GUSTAVO RIVERO

El falso sueño americano

Los estadounidenses ricos subestiman la importancia de dónde se nace.

Gustavo Rivero, Gustavo Rivero
26 de octubre de 2018

La idea de que todos los recién nacidos estadounidenses tienen las mismas oportunidades de disfrutar de una buena vida es falsa. De hecho, es una opinión popular en todo el país. Y es una de las razones por las que los debates sobre impuestos en Estados Unidos son tan acalorados.

Los padres más ricos pueden permitirse enviar a sus hijos a las mejores escuelas y universidades y pueden ofrecer apoyo financiero para la vivienda y otros gastos.

Por estas y muchas otras razones, el dónde y el de quién se nace son factores determinantes de los resultados de la vida. La Universidad de Ottawa dice que es posible predecir el 50% de la variación en los salarios de los hijos en Estados Unidos al observar los salarios de sus padres una generación antes.

Esto se compara con menos del 20% en el caso de países relativamente equitativos como Finlandia, Noruega y Dinamarca. En EE.UU., más de la mitad de los hijos nacidos de padres en el decil superior de ingresos no bajan del octavo decil, mientras que solo la mitad de los descendientes de padres del decil inferior ascienden más allá del tercer decil.

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Según The Economist, dos tercios de la distribución de los ingresos globales pueden explicarse simplemente observando dónde vive la gente. Los datos del Banco Mundial reflejan que el consumo mensual promedio del 10% más rico de Tanzania es de US$173; en el decil más bajo de Estados Unidos, es de US$226.

El hecho de que no haya superposición en el consumo entre los deciles de los dos países no se debe a que los tanzanos hayan tomado malas decisiones de vida, sino a que viven en un país pobre. Nacer en Estados Unidos vale mucho porque significa que has ganado la lotería del nacimiento entre los países.

Sin embargo, eso no es lo que cree la mayoría de los estadounidenses. Las encuestas de Pew Research Center sugieren que el 57% no está de acuerdo con la idea de que “el éxito en la vida está determinado en gran medida por fuerzas que están fuera de nuestro control”. Este dato es considerablemente más alto que el promedio global y se compara con el 31% de desacuerdo en Alemania, por ejemplo.

En la Universidad de Connecticut observaron los resultados de las encuestas y descubrieron que las personas ricas de Estados Unidos estaban más inclinadas a creer en la meritocracia, mientras que las personas pobres enfatizaban el papel de la suerte.

El patrimonio neto promedio de un congresista es de algo más de US$1.000.000 vs. un patrimonio neto nacional de cada hogar estadounidense de unos US$56.000.

Según el semanario británico, existen soluciones políticas sencillas que pueden reducir la desigualdad de oportunidades al nacer. Una de ellas es la tributación.

En la Universidad de Carolina del Norte observaron la participación en los ingresos del 1% superior en todos los países ricos desde 1960 hasta 2012.

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Encontraron que el aumento de la tasa impositiva máxima reduce la participación del 1%. El aumento de los impuestos reduce la desigualdad y una mayor equidad se asocia con una menor herencia de las desigualdades. No obstante, en mi opinión, esto debe hacerse con filigrana para evitar confiscatoriedad y fuga de capitales.

De hecho, en el club de la Ocde, los ingresos fiscales de Estados Unidos representan el 26,4% del PIB, el quinto más bajo. Eso se compara con un promedio de la Ocde del 34,3% y es superior al 40% en muchos países con baja desigualdad heredada, incluidos Suecia y Dinamarca. La clave está en atinar con el nivel óptimo de desigualdad, ya que el extremo opuesto es aún más nocivo.

¿Por qué el 1% más rico de los estadounidenses se lleva el 20% del ingreso nacional, pero el 1% más rico de los daneses sólo el 6%? ¿Por qué los británicos ricos han visto que su participación en el ingreso nacional se ha duplicado desde 1980, mientras que la participación de los ricos holandeses no se ha movido? Adjunto este interesante gráfico de The Conversation: