GUILLERMO VALENCIA

El reto alemán en medio de la nueva guerra fría

Este país se encuentra en la encrucijada de reinventarse políticamente o convertirse en uno de los perdedores en el pulso entre EE.UU. y China

Gustavo Valencia Patiño, Gustavo Valencia Patiño
10 de septiembre de 2019

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Alemania pasó en 50 años de la ruina a convertirse en la potencia manufacturera y tecnológica de Europa. Hoy, este país exporta más de US$1.33 trillones, en el estándar anglosajón. 

Alemania cuenta con una base manufacturera diversificada, en la que se encuentran robots, dispositivos mecánicos, medicamentos, agroquímicos, automóviles, baterías e incluso el acero.

Exportaciones alemanas. Fuente: Atlas de Complejidad Económica MI.

Tras la Guerra Fría, el mayor objetivo era la reunificación y consolidar la Unión Europea. Por ello, Alemania cedió el control de su política monetaria, que estaba en el Bundesbank, al Banco Central Europeo (ECB), y en ese liderazgo continental parte de su soberanía nacional quedó en manos del Consejo Europeo, con sede en Bruselas, Bélgica. 

Esta institucionalidad tenía un solo fin: mantener una Europa unificada, que no dependiera de los intereses de EE.UU., y que pudiera hacerle frente a cualquier amenaza de Rusia.  

Con esta alianza, Alemania ganó un mercado y al euro, una moneda más devaluada que el antiguo marco alemán. Por su parte, los países con una economía más débil como Grecia, España, Portugal e Italia accedieron a este mercado, a la posibilidad de obtener mejores tecnologías y una mayor inversión.

Sin embargo, la expansión del club significó anomalías en la economía. Un vistazo al riesgo del bono alemán en 1980 mostrará que su diferencia con el español era de un 7,5%, pero cuando el país ingresó a la eurozona esta pasó a ser cero.

Esto creó un ‘boom’ de deuda en España, lo que devino en la crisis europea de 2010. En este periodo, la diferencia en la prima por riesgo entre el bono español y el europeo fue del orden del 5,2 %, algo similar ocurrió en Portugal, Italia y Grecia. 

Para atajar la coyuntura, el ECB lanzó un estímulo monetario sin precedentes con el fin de estimular la economía haciendo de nuevo que la diferencia entre la prima de riesgo entre el bono español y alemán casi desaparecieran. Sin embargo, lo hizo a cambio de algo muy nocivo para Europa: las tasas de interés negativas.

El fracaso de las tasas de interés negativas

Y es que el ECB transformó por completo la lógica en el mundo de las inversiones: las tasas negativas significan que el gobierno alemán cobra básicamente porque le presten dinero. Sí, suena ridículo, los fondos de pensiones del mundo invierten en un activo que les garantiza una pérdida segura. Esto sería como un ‘impuesto’ por tener el privilegio de invertir en bonos europeos. 

Dudo que con esas políticas de inversión, los millennials europeos obtengan una pensión suficiente cuando llegue su edad de retiro.

Sin duda, en este escenario la cura resultó ser peor que la enfermedad, pues el propósito inicial de las tasas de interés negativas era penalizar las inversiones en tesoros e incentivar a los inversionistas a que tomaran más riesgo. De esta manera se buscaba estimular la economía. Sin embargo, los resultados fueron totalmente opuestos.

Hoy, el actual índice manufacturero PMI, indicador líder de la economía, muestra que Alemania está al borde de una recesión: sus bancos más importantes, como el Deutsche Bank y el Commerzbank, apenas sobreviven y su superávit de exportaciones no se administra de manera audaz.

El Índice Manufacturero alemán (PMI) se ubica por debajo de 50, lo que indica una recesión. Fuente: Tradingeconomics.

La frase de Henry Kissinger, ‘pobre y vieja Alemania. Demasiado grande para Europa, pero muy pequeña para el mundo’ sigue teniendo vigencia justo cuando la estructura sobre la que se montó la eurozona, es decir la globalización, está cambiando. 

Este andamiaje se sacude en medio de la guerra fría entre EE.UU. y China, que tiene su centro en la competencia tecnológica por la inteligencia artificial e infraestructura de telecomunicaciones 5G. 

Si Alemania no quiere quedar en la mitad del juego cruzado debe optar por una política fiscal audaz. Quizás la solución sea construir un fondo soberano que le permita invertir en grandes proyectos de telecomunicaciones, inteligencia artificial, energías limpias -tema clave para este país-, ciberseguridad e investigación y desarrollo.  

El gasto fiscal también implica mayor gasto militar, tema que los gobiernos de Angela Merkel han dejado a un lado debido a la apatía que causa. Sin embargo, un mejor ejército podría permitirle tener relevancia frente a las decisiones de EE.UU. en regiones como el estrecho de Ormuz.

El orden geopolítico mundial sigue un proceso de transformación que nos llevará a un mundo cada vez será más multipolar, y con ello aumentará la inestabilidad geopolítica. ¿Estará Alemania preparada?