GUILLERMO VALENCIA

Colombia pierde con el populismo de izquierda y de derecha

Su aplicación nos deja sin instituciones fuertes e independientes. Solo la creación de nuevas cadenas de valor y un uso correcto de la tecnología permitirán que el desarrollo sea un hecho.

Gustavo Valencia Patiño, Gustavo Valencia Patiño
6 de marzo de 2018

Por más de cuatro décadas el país ha estado atrapado en un juego en el que todos perdemos. Hoy los partidarios de los extremos de la izquierda y la derecha, la convulsión de las redes sociales y los problemas de nuestro país nos han hecho perder el foco en lo fundamental: crear cadenas de valor que generen empleo y descentralicen el poder. Solo así se podrá dar comienzo a una era de desarrollo tecnológico.

El error que persiste tanto en la derecha como en la izquierda es creer que los recursos naturales y la posesión de la tierra garantizarán riqueza e igualdad para todos. No hay que mentirnos ¡Esto ya fracasó!. Una prueba es el alto índice de pobreza que tienen los departamentos petroleros. Hay que preguntarse: ¿Cuántas empresas tecnológicas tiene el Casanare? Y ¿Cuántas de ellas ponen valor agregado a sus productos?

Desconozco la respuesta, pero puedo señalar que modelos extractivistas, como el propuesto por Germán Vargas Lleras, o agroindustriales, planteados por Gustavo Petro, nos conducirán al mismo callejón sin salida: cadenas de valor reducido y poco desarrollo industrial. Pero sobre todo, generarán un impacto medioambiental en zonas del país con una biodiversidad incalculable.

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Un modelo empleado por Hidalgo y Hausmann indica que las cadenas de valor más complejas dejan mayor empleo y crecimiento. Por eso creo que el país está en mora de empoderar a su juventud en sectores de formación en áreas específicas de cadenas de valor.

La siguiente gráfica muestra la importancia de dichas cadenas para generar crecimiento económico.

Fuente: Mapa de complejidad Económica MIT. Análisis: Macrowise

Cuanto más complejas y robustas sean las cadenas de valor, más heterogénea es la economía. Esto la hace menos vulnerable a choques externos, como el causado por la caída de los precios del petróleo en 2014. Además, permite que la riqueza llegue a más personas involucradas en cada fase del proceso.

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La trampa de la polarización

En la mentalidad de la extrema  derecha e izquierda existe un odio y sed de revancha que han erigido versiones erróneas de lo que es el capitalismo y el Estado de bienestar. En Colombia el modelo capitalista de derecha no creó un Silicon Valley, como tampoco la izquierda en Bogotá consolidó un Estado de bienestar, como en Europa.

El problema radica en la debilidad institucional y la poca descentralización del poder. Por ejemplo, los defensores de la extrema derecha se declaran a favor del libre comercio cuando realmente defienden un “capitalismo de amigos” que protege oligopolios y genera un desarrollo tecnológico pobre. Este modelo deja en pocas manos la riqueza y aumenta la desigualdad.

Como respuesta, nacieron las guerrillas marxistas, que basaron su discurso en la lucha de de clases. Eran falsos “Robin Hoods” que creían que el Estado era el único capaz de solucionar todos los problemas.

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Esta tensión de clases sociales creó transiciones abruptas en ambos polos. Tal fue el caso de Augusto Pinochet, en Chile; Alberto Fujimori, en Perú y de Álvaro Uribe, en Colombia. Igual de caótica fue la transición política en Venezuela, con Hugo Chávez; Bolivia, con Evo Morales, y Argentina, con los Kirchner.

Tanto la derecha como la izquierda emplean la demagogia para lograr que la riqueza nacional cambie de dueño. Esta puede terminar en manos de oligopolios y oligarquías socialistas. En todos los casos los únicos que ganan son los grupos de interés cercanos al poder.

El poder del capitalismo radica en que conecta a las personas con exceso de capital con los creadores de las grandes ideas. En este juego se crea conocimiento y se apoya la innovación. Sin duda, ganamos todos ¡No perdamos de vista lo fundamental!  

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