PABLO LONDOÑO

El mito de Casandra y los puntos de inflexión

“Las malas empresas son destruidas por las crisis, las buenas las sobreviven, las empresas extraordinarias, en cambio, salen fortalecidas de ellas” – Andie Grove

Pablo Londoño, Pablo Londoño
28 de mayo de 2020

Cuenta la mitología griega que Casandra, hija de Hécuba y Priamo, reyes de Troya, fue sacerdotisa de Apolo, con quién pactó, a cambio de un encuentro carnal, el don de la profecía. Luego de obtener estos poderes, sin embargo, rechazó el amor del dios que viéndose traicionado la maldijo escupiéndole en su boca y sometiéndola a seguir teniendo el don de la profecía pero sin que nunca nadie le creyera. Fue precisamente Casandra, quién anunciara la caída de Troya, el problema es que la profecía se cumplió y nadie le creyó.

En nuestras organizaciones, así como en nuestras carreras, nos encontramos, permanentemente con casandras que anuncian, a veces con argumentos no carentes de verdad, a veces con fatalismo (personalidades tóxicas para quienes siempre el apocalipsis está cerca), un cambio de ciclo que todo lo altera y que modifica las variables de una industria, de una carrera o de una profesión para siempre.

Lo cierto es que, frecuentemente, una de las cinco fuerzas que Porter anunciara como determinantes de una industria, y que de igual manera aplican a nuestras profesiones, anuncian, al principio con temblores de pequeña escala, la llegada de un cambio de proporciones descomunales y fuerza inusual, que altera para siempre las variables antes contempladas, cambia las leyes de la competencia y deja no solo en el camino un panorama desolador de muerte y dolor, sino que cambia para siempre la ecuación entre ganadores y perdedores.

En la historia empresarial lo hemos visto muchas veces, algunas de ellas de la mano de cambios tecnológicos de gran magnitud y que describe en su libro Andie Grove, quien fuera por mucho tiempo el CEO de Intel: la llegada del sonido al cine que dejó ahí sí, mudos para siempre, a varios actores e impulsó la carrera de otros como Greta Garbo; los cambios en los gustos del consumidor en el sector automotriz optando por la variedad en los modelos que relegó al hasta el entonces dominante Ford e impulsó a GM; la introducción del sistema de contenedores que cambió la industria naviera, sepultó los puertos de Nueva York y San Francisco e impulsó los de Singapur y Seattle; la llegada del computador personal que llevó al cementerio a Digital Equipment, impulsó a Compaq y cambió las reglas del juego, a su vez, del negocio de memorias impulsando a Intel y sus micro procesadores.

En fin, la historia es larga: momentos en donde un cambio de fuerza inusitada nos obliga a creer en nuestros instintos y a tomar decisiones  radicales en poco tiempo, reconstruir nuestros procesos, sepultar, a veces, algunos de nuestros negocios, y enfocar todas las baterías para sacar adelante aquellos en donde creemos están las opciones de futuro. Son, como dice Grove, esos momentos en el tiempo en donde se crean puntos de inflexión: cuando la curva pasa de cóncava a convexa no hay marcha atrás, pero si no tomamos decisiones, estamos condenando la operación a la muerte rápida.

Este racional, aplica de manera idéntica a nuestras carreras profesionales. Bien sea que seamos empleados o independientes, su carrera es literalmente su negocio y usted es su CEO. Las fuerzas del mercado operan de igual forma, y es en el cómo analizamos esas fuerzas, y en qué tipo de decisiones tomamos frente a ellas, como finalmente logramos darle viabilidad futura a nuestras habilidades y construimos nuevas que nos den competitividad, o por el contrario, nos mantenemos encima de una ola que está muriendo y nosotros con ella sin posibilidades futuras de salir ilesos.

El negocio de “uno”, del cual usted es su gerente, está sometido a puntos de inflexión y algo en lo más profundo de nuestro ser lo sabe y muchas veces nos hacemos, francamente, los idiotas. A diferencia de los negocios, que cuentan con más recursos, en este caso, desafortunadamente, todo recae en nuestros hombros. La historia está llena de ejemplos: los tejedores ante la industrialización del algodón o los fabricantes de arneses ante la llegada del automóvil y así, amoladores, tostadores de café, lecheros, operadores telefónicos, revisores de tranvía, carboneros,..en fin, son miles las historias de cambio forzado, las más de las veces, hacia oficios de menor calidad e ingreso.

No sé si estemos ante un cambio de ciclo de estas dimensiones, no tengo elementos científicos para validarlo, pero si he de creer en mi intuición, creo que sí. Había temblores incluso antes de la pandemia: nuevas tecnologías, cambio de canales de compra, la fuerza de lo digital, cambios de hábitos en el consumidor y para rematar una cuarentena que nos obliga a ser virtuales, a vivir con menos, y a pensar en volver siendo distintos a un mercado que exigirá de nosotros nuevas habilidades.

La inteligencia artificial, el comercio electrónico, el bitcoin, el blockchain,la transformación digital, la manipulación genética, la realidad aumentada, el internet de las cosas, la big data, la automatización robótica, la impresión 3D,.. en fin, una gran cantidad de nuevas formas de hacer las cosas que están demandando talento con nuevas capacidades en todas y cada una de las funciones de una empresa: de eso si doy fe. Un mundo nuevo, un punto de inflexión que demandará de toda nuestra disciplina y creatividad.