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Ya en algunas latitudes empezamos a ver efectos de la automatización incluso en trabajos de cuello blanco: Analistas financieros, médicos, abogados siendo desplazados en algunas de sus actividades por máquinas inteligentes sin que el usuario muchas veces se dé cuenta. ¿Estamos preparados?

Pablo Londoño
9 de marzo de 2017

Estuve en el Mobile Congress de Barcelona, tal vez el más importante evento de telecomunicaciones del mundo. Un despliegue enorme de poder de fabricantes y operadores que con excepción de Apple, que tiene su propio evento, ponen todas sus banderas, una al lado de la otra, en un despliegue enorme, vistoso, costoso y a veces pienso que inútil, pero que hace  parte de ese gran show de marcas que hoy domina los mercados mundiales.

El tema este año es el 5G, anuncio que de la mano de Huawei y Ericsson haría algo de sentido en nuestras latitudes si no fuera porque estamos realmente lejos de tener alguna capacidad de montarnos en la nueva generación de redes que muy pocos países están en capacidad de operar. Nosotros, al igual incluso que España, estamos arañando la 4G lejos todavía de tener cobertura total.

En una sala contigua a los grandes anuncios un tema sin embargo me pareció  de la mayor relevancia, el de la automatización, realidad que pareciera se adelanta a nuestros tiempos y que empieza a generar debates relevantes frente al futuro del trabajo.

La automatización va de la mano de lo que hoy se denomina tecnologías exponenciales, que cumpliendo con la Ley de Moore, genera brincos sucesivos brutales en el poder de la tecnología tanto de transformar una industria como de hacerla asequible a los usuarios. Uber invita ya  a probar el nuevo servicio de automóviles autónomos en San Francisco, y Amazon hace sus primeros ensayos de sus tiendas Amazon Go donde el usuario no interactúa con nadie, simplemente entra, agarra sus cosas y sale de la tienda como Pedro por su casa haciendo pagos automáticos a través de su red móvil.

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Todas las semanas aparecen noticias de este tipo, que pueden implicar que muchos trabajos, que hasta ahora han sido realizados por humanos como el de conducir o servir en una tienda, pueden ser automatizados. Sin embargo se equivocan los que piensan que se verá afectado solamente la mano de obra menos calificada.

En un reciente estudio de Mckinsey, “Cuatro Fundamentales de la Automatización del Trabajo”, la consultora predice que cerca del 45% de las actividades humanas hoy remuneradas, se verán afectadas de una u otra manera, sino desplazadas, por la automatización. El estudio incluyó más de 800 ocupaciones, 2.000 actividades  en 3 grandes capacidades (sociales, cognitivas, y físicas). La conclusión si bien no es desesperanzadora en relación a la liberación de tiempo del ser humano para reinventarse, si es contundente: No existirán actividades inmunes a la automatización.

Ya en algunas latitudes empezamos a ver sus efectos incluso en trabajos de cuello blanco: analistas financieros, médicos, abogados siendo desplazados en algunas de sus actividades por máquinas inteligentes sin que el usuario muchas veces se dé cuenta. Quill, el programa inteligente de narrativa es capaz de analizar datos, generar lenguaje naturalmente y escribir reportes sin que el usuario siquiera sospeche que está siendo atendido por una máquina.

Los Robots Kiba de Amazon son capaces entre ellos de planear, navegar y coordinar la logística de bodegas inmensas de despacho a clientes; Watson el robot de IBM es capaz de sugerir, basado en análisis, tratamientos médicos certeros para ciertas dolencias y cuenta ya incluso con capacidad creativa y de aprendizaje que le permitirá ser utilizado en oficios antes sólo destinados al cerebro humano.

Si bien sólo el 5% de las actividades humanas pueden ser completamente automatizadas utilizando la tecnología actual, 60% de las ocupaciones podrían automatizar al menos 30% de sus actuales actividades redefiniendo completamente la forma en cómo hacemos nuestro trabajo y destinando nuestro tiempo a las actividades más relevantes. Ya los grandes despachos jurídicos lo utilizan para el análisis de grandes documentos, al igual que las grandes estructuras de ventas que están dejando la identificación de oportunidades a la máquina liberando el tiempo de equipo para el contacto directo con el cliente. Se estima incluso que el 20% del tiempo de un CEO podría ser liberado.

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Hoy Bill Gates propuso un impuesto a la automatización, como fórmula de protección de poblaciones y renglones específicos de la economía.    La reacción por supuesto ha generado un debate inmenso viniendo de quien viene, y de todos aquellos que se dedican a producir tecnologías disruptivas. En los Estados Unidos estas tecnologías  han generado en la última década incrementos en producción cercanos al 250% al mismo tiempo que una reducción de casi el 40% en la mano de obra.

La propuesta de Gates está siendo tomada por quienes la critican como un impuesto a la “innovación” que no se compadece con los tiempos modernos, pero por quienes abogan por esta vía, como el mecanismo idóneo para empezar a invertir  en educación y entrenamiento como medida lógica para reentrenar el ser humano en su rol laboral hacia el futuro.

El parlamento Europeo está mirando esta fórmula y adoptó una resolución para la definición de un marco legal que proteja al ser humano contra el auge de la automatización. En principio son más las resistencias que los apoyos a este tipo de estrategia pero lo importante es que una vez mas el mundo nos plantea un cambio sustancial en cómo el ser humano se enfrentará a la máquina, y cómo la sociedad global ajustará el trabajo de cara al futuro. En Colombia por supuesto el tema no está en cabeza de nadie.

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