ALEJANDRA CARVAJAL

Es una sindemia, no una pandemia: no reconocerlo empeora el panorama

Hasta ahora se han seguido las recomendaciones de la OMS, que hasta hace pocas semanas reconoció que las cuarentenas no son recomendables. Se necesita un giro de 180 grados en la estrategia, solo así se tendrá éxito.

Alejandra Carvajal, Alejandra Carvajal
27 de octubre de 2020

Colombia es el octavo país del mundo con mayor número de contagios. Para atacar el problema de manera integral, debe entenderse que estamos frente a una sindemia y no a una pandemia, como se creía hasta ahora.

El término sindemia, que aún no se encuentra avalado por la RAE, pero sí por la comunidad científica en distintos lugares del mundo, y que se encuentra validada por la Fundación del Español Urgente (Fundeú), hace referencia a la palabra sindemic, cuyo autor es el médico antropólogo Merrill Singer, doctorado de la Universidad de Utah e investigador senior del Centro de Salud, Intervención y Prevención de la Universidad de Connecticut, quien acuñó el término en 1990 para luego desarrollarlo en su libro “Introducción a las sindemias: un enfoque de sistemas críticos para la salud pública y comunitaria”, que puede encontrar aquí.

La sindemia es el resultado de la unión de enfermedades junto con factores económicos y sociales, que al concurrir generan un mayor daño. Es así como los problemas de salud no deben verse de forma aislada, sino en el contexto de otras enfermedades y las desigualdades sociales y económicas que realmente las componen.

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La covid-19 ha sacado a flote las deficiencias de carácter estructural en el mundo, entre las que encontramos la pobreza multidimensional, los deficientes sistemas de salud, las desigualdades. Por citar un ejemplo, en Nueva York, la comunidad que puso más muertos fue la latina, lo que obedece directamente a que los hispanos, representados en un millón de personas de acuerdo con la Alcaldía de esa ciudad, son en su mayoría inmigrantes indocumentados, sin seguridad social, asentados en lugares que los hacen más vulnerables.

Un fenómeno similar puede observarse en una ciudad como Bogotá, en la que en las localidades de Kennedy, Suba, Bosa, Engativá y Ciudad Bolívar se encuentra el 55,2% de los casos de coronavirus de la capital. Los índices de pobreza multidimensional, aunados a un bajo nivel educativo (que crea una menor conciencia en el uso de tapabocas, lavado de manos y distanciamiento social) junto a la existencia de comorbilidades, ha convertido a la covid-19 en una bomba de tiempo.

Se ha estado abordando el problema de manera errónea, no solo en Colombia sino en el mundo, lo que estaría demostrado en el aumento de contagios y muertes, pese a las fuertes medidas a nivel de salud pública que han tomado los distintos gobiernos del planeta. Los niveles de pobreza, así como la existencia de un 60% de trabajadores informales, hacen que el problema sea más grave. Y es que, a pesar de tener un confinamiento extenso, quizá este no tuvo los resultados esperados debido a la menor disponibilidad de recursos económicos, que obligó a las personas a salir a la calle rompiendo así la cuarentena y proliferando el contagio.

Los industriales, en cabeza de Bruce Mac Master, han recomendado que el Gobierno Nacional debe solicitarle un préstamo al Banco de la República para apoyar a las empresas. Este préstamo tendría un plazo entre 30 y 50 años con términos flexibles, bajos intereses y eventualmente renovable. Esta fórmula generó excelentes resultados en Estados Unidos, pues su economía no solo se está expandiendo, sino que está presentando sus mejores cifras en 20 meses, de acuerdo con el PMI en octubre, que mide la actividad económica.

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La Ley Cares (Coronavirus Aid, Relief and Economic Security) ha dado los frutos esperados, pues adicionalmente las solicitudes de subsidio de desempleo se han reducido ostensiblemente en las últimas semanas. Todo esto gracias a la emisión de moneda por parte de la Fed, fórmula que ha funcionado perfectamente. El fortalecimiento de nuestro tejido productivo es clave para la reactivación y solo podrá conseguirse a través de medidas extraordinarias.

El Ingreso Solidario, así como el Subsidio al Desempleo y el Subsidio a la Prima de Navidad, son buenos estímulos, sin embargo insuficientes. Si queremos desarrollar acciones que generen impacto en la economía, tiene necesariamente que pedirse un préstamo al Banco de la República para suplir las necesidades de las empresas y de los ciudadanos del común que se han visto afectados por la covid-19.

Teniendo en cuenta que estamos frente a una sindemia y no a una pandemia, deberá -con carácter urgente- frenarse el hambre pues, como consecuencia de la débil actividad económica producto del virus, una cuarta parte de los hogares pasó de tres a dos comidas en el día. Si las personas no se alimentan adecuadamente, no tienen defensas suficientes para hacer frente a la enfermedad, por lo que su proliferación es inminente.

El Gobierno, al igual que otros en el mundo, temen una baja en la calificación debido a los altos niveles de endeudamiento. Frente a esto, solo resta decir que ahora más que nunca hay que atacar la sindemia de manera multidimensional, y que observarla únicamente como un problema de salud pública es un error. Merece atención integral y eso las calificadoras deben entenderlo; de lo contrario, estarían condenando al mundo a unos mayores índices de pobreza y a la proliferación de la enfermedad.

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P.D. Este artículo hace eco a los publicados por Anjana Ahuja en el Financial Times, Olivia Muñoz Rojas en el País de España, Richard Horton en The Lancet y Juan Carlos Eslava en el periódico de la Universidad Nacional. Es urgente que se tome conciencia sobre este asunto.