facilidad en medio de la operación, de las limitantes y de las dificultades del negocio; pues en claro que en el proceso tendremos que dar muchas batallas, promover un cambio de mentalidad y ser visionarios para tomar riesgos en medio de lo desconocido. Pues aunque existan procesos de innovación que guían nuestro pensamiento y forma de actuar, dependiendo de la naturaleza del proyecto nos veremos obligados a pensar de maneras diferentes y a movernos en tiempos variables. Por eso, no podemos copiar y pegar un modelo ya usado, sino que debemos estar abiertos a rediseñar los procesos basado en la necesidad.

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Por tanto, la solución a la dicotomía entre la innovación y la operación, no se resuelve en una competencia de egos que resalta al más valioso, sino antes bien, construyendo puentes que permitan apalancar los procesos creativos de la innovación con la ejecución operativa que aterriza las ideas. Es simplemente un balance entre divergencia y convergencia; entre pensamiento creativo y pensamiento crítico.