GUILLERMO VALENCIA

EE. UU. vs China, una ciberguerra fría

El país que controle las infraestructuras digitales será el ganador de esta confrontación que se librará en el ciberespacio.

Gustavo Valencia Patiño, Gustavo Valencia Patiño
12 de marzo de 2019

Mucho se ha escrito sobre la guerra comercial que sostienen EE. UU. y China. Sin duda, el ascenso del segundo ha puesto en aprietos el dominio hegemónico que el primero ha tenido desde la segunda mitad del siglo XX. Al mejor estilo de Atenas y Esparta, esta trampa de Tucídides se produce en un momento en el que China se prepara para esta carrera de resistencia a partir de la tecnología.

No nos hagamos ilusiones: la visión reduccionista entre libre comercio y proteccionismo nos esconde un hecho mucho más abrumador.

Basta con saber que la economía en internet es mayor que la respaldada por cualquier Estado soberano. En efecto, es más grande que EE.UU., China y la eurozona juntos. Por eso, la forma en que los Estados elijan manejar internet jugará un papel fundamental en la determinación de las nuevas reglas del comercio global.

No es de extrañar que una de las decisiones que han tomado EE. UU. y la eurozona, ante el crecimiento inexorable de internet, sea aplicar leyes antimonopolio y privacidad a Google, Facebook, Amazon y Netflix. El resultado es una contención del crecimiento de estas empresas, y de paso la descentralización de internet.

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Un escenario así es positivo porque permite que se desarrollen los ecosistemas de investigación de Blockchain y otras tecnologías que propendan por la descentralización de procesos. No obstante, otros vientos soplan en China.

Una guerra digital centralizada

La nación de Xi Jinping ha desarrollado un ‘Gran hermano’ basado en el reconocimiento facial y la clasificación de ciudadanos. Es decir, ha digitalizado y reducido costos para crear un aparataje de vigilancia más avasallador que el de la Unión Soviética o la Rumania de Nicolae Ceau?escu.

Este incremento de la vigilancia interna es síntoma de un partido comunista chino ávido por controlar a los gigantes Alibaba, Tencent y Baidu. Para este, el dominio de estas empresas permite centralizar su control político.

Lo paradójico es que construir un sistema centralizado y monolítico no es garantía de sostenibilidad. De hecho, la centralización extrema produce fragilidad, y por encima de todo altos costes.

China sabe que en este juego de transacciones jerárquicas, y muy costosas, la solución está en la inteligencia artificial (IA), con la cual reducirá los costos de transacción centralizados. De esta forma se alistará para definir su posición en una confrontación digital.

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Durante la Primera Guerra Mundial, el control de los océanos fue apremiante; la Segunda vio como vencedor al dueño del espacio aéreo; y en la Guerra Fría, las comunicaciones satelitales y el armamento nuclear fueron objetivos a alcanzar para ambas potencias.

Hoy, el campo de batalla está determinado por las capacidades que cada bando pueda tener para sostener una ciberguerra durante el siglo XXI. China ya está haciendo su carrera para crecer en este campo y su inversión en la tecnología, relacionada con este tipo de soluciones, la pondrá a la cabeza.

Queda la pregunta: ¿Cuánto tiempo tardará en superar a EE. UU. y cómo responderá esta potencia?  

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