JULIO ANDRÉS ROZO GRISALES

El mercado de carbono: un negocio verde con futuro en Colombia

Dado a que el cambio climático ya es una evidente realidad y las emisiones de gases de efecto de invernadero (GEI) se erigen como el contendiente a derrotar, una alternativa para reducir tales emisiones, procurar la conservación de los ecosistemas (bosques, manglares, por ejemplo), es el mercado de carbono.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
11 de abril de 2019

Ana Milena P., Susana, Mauricio y demás colegas: los parafraseo y por eso esta columna no va a dedicada a ustedes, ustedes saben mucho más de lo que yo podré explicar en estas líneas. Más bien, está dedicada para aquellos que con gran curiosidad me han escrito y se preguntan “¿qué es, cómo se come, hay o no hay oportunidades?”. Quiero hacer pedagogía básica y aprovecho este espacio para hacerlo. Por ello me esforzaré en escribirla en un lenguaje como el que me gustaría a mi leer cuando me hablan sobre blockchain o datamining (de lo cual entiendo un pepino aún, para no decir carajo).

La respuesta es sencilla: sí hay oportunidades en el futuro y para aprovecharlas, es necesario ir sumando conocimiento e ir construyendo el mismo mercado paso a paso. Voy a empezar por explicar el concepto de manera sencilla y posteriormente algunas reflexiones.

¿Qué es el mercado de carbono?

Es una oportunidad de negocio en donde alguien que emite GEI (un país, una industria, una empresa) compensa sus emisiones por medio de la compra de unos bonos que se usan para financiar proyectos en otra parte y que contribuyen a reducir o capturar los GEI. Pero ¿qué tipo de proyectos son estos? Pues proyectos de reforestación en donde antes había selvas, de eficiencia energética en el sector transporte como el Metro de Medellín o incluso en los proyectos de reciclaje (porque sí, cuando la “basura” o residuos orgánicos se descomponen, se emiten GEI).

Un ejemplo: Alguien monta una plantación forestal en el Guaviare, en donde está además una comunidad trabajando ese terreno y derivando un ingreso por ello, luego va a la zona un actor verificador y valida que en esa plantación se reducen o capturan 20 o 200 mil toneladas de carbono (lo hacen con unas metodologías establecidas), se da un aval y de ahí el proyecto emite los bonos que son validados por las entidades oficiales. Estos bonos se transan y son comprados por alguien que, debido a que emite GEI, necesita compensar sus emisiones. Le prometo que si lo lee de nuevo con detenimiento lo entenderá mejor. Se que son de esas cosas que hay que explicar con alta plastilina.

¿Hay oferta y hay demanda? Siempre la ha habido, y más si se tiene en cuenta que en promedio nuestro país emite casi 240 millones de toneladas de GEI anualmente. Es decir, hay una necesidad por reducir y capturar estos gases.

No obstante, pocos habían escuchado sobre este mercado antes y empiezan a escuchar sobre él de manera coqueta pero sin saber cómo entrar todavía (de ahí la solicitud de varios de ustedes por escribir esta columna). Muchos se preguntan: ¿y mis árboles sirven? ¿y mi finca sirve?, en fin, ¿dónde está el billete? La razón por lo que esto es nuevo y empiezan a emerger estas preguntas, es porque apenas desde el año pasado, el 2018, llegó una sorpresa a Colombia que hizo más visible e interesante este mercado: una regulación.

Así es, si no hay ley, la gente no se mueve, dicen los más cartesianos (yo soy más kapriano al respecto y no dejaré nunca de creer en la voluntad del ser humano por cambiar sin ser obligado).

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Sí, una regulación: así como varias personas me comentan con tono inquisidor “que le pongan multas a aquellos que usan el plástico”, así sucedió con el carbono (sin intención, ni tono inquisidor). Fue en el 2017, cuando el Decreto 927 salió al aire, que esto empezó a moverse y las empresas (que principalmente consumen combustibles líquidos) empezaron a encontrar dos opciones: o pagar el impuesto por las emisiones que generan a partir del consumo de combustibles líquidos, o moverse voluntariamente a financiar proyectos que logren reducir las emisiones de esos millones de toneladas de GEI que generan. Así de sencillo, el decreto empezó a mover el mercado y con ello se abren los ojos y el interés por este negocio.

En otras palabras, ya empieza a haber demanda (interés por comprar estos bonos que respaldan los proyectos), pero sigue faltando generar una oferta chevere de proyectos como los mencionados anteriormente. Y ahí es donde hay que trabajar. Así que vamos a ver algunos cómos.

Los cómos

1. Formación de más talentos (expertas y expertos). Aquí, con Ana María Holguín de la Universidad Pontificia Bolivariana tuvimos una interesante conversación alrededor de la siguiente pregunta: ¿cómo logramos que los jóvenes se interesen más y encuentren atractivo estudiar y formarse en áreas tan necesarias para el desarrollo sostenible del país? 10 puntos por estar cuestionándoselo y trabajando por ello, Ana.

En definitiva, si no contamos con personas que desde lo técnico nos ayuden a entender cómo desarrollar este mercado de manera más eficiente y sobre todo, replicable (recuerden que son 65 millones de toneladas de GEI año), va a ser muy complicado que se democratice la oportunidad de negocio.

2. Con talentos tendremos más conocimiento, metodologías pertinentes con los contextos de nuestras selvas, manglares, ciudades, hábitos de consumo e intereses de las comunidades que habitan y desarrollan proyectos y negocios verdes localmente.

3. Más información y pedagogía para que los potenciales compradores de los bonos comprendan que este mercado no solamente le generará un dinero, sino también será una contribución para reducir la pobreza y aumentar la equidad. En resumen: es un gana-gana social.

4. Una vez más, más información y pedagogía para construir confianza en un mercado naciente. Si queremos que la percepción del riesgo entre oferentes y demandantes se reduzca, debemos garantizar claridad en los conceptos, en los modelos de negocio, en lo que sí genera y en lo que no genera dinero. Por ejemplo, me preguntan en Caquetá en donde cuasi-vivo: “voy a conservar este terreno para vender oxígeno”, y pues eso no es así, no crea ese cuento.

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5. Desarrollo de mercados de consumo para los productos que generan las comunidades en donde se implementan los proyectos que capturan o reducen los GEI (ejemplo, copoazú, castaña, etc.). Si esto no se garantiza, los proyectos de reducción de emisiones serán un pañito de agua tibia en el mediano y largo plazo. Si la gente no ve dinero a partir de la venta de sus productos en estos proyectos de conservación, terminarán bajándose del bus y el reto de combatir la deforestación seguirá persistiendo. Aquí quiero llevarlos a leer mi otra columna sobre las oportunidades de negocio que estamos dejando de percibir al no enfocarnos en la demanda y tendencias de consumo emergentes:

6. Desarrollo de mercados (con incentivos tributarios) para generar productos y servicios en sectores no forestales como el de las energías renovables y la eficiencia energética. Si esos mercados existen y si hay demanda, aumenta el interés y la intención por el desarrollo de este tipo de proyectos. Por ende, habrá más chances para el mercado de carbono.

Estos seis puntos pueden ser 17 de una lista que saqué, pero no los voy a saturar. Aquí le pongo freno de mano a la columna porque no me quiero extender. Si ya logré despertar su atención sobre este tema, ahora sí los remito con algunos colegas que los encuentran en la Asociación de Actores del Mercado Colombiano de Carbono (Asocarbono) para que comprendan más sobre los cómos, procedimientos, los modelos de negocio, que si sus 20 hectáreas sirven para este sector o no, otros conceptos como “adicionalidad”, REDD+, los co-beneficios, etc., etc.,

Un abrazo amigos y sigamos trabajando por la sostenibilidad de nuestro país.

Hasta el próximo jueves.

@julioandresrozo

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