ADRIANA MOLANO

GuÍA para hablar con gente muerta: el debate sobre la eternidad digital

¿Le interesaría recibir una invitación para reencontrarse con sus seres queridos fallecidos vía realidad virtual?

Adriana Molano, Adriana Molano
21 de febrero de 2020

La noticia de una madre surcoreana que gracias a tecnologías de realidad virtual pudo interactuar y despedirse de su hija fallecida años atrás, resonó en los últimos días y despertó reacciones tan afables por la madre que tuvo la oportunidad de dar un último adiós, así como despreciables frente a la programadora y su interés por convertir el encuentro en una fuente de ingresos.

No faltará quienes digan que el caso de la Corporación de Radiodifusión Munhwa, productora a cargo de ‘I met you’, demuestra su liderazgo digital al integrar tecnologías ‘de punta’ en sus contenidos, logrando con ello atraer una audiencia global – porque el morbo colectivo nos mueve a ver el video (aunque si no quiere, no de clic para verlo) –.

¿Imagina escuchar la propuesta de los desarrolladores de este producto y dar luz verde para avanzar en la realización?; ¿imagina ser contactado con la oferta de ‘revivir’ digitalmente a su ser querido?; ¿dónde está el límite para unos y otros en esta ecuación?

Está claro que la tecnología sirve a los propósitos que se le impongan – todavía podemos decir que la decisión es humana frente a para qué se utilizarán las capacidades digitales –, entonces, ¿por qué nos resulta incómodo pensar en la posibilidad de hablar con muertos vivientes en digital si al final proviene del ingenio humano el hacerlo posible?

Hacerlo porque podemos es tal vez una de las facultades más temibles que enfrentamos en los escenarios digitales.

El caso puede entenderse como un sencillo ejercicio mediático para sacar provecho de las fronteras inexploradas del más allá, pero también marca un hito frente a lo que socialmente aceptamos a través de lo digital.

Grandes visionarios en materia tecnológica como Elon Musk, Bill Gates y hasta el mismo Steve Jobs, han señalado públicamente la importancia de definir límites ‘cuando todavía podemos’, refiriéndose a los avances de la tecnología, en particular la relacionada con inteligencia artificial (IA) – ya no es de extrañar que el siguiente ejercicio de IA sea combinar el ‘despertar muertos’ con la experiencia de interactuar con sistemas que han aprendido (aprehendido) del ausente y ahora lo replican –.

Bajo los efectos disociadores de un extraño encantamiento por el cual hemos creído que lo que sucede en digital no trasciende las pantallas, seguimos sin darnos cuenta que ya parece reinar sobre lo análogo en múltiples ámbitos: la industria, el comercio, la política global, la comunicación, la construcción de identidades… Poco falta para que también lo haga sobre lo espiritual.

La tecnología post-mortem ya no es sorpresa. Desde el año 2009 Facebook incluye la opción de ‘rememorar’, que permite a los amigos del difunto seguir enviándole mensajes – y aunque no lo crea, más de 30 millones de personas usan al mes esta opción, según cifras de la gran F –.

Por la misma vía, en 2017 se hizo popular el trabajo del MIT Media Lab y la Universidad de Ryerson de Toronto, quienes están desarrollando un sistema de algoritmos que eterniza la identidad digital de una persona e incluso es capaz de recrear a un personaje histórico fallecido, adoptar su personalidad a través de lo que pueda leer o ver sobre el mismo, y generar interacciones sobre su pasado, presente y futuro.

Y sin mayores escándalos el año pasado una compañía de tecnología médica anunció que desarrolló una IA capaz de predecir el año de muerte de un paciente, tomando como referencia sus pruebas cardiacas – lo ‘mejor’ es que ha demostrado funcionar con éxito, lo ‘peor’ es que ni los mismos creadores han podido entender cómo toma decisiones la máquina –.

Ya aceptamos el show de interactuar con muertos simulados y estamos próximos a enfrentar el debate sobre revivirlos digitalmente; lo cierto es que, cortesía de la tecnología, pronto tendremos que reinterpretar nuestras nociones sobre la vida y la muerte.


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