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El agro en Colombia: una mina de oro

Debemos tomar en serio al campo colombiano redoblando esfuerzos para, no solo ampliar la extensión de suelo cultivada, sino impulsar el desarrollo de las hectáreas ya sembradas. Colombia tiene el potencial para ser uno de los 7 países en donde se siembre el 50% del crecimiento de la producción de alimentos del mundo.

David Barguil
10 de abril de 2016

Apoyar el desarrollo productivo y mejorar la competitividad del agro colombiano es impostergable. En medio de una situación económica tan difícil para el país, hechos recientes como el comportamiento de nuestras exportaciones confirman que el sector agropecuario y la agroindustria tienen el potencial de crecer. Además, apostarle a la diversificación de nuestro aparato productivo a través del desarrollo agroindustrial puede ser una estrategia transversal cuyos efectos aporten en la solución de problemáticas macroeconómicas tan complejas como el desempleo y el déficit en nuestra balanza comercial.

Hoy existe un consenso en torno a que la reducción de los precios de los hidrocarburos y minerales exportados por Colombia es de carácter permanente, y a que el país debe reconfigurar su producción y oferta exportable. En este contexto, no podemos pasar por alto que el sector agroindustrial está ofreciendo alternativas.

Aunque el Gobierno Nacional anunció a finales del año pasado el lanzamiento de un plan de sustitución de importaciones agropecuarias que luego vino a llamarse “Colombia Siembra”, lo cierto es que este programa hasta ahora está arrancando y está muy lejos de ser el vehículo que transformará al agro en lo que fue en su momento la locomotora minero-energética. Ampliar el área sembrada del país en 1 millón de hectáreas para sustituir 5 millones de toneladas de alimentos importados es una cifra importante, pero dista de ser la estrategia de desarrollo que el país necesita para sustituir el déficit de más de 9 mil millones que nos dejó la caída del precio del crudo en nuestra balanza comercial.

A pesar de la ausencia de políticas gubernamentales sólidas que promuevan la productividad del sector, el desempeño de las ventas agropecuarias, de alimentos y bebidas al exterior viene siendo más que notable. Mientras que en febrero las exportaciones del país disminuyeron en un 26,7% frente al mismo mes del año anterior y en 12 meses acumularon una contracción del 34,7%; las ventas al exterior de productos agropecuarios,  alimentos y bebidas crecieron un 46,1%, mitigando la abrupta caída de otros rubros.

Colombia tiene el potencial para ser uno de los 7 países en donde se siembre el 50% del crecimiento de la producción de alimentos del mundo. Transformar está visión en realidad, no obstante, implica que debemos tomar en serio al campo colombiano redoblando esfuerzos para no sólo ampliar la extensión de suelo cultivada, sino proveer a las 7,1 millones de hectáreas, que ya son productivas, y al millón que se espera sembrar, de sistemas de riego eficientes, acceso a vías e infraestructura de calidad y mejores precios de los insumos agrícolas.     

El sector agropecuario y agroindustrial ha demostrado su potencial y resiliencia al jalonar las cifras de exportaciones pese a la falta de acceso a bienes públicos y los altos precios de los insumos agrícolas, que se han incrementado con la subida en el precio del dólar. Debemos ver con nuevos ojos a un sector que no sólo puede garantizar nuestra seguridad alimentaria sino que además podría suplir gran parte del crecimiento proyectado de la demanda mundial de alimentos.

 La apuesta por la diversificación de nuestro aparato productivo a través del desarrollo agroindustrial tendría un enorme impacto sobre el empleo, alejando los nubarrones de una tasa de desempleo de dos dígitos. El agro y su industria son además las herramientas necesarias para promover el desarrollo económico en las regiones, mejorar los ingresos en las zonas rurales, reducir la brecha de pobreza y en consecuencia reducir los índices de desigualdad que siguen siendo tan marcados en nuestro país. El agro en Colombia es esa mina de oro que no se ha sabido aprovechar.