JOSÉ MIGUEL SANTAMARÍA

El campo envejece

Uno de los problemas más graves de esta pandemia es que nos olvidamos de la gran cantidad de retos y problemáticas que tenemos como país: todo pasó a segundo plano y luego nos vamos a encontrar con una realidad aumentada por no hacer nada al respecto.

José Miguel, José Miguel
24 de julio de 2020

El campo colombiano está en una crisis terrible por muchísimas razones como la violencia generada por grupos ilegales, por la falta de infraestructura y por la falta de inversión en educación y salud, pero, sobre todo, por no tener una política clara de qué queremos que sea nuestro campo. Mientras económicamente es importante la industrialización, los grandes proyectos para ser eficientes y poder competir en exportaciones, vemos corrientes ideológicas que buscan que el campo se convierta en pequeñas parcelas de pan coger, donde se hace complicado ser competitivo. 

Durante nuestra historia ha habido muchos proyectos agrícolas exitosos, empezando por el café, después vimos todo el ejercicio de la floricultura, de la palma, del caucho, y por último hemos visto el crecimiento de la producción de aguacate Hass. Para todo esto se necesitan grandes extensiones para ser rentable y tener unos muy buenos estándares de calidad para vender a buen precio. 

Las últimas dos semanas, por cuenta de la pandemia, estoy por fuera de Bogotá y me he puesto en la tarea de ayudar a los más necesitados: con un grupo de amigos hicimos una vaca y estamos regalando mercados en diferentes municipios de Cundinamarca y me he encontrado con una realidad muy dura: en el campo hay cada vez menos jóvenes. 

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La explosión de nuevas tecnologías, el internet, el celular y, por supuesto, las redes sociales hacen totalmente imposible que los jóvenes se queden en el campo; ahí no tienen conectividad y, cuando la tienen, se dan cuenta de lo que están dejando pasar y de hacer. 

Si existe una gran diferencia de calidad de vida entre Bogotá y municipios aledaños pequeños, es peor la diferencia como se vive en estos municipios y en sus veredas. Además de lo comentado acerca de la edad, me encontré con muchas casas de bareque, en condiciones muy malas y en la mayoría de los casos sin baños. Un país como Colombia que se precia de estar en la Ocde, de ser la cuarta economía de Latinoamérica, no puede tener esta situación. Si no se le mete plata al campo, nunca vamos a poder aprovechar las riquezas que decimos tener. 

Me encontré, adicionalmente, con otra realidad: estamos en cosecha de mandarina. En todas estas veredas pululan los árboles repletos de producto; no tienen cómo vender la cosecha; se está pudriendo y dañando, porque no tienen cómo comercializarla, y las vías están en muy malas condiciones. 

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Estos municipios muy poco les ayudan a las veredas, en parte por no tener suficientes recursos, pero también porque ahí no están los votos, que es lo que necesitan para mantener el poder local y regional. Como ven, tenemos que cambiar muchas cosas para ayudarle a nuestro campo; lo principal: políticas públicas coherentes para su desarrollo.