RAÚL ÁVILA FORERO

El censo del mercado laboral

Las variaciones demográficas que se revelaron recientemente con el último censo nacional desplegado por el Dane dan mucho de qué hablar. Especialmente, cuando se trata de la dinámica que podría tomar a futuro el entorno laboral, en la medida en que cambien las dinámicas poblacionales. ¿Qué puede pasar?

Raúl Ávila Forero, Raúl Ávila Forero
18 de noviembre de 2019

Dentro de los campos de análisis con mayor incertidumbre y sensibilidad, el mercado laboral es uno de los más discutidos no solo por expertos o hacedores de política, sino también por la ciudadanía en general. Aunque variados de los conversatorios económicos de perspectivas de cierre de año en el país apuntan a una recuperación progresiva de la economía, desde varios frentes los analistas se preguntan por qué el mercado laboral no va por el mismo camino.

Cifras recientes han mostrado que la tasa de desempleo nacional ha tenido incrementos significativos en los últimos meses. En el segundo semestre anual hemos vuelto a una tasa del desempleo de hasta el 10,8 %, cuando hace un año nos vanagloriábamos de mantener tasas de un dígito. Sin embargo, para tener una mayor claridad sobre el panorama laboral de nuestro país, vale la pena revisar datos estadísticos complementarios de entidades oficiales.

Fedesarrollo es uno de los centros de investigación más fuerte en estos temas, y ha logrado reconocimiento por sus estudios, publicaciones y debates que derivan en prospectivas económicas de calidad. Dentro de sus análisis, mantiene actualizado un Informe Mensual del Mercado Laboral que recopila datos y proyecciones de interés con una sólida base de información.

En este caso, en el informe: Principales resultados del Censo 2018 y sus implicaciones sobre el mercado laboral con cifras tomadas del Censo Nacional del Población y Vivienda (CNPV) que realizó el Dane, el think tank desplegó una buena base para analizar la variación de diversos fenómenos demográficos que ha tenido nuestra población, relacionando qué tanto han mejorado o empeorado las condiciones de vida bajo este marco. 

Por ejemplo, es notorio el mayor envejecimiento de la población que se superpone, incluso, a una menor tasa de natalidad. Es decir, dentro de los últimos 13 años la proporción de la población entre 0 y 24 años se ha reducido, mientras que la población adulta y longeva tiene un mayor peso en la estructura poblacional actual, aspecto que demuestra una menor tasa de mortalidad frente al censo de 2005.

En ambos censos se mantuvo la tendencia de un mayor porcentaje de mujeres sobre hombres, obteniéndose para 2018 y total del 51,1% de mujeres y el 48,8% de hombres. Sin embargo, la variación de la población en edad de trabajar ha tenido dinámicas mucho más interesantes que tendrán, a corto y mediano plazo, un efecto en el mercado laboral considerable.

Mientras que en 2005 la población entre los 15 y los 64 años correspondía a un 62,9 %, en 2018 este mismo segmento tuvo un porcentaje del 68,2 %. Así, la proporción de personas en edad de trabajar viene siendo cada vez mayor que la población que se considera dependiente como los niños y los adultos mayores; una etapa que Fedesarrollo la cataloga como “bono demográfico”.

En esto, el índice de dependencia demográfica se ha reducido de manera significativa. Este indicador mide principalmente la carga económica que tienen en promedio las personas que están en edad productiva. No obstante, el hecho de que el crecimiento en la participación de los adultos mayores, en la estructura poblacional, sea superior a la disminución en la participación de la población más joven, puede involucrar en el mediano plazo un aumento en la relación de dependencia.

Ello también implica que en el largo plazo serán menos las personas jóvenes que entrarán en el mercado laboral, por lo que el índice de dependencia aumentará, y con creces. Por ende, si hay una menor inserción desde los jóvenes, mientras más adultos mayores dejan de participar en este, es indudable que la oferta laboral se reducirá. Por ende, el centro de pensamiento proyecta que esta menor fuerza laboral incidirá en un menor crecimiento económico, y en una disminución en las contribuciones a la seguridad social.

En ciertas regiones del país, este efecto se sentirá diferente en lugares como la Amazonia y la Orinoquia, por tener una relación de dependencia más alta frente a otras regiones, gracias a una proporción más amplia de niños y jóvenes. Lo mismo experimentarán departamentos de otras regiones como Chocó, Magdalena y La Guajira. 

Pero, aunque se crea que esto puede retardar la reducción de la oferta laboral en estas regiones, la realidad es que también puede presentarse una mayor migración rural-urbana por la concentración de mejores oportunidades en los cascos urbanos. Aspecto que, incluso hoy en día, tiene una incidencia adversa en el desarrollo y progreso de estas regiones.

Cabe resaltar también que el envejecimiento poblacional traerá consigo otro tipo de demandas, por ejemplo en sectores como el de la salud. Según Fedesarrollo, los empleos para médicos y enfermeras tendrán una tendencia al alza. Mientras que un segmento poblacional joven más pequeño, dará la oportunidad de mejorar la política educativa nacional, no solo en cobertura sino también en calidad. De hecho, mantener el equilibrio en esto último es todo un reto para nuestro país.

Por último, el excelente análisis del think tank muestra que las condiciones migratorias se proyectan como compensatorias al envejecimiento de la población de Colombia, dado que según cifras de último CNPV, los inmigrantes internacionales se encuentran en un rango de edad entre los 20 y los 29 años. Pero en esto, hay que mantener políticas laborales que no repercutan en una reducción de la oferta de empleo para los colombianos dado que, según quejas generadas, muchas veces contratan inmigrantes porque trabajan por horas, en jornadas más extensas y/o por menos del salario mínimo. Entonces, ¡pilas con las malas mañas que aumentan la informalidad!