DANIEL NIÑO

El populismo colombiano

Grecia ante el euro nos recuerda el dolor que atravesó para hacerle frente a un caso similar a nuestra improductividad.

Daniel Niño Tarazona, Daniel Niño Tarazona
29 de octubre de 2020

Las últimas proyecciones indican que la covid-19 hundió la economía colombiana en su mayor recesión histórica y que subsisten posibles peores desenlaces. Es decir, el mejor escenario que hoy hay en los pronósticos es terriblemente malo y en todos los demás las cosas pueden ser aún más negativas.

Del drama no solo da cuenta que la mitad de la población quedará en las estimaciones de pobreza, sino que sectores como el expendio a la mesa de comidas preparadas perdió más del 70% de sus empleos. Es un drama que comparte con otros 19 renglones de la economía, en los cuales 3,1 millones de personas perdieron sus fuentes de ingresos, de las 5,5 millones que viven el desastre frente a cómo era su vida a comienzos de este año.

La situación no es más calamitosa porque cerca de dos millones de fuentes de ingresos se han creado en otros ámbitos como el cultivo de plátano y banano, la pesca marítima, la extracción de oro, el cultivo de frutas tropicales, entre otros.

¿Un salvavidas a la vista? Ninguno. El más reciente informe de la Agencia Internacional de Energía no prevé que la demanda de petróleo recupere sus niveles prepandemia antes de finales de 2023 y se espera que la demanda no crezca sino mínimamente después de 2030. Si la nueva ola de contagios en el mundo vuelve a sumir en una gran crisis la actividad económica, o si las respuestas de la ciencia con tratamientos y vacunas no resultan tan efectivas para 2021, la recuperación mundial será más tímida y la demanda de petróleo volvería a su nivel de 2019 en 2027 o 2028.

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Por donde se le mire, la década que está por comenzar es tal vez la más desafiante y retadora de cuantas haya enfrentado el país en más de un siglo. Y como se viene entendiendo, o apenas comprendiendo, los cinco años anteriores a esta pandemia fueron lo suficientemente malos, como para que el crecimiento económico fuera muy mediocre, la industria permaneciera casi en forma continua en estancamiento, el desempleo empezara a subir incluso a pesar de que el gasto público aumentó del 30% a casi el 35% del PIB y la deuda pública neta pasara del 33% al 44% del PIB.

De nada sirve mirar el resto del vecindario para consolarse, es cierto que los demás están peor en toda regla, pero de nada sirve, porque ello no resolverá los problemas que vamos a enfrentar.

Como se acerca el fin del año, el primer problema será qué hacer con los sueldos y salarios de la economía, de cara a 2021.

El manual de texto de crisis en Colombia indica que la izquierda y la derecha, los partidos tradicionales y los nuevos movimientos políticos, coinciden en que hay que estimular la demanda interna y que eso solo se hace siendo generosos y amplios con los salarios. Y claro, que importa que esos salarios no tengan nada que ver con la producción de bienes. Por ejemplo, entre 2013 y 2018, el crecimiento acumulado de la industria fue del 8,2%, mientras los costos laborales aumentaron un 37%.

Evidentemente, ese jueguito en Colombia viene desde los años 80 y el actual gobierno se siente orgulloso de decir que, si se comparan las administraciones desde la época del de Belisario Betancur, ningún presidente había subido el salario mínimo en sus primeros dos años más que el actual.

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No obstante, esa afirmación evidencia la falta de entendimiento de lo que aqueja a Colombia frente a la confianza inversionista. El país viene en tan grave crisis productiva e ímpetu importador inmarcesible, por esa incomprensión.

En 2013, el déficit comercial industrial de Colombia con el mundo sumó casi US$35.000 millones. Después de tan profunda devaluación del peso colombiano, el año pasado sumó un déficit de más de US$31.000 millones. La tasa de cambio aumentó, en promedio acumulado de 2009 a 2020, casi un 68% y la inflación un 48%, siendo menos que la devaluación por la crisis de países industrializados, que han disminuido o bajado el precio de los bienes en dólares. La crisis productiva doméstica y la gran demanda importadora se explica porque, en ese lapso, el salario mínimo aumentó un 77%.