JUAN RICARDO ORTEGA

Filipinas

Un país que enfrenta retos similares a Colombia, a través de un exitoso desarrollo de su sector de infraestructura ha logrado los consensos que lo llevan al progreso.

Juan Ricardo Ortega
30 de mayo de 2019

En Colombia toca aumentar la tasa de inversión en infraestructura. China apalancó el desarrollo de sus manufacturas con una impresionante red logística. Para esto ha invertido 8% del PIB anual por ya casi 4 décadas. Cambodia invierte cerca de 6% del PIB y Filipinas ya está por 5% con el objetivo de llegar a 7%. En Colombia esto requeriría entre $50 billones y $70 billones al año de inversiones en el sector. La venta de activos como ISA o Isagen puede sembrar la semilla que desarrolle la infraestructura colombiana. Las oportunidades que esto puede generar son inmensas.

Si Colombia logra acuerdos mínimos y coordina esfuerzos que apalanquen inversión privada en buenos proyectos de infraestructura, el retorno económico, financiero y social será muy superior a lo que las empresas generan. Esto podría fortalecerse aún más si las universidades coordinaran sus programas de investigación para volvernos líderes en estas áreas. Por ejemplo, oportunidades como desarrollar los equipos para control de tráfico, recaudo, seguridad de los transmilenio se han desperdiciado, por miopía y corrupción. Si nuestras ciudades se coordinaran con el Gobierno y los centros de investigación, se podría ofrecer al mundo un paquete completo, con tecnologías de punta, para solucionar problemas de transporte urbano. Los vicios en la contratación y la falta de visión nos van a robar esta oportunidad.

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Vale la pena dejar de imitar o compararnos con países de la región y empezar a mirar el continente hacia donde todo está girando. Chile fue el gran ejemplo a seguir y en los últimos años Perú, con sus impresionantes avances en su sector agrícola. Pero la verdad sea dicha, en estos momentos de la historia de la humanidad, el desarrollo, la innovación y la prosperidad están enfocados en Asia. Hoy en día de los 7.500 millones que habitamos el planeta, 60%, 4.500 millones viven allí y solo Filipinas habitan más de 100 millones.

Filipinas, como Colombia, depende de su infraestructura para superar las barreras de la geografía. Pero esas mismas barreras pueden ser fuente de oportunidades, como lo han sido para ISA: la experiencia de años enfrentando dificultades ha hecho de los ingenieros de esta firma un gran activo. Sus equipos son capaces de construir de forma eficiente y rápida líneas de transmisión en las más adversas condiciones. Esto se puede replicar en transporte público, acueductos e infraestructura logística.

Por ejemplo, los aeropuertos en las ciudades grandes son unas máquinas de hacer dinero, los flujos de pasajeros han crecido tanto que las compras en los aeropuertos se han vuelto algo habitual en todo el mundo y los negocios son rentables. En Colombia, los aeropuertos de Cartagena, Cali o Barranquilla son la sombra de lo que ciudades similares en Asia ofrecen.

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En Filipinas, el primer objetivo fue lograr tasas de inversión de 5% en el sector y crecer sistemáticamente la participación del sector privado. Esto les ha permitido lograr una cobertura en acueductos y alcantarillados cercanas a 90%, que por su geografía y clima era esencial para mejorar la salud de su gente. Su infraestructura vial viene desarrollándose rápidamente y el transporte público es la prioridad de sus ciudades. Todo esto les ha permitido alcanzar un crecimiento de 6,8% en 2018, y un promedio de 5,3% a lo largo de los últimos veinte años; el ingreso promedio se multiplicó 2,8 veces y pasó de US$1.300 al año a casi US$4.000.

En Colombia podríamos llegar a acuerdos sobre la urgencia y trascendencia de aumentar la inversión en infraestructura. Lo que ya se viene haciendo es un gran avance, pero se necesitan mucho más recursos. Las ciudades de Colombia destrozan los indicadores de productividad de su mano de obra, porque vivimos perdiendo tiempo en trancones. Además, los trámites requieren la presencia de la gente o piden una inútil huella digital de la notaría. Sin duda todo este atasque es una bendición para Rappi, que ofrece un servicio para que no nos tengamos que mover, pero para el resto de asuntos de la vida es una desgracia.

Dios quiera que la politiquería no se atraviese como lo hizo con la venta de Isagen: el país perdió tiempo y dinero por esa miopía.