OPINIÓN

Hasta la visita del papa la volvemos batalla

Que el papa latinoamericano encuentre una Colombia unida y una Colombia comprometida con erradicar para siempre la polarización y la intolerancia.

Víctor Hugo Malagón Basto, Víctor Hugo Malagón Basto
28 de julio de 2017

Los niveles de intolerancia y polarización en la vida cotidiana de los colombianos y particularmente en las redes sociales, están llegando a niveles insoportables. No me refiero sólo al muy sonado caso de agresiones en las redes sociales del humorista Daniel Samper Ospina y el expresidente Alvaro Uribe Vélez, más allá de ese caso me refiero a la agresividad con la que muchos compatriotas enfrentan la diferencia y el desacuerdo. Aún los espacios neutros y que deberían convocar la voluntad, la simpatía y el apoyo de todos los compatriotas se convierten en nuevos campos de batalla más de insultos y de irrespeto, que de ideas constructivas y bienintencionadas. Desde la agresión contra el distinto en los chats en los que supuestamente están los amigos de la paz,  discusiones tan desobligantes como incomprensibles contra la iniciativa de diversos actores que promovemos una campaña  para “bajarle el tono” a las expresiones públicas y a las redes sociales (#BajemosElTono), hasta desencuentros por el color o el número de la camiseta de James Rodriguez o sobre la visión del desempeño de Nairo Quintana… todo lo convertimos en un campo de batalla y lo peor es que trasladamos esa tendencia de conflictividad a nuestros escenarios cotidianos: las empresas, las familias, los grupos de amigos, las asociaciones y corporaciones a las que pertenecemos, la cátedra y, por supuesto, las redes sociales y los espacios de comunicación.

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Permítanme, en cualquier caso, confesarles que tenía la profunda esperanza de que habiendo este año en Colombia un evento con tal nivel de legitimidad sería casi imposible llevarlo a esa zona de batalla con crítica destructiva y mezquindad. Nunca imaginé que la visita del Papa Francisco I  a nuestro país en septiembre próximo, también la convirtiéramos en un tema de debate político o ideológico: que si favorece a estos o a aquellos, que si es una muestra de imposición de culto, que si la visita es más como jerarca de una iglesia que como Jefe de un Estado, que si el ánimo social y ambiental, característicos del pensamiento del Santo Padre, son puestos en el ámbito de la sospecha cultural, que si esto perjudica o beneficia al proceso de paz o a los millones de colombianos que expresaron su desacuerdo en el plebiscito, y muchos etcéteras que, aunque suenen ridículos, reflejan nuevamente la polarización de la que hablamos al comienzo.

No se trata de no pensar, de no opinar, de no expresarse, se trata de intentar conjurar la intolerancia y construir una sociedad más amable, más constructiva, más optimista. Se trata de combatir la mezquindad y el egoísmo. Independientemente de todas las diferencias que podamos tener la visita del Santo Padre Francisco es un hecho histórico positivo para nuestro país desde cualquier perspectiva que se le mire. Sí, como cabeza de la iglesia católica y como jefe del Estado Vaticano, pero sobre todo como uno de los mayores liderazgos vigentes en lo ético y en lo espiritual; como aquel hombre que, con su pensamiento social y ambiental, ha confrontado al mundo a las más pertinentes reflexiones sobre el presente y el futuro de humanidad. Y sí, también, como el primer Papa latinoamericano de la historia, que comprende nuestra cultura y nuestra historia y que viene a esta tierra urgida de un verdadero mensaje, equilibrado, legítimo y esperanzado de Paz.

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Baste recordar que hace más de 30 años estuvo en nuestra tierra el hoy Santo Juan Pablo II, aquella autoridad moral que influyó tanto y tan positivamente en los grandes y complejos cambios sociopolíticos del mundo en la última parte del siglo XX, recordemos ese mensaje de bondad y de esperanza que le trajo a este pueblo colombiano tan golpeado por la violencia. Aquella memorable visita en 1986 trajo, sobre todo, un gran cambio de actitud de los colombianos que nos encontrábamos en medio no sólo de uno de los momentos más difíciles de la violencia terrorista sino también en medio de dolorosas tragedias naturales como la catástrofe de armero. A raíz de la visita de Juan Pablo II, el Presidente Belisario Betancur lideró la creación de un instituto de estudios en honor al papa polaco, desde entonces el instituto FIEL ha liderado grandes y pertinentes reflexiones de tipo social, económico, empresarial y ambiental.  Valoro mucho espacios como los que promueve este instituto que, a modo preparatorio de la visita del Papa Francisco, ha organizado dos importantes foros sobre los retos de la sostenibilidad y el medio ambiente, en Bogotá y Villavicencio el 16 y 23 agosto respectivamente, en alianza con las principales universidades, grupos sociales y empresas privadas. Este es, solo un ejemplo, de escenarios en los que podremos  construir consensos y generar reflexiones positivas aún en medio de nuestras diferencias.

De cierto modo premonitorio, el Papa Francisco vuelve a nuestro país con grandes mensajes en lo social y en lo ambiental. Hoy, 32 años después de la visita de Karol Wojtyla, y gracias al esfuerzo de muchos compatriotas, aún en medio de tantas y tan profundas divergencias, tenemos una Colombia distinta y definitivamente una Colombia mejor, con nuevas y complejas necesidades, pero un país y una sociedad que han dado significativos pasos hacia el desarrollo y la estabilidad. No podemos ser inferiores a ese momento histórico. Que el Papa Latinoamericano encuentre una Colombia unida y una Colombia comprometida con erradicar para siempre la polarización y la intolerancia.

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