JULIANA SÁNCHEZ TRUJILLO

El solitario intraemprendedor

La innovación es un trabajo de equipo que requiere colaboración, infraestructura y dedicación clara. Los ejercicios aislados no conducen a verdaderos resultados.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
27 de junio de 2018

El intraemprendimiento es el corazón de la innovación en las empresas, que además implica el mismo riesgo, incertidumbre y dificultad que el crear una nueva empresa. Por eso, hoy en día se promueve el desarrollo de la capacidad de emprendimiento tanto en los colegios como en las universidades, pues más allá de convertir a las personas en empresarias, lo que se busca es generar una mentalidad dispuesta a la búsqueda de oportunidades y con altas dosis de tenacidad y resiliencia.

Lo anterior es maravilloso pues genera una caja de herramientas para la vida. Sin embargo, en las empresas la historia es muy distinta. Queremos tener colaboradores que desborden creatividad y emprendimiento, pero no les damos ni los recursos ni el espacio para tomar riesgos. Además, pretendemos que la innovación surja de la genialidad de las personas, sin antes darles apoyo, bien sea en el desarrollo de sus habilidades o dando oportunidades para tomar riesgos sin que el resultado afecte su lugar dentro de la empresa. Aún así, esperamos que estos “emprendedores” se conviertan en rebeldes que impregnen a la cultura de nuevas ideas, que transformen el estatus quo y que rompan las reglas.

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El problema es que pocos entienden que la innovación es un tema de equipo, por lo que creer que el éxito se encontrará en un único individuo no es solo una falacia, sino además un gran riesgo, pues lanzar a una persona sola a la deriva puede hacer que se hunda en el intento. Por eso, deben crearse equipos multidisciplinarios con una dedicación de tiempo clara, cuyo trabajo sea el de  explorar los caminos de la deseabilidad, factibilidad, viabilidad y alineación con la estrategia corporativa de cada una de las iniciativas que se plantean. Así mismo, el equipo debe velar por la correcta y ágil implementación de las mismas. Es importante comprender que, a menos que se esté hablando específicamente de investigación y desarrollo, entre más tiempo pase entre la concepción de la idea y el hacerla realidad, más riesgo se corre de perder oportunidad y de enamorarse de la idea.

Además, es importante que se reconozca a la innovación no como una actividad esporádica que surge de la inspiración, sino como una actividad funcional tan importante como lo son las finanzas, las operaciones o el mercadeo. Innovar hoy en día, más allá de ser una oportunidad para la diferenciación, es una estrategia de permanencia en el mercado. Así, se requiere de equipos dedicados enfocados al descubrimiento de oportunidades, la búsqueda de nuevas ideas, la experimentación y la puesta en marcha de dichas soluciones.

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Así mismo, estos equipos no pueden vivir aislados del negocio, pues cuando la innovación se convierte en el proceso aislado que se incuba en un laboratorio, al que además pocos tienen acceso, sus resultados se convierten en iniciativas que, generalmente, se encuentran poco alineadas tanto con la estrategia como con las dinámicas de la organización. En otras palabras, el sistema de la innovación debe permear a todas las áreas y a todos los niveles de la organización para ser efectivo. Pero para tal efecto, se requiere de cierta sistematización e infraestructura que pueda apalancarla.