OPINIÓN ONLINE

Hablándole al público

Para la mayoría de nosotros hablar en público es un reto. Algunas ideas para estresarnos menos y hacerlo mejor.

Invitado
20 de febrero de 2016

La semana pasada estuve en una de estas actividades en las que se organizan grupos para discutir un texto y luego presentar las conclusiones al resto de participantes. Muy juiciosos hicimos todo lo que nos pidieron…bueno, casi todo. En mi grupo compartimos reflexiones, llegamos a acuerdos y elegimos a alguien para que presentara nuestras conclusiones. Llegó el momento de finiquitar la tarea. Empezó a rotar el micrófono, habló la primera persona, la segunda, la tercera…¿En dónde está nuestro representante? Callado y medio encogido detrás del moderador de la discusión. Y, ¿en dónde estaba yo? Pues también callada y, en la práctica, medio encogida. Me quedé pensando en por qué el otro no hablaba en lugar de tomar el temido micrófono y compartir nuestras reflexiones.

Constantemente debemos hablar en público. Hacemos sales pitches, presentamos nuestras ideas y propuestas a colegas y a superiores, y negociamos con aliados y proveedores. Muchas veces tenemos que hablar sin haber tenido tiempo para prepararnos. Esas ocasiones cuando alguien se voltea sin avisar y pregunta “¿y tú, qué piensas?” pueden ser realmente intimidantes. El estómago empieza a palpitar fuertemente y las manos a sudar, un mar de ideas inundan el cerebro y esa vocecita interna dice “mmm…quién sabe qué bobada vas a decir…y, ¿qué van a pensar los demás?”. ¡Desastre a la vista! Y cuando uno debe presentar en otro idioma, ¿qué tal?

Todos en algún momento (o en muchos momentos) pasamos por lo anterior. El tema es que es casi inevitable que tengamos que hablar en público. ¿Qué hacer para mejorar?

Para empezar es fundamental identificar la idea o mensaje que los demás se deben llevar, dentro del mar de conocimiento e información que uno tiene. Regresando a los ejercicios de lectoescritura que nos ponían a hacer en primaria, esto equivale a escoger la idea principal del párrafo.

Con esa idea clave identificada, podemos pasar a definir una estructura que nos permita comunicarla. Hay veces que uno tiene tiempo para definirla y desarrollarla en una presentación o un documento. A mí un par de diapositivas de hecho me ayudan mucho. Cuando eso no es posible, escribir o dibujar rápidamente la estructura de lo que va a decir (ojalá con papel y lápiz) permite aclarar las ideas y evita irse por las ramas.

Esa estructura tiene tres elementos: una introducción, los puntos de soporte y una conclusión.

En consultoría le enseñan a uno que en la introducción debe ir el mensaje clave del que hablamos arriba. Sí, allí, desde el principio. En ocasiones uno va a una  reunión, sale, se mira con los demás y se pregunta: “qué era lo que nos querían decir?”. Decir el mensaje clave primero ancla la discusión y le permite a los demás seguir la conversación o presentación más fácilmente.

Usar ejemplos prácticos y/o cifras que soporten el mensaje clave y que conecten con la audiencia es fundamental cuando uno presenta en público. Aquí vale la pena preguntarse, ¿qué les preocupa a las personas a las que les voy a hablar? ¿Cuáles son o pueden ser los retos más grandes de la organización o área donde trabajan? ¿Qué les apasiona? Con las respuestas a estas preguntas, es más fácil identificar ejemplos que hagan más relevante y cercana la charla.   

Cerrar es tan importante como empezar. Hacer un resumen corto de lo que se dijo y de su importancia para las personas a las que uno les está hablando al final de la charla incrementa los chances de fijar el mensaje clave.

Con todo lo anterior definido, viene algo muy importante: practicar y practicar. El objetivo no es aprenderse de memoria palabra por palabra lo que uno va a decir, sino tener clarísimo lo que uno quiere decir y lo que uno no quiere decir. La práctica da además seguridad y fluidez.    

Entonces, ¿listos para esa presentación? Aún no. Falta un ingrediente muy importante que no he mencionado explícitamente: ser auténtico. Ser auténtico implica transmitir que uno cree apasionadamente en lo que está diciendo. Aprender algunos gestos, como juntar los dedos para sonar más autoritativo (conocido como steepling) o abrir las manos para mostrar honestidad, podría de pronto ayudar. Pero David McNeil (Universidad de Chicago) ha encontrado que la forma en la que interpretamos cada uno de éstos gestos depende del contexto en el que la persona está hablando.

Nick Morgan (Trust me) sugiere que, para ser percibidos como auténticos, es importante practicar con familiares y amigos. Esto  permite desarrollar una actitud más abierta cuando hablamos en público. Es clave también encontrar lo que a uno lo apasiona de lo que va a decir. Además de tratar de conectar con el público (p.e. mencionando el nombre de alguien del público durante la charla), Morgan también sugiere estar muy atento a los mensajes que envía el público cuando se está hablando (¿cómo están dispuestos en el salón?; ¿están haciendo comentarios?). 

Hay muchos elementos a considerar cuando se está preparando para hablar en público y la mayoría de nosotros nunca nos sentiremos 100% cómodos de dar nuestra opinión sin habernos preparado. Pero los elementos mencionados arriba pueden ayudar a hacer más fácil el proceso de preparación y hacer más efectiva y menos estresante la presentación.

Y, como siempre, ¡YALA!