OPINIÓN ONLINE

Educación: lenguaje, odio y paz

En la discusión de la paz ha primado la guerra, basta con observar el lenguaje en redes sociales como Facebook o Twitter para sorprenderse de la beligerancia verbal y las frases ofensivas de odio o amenaza, se llega hasta el maltrato al otro en la defensa o no del proceso de paz.

Ángel Pérez
2 de septiembre de 2016

En tiempos de paz reclamo del sector educativo repensar el uso y la importancia del lenguaje. Los docentes son ejemplo en el uso del lenguaje frente a la comunidad educativa, pero de manera especial frente a los más de 12 millones de niños y jóvenes que van a diario a las instituciones escolares.

No hay duda que ya es ganancia para este país que la paz sea un hecho social y político de magnitudes inimaginables. A pesar de vivir más de 60 años en guerra, a la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades la guerra nunca los tocó. Luego, para el desarrollo de la democracia y el futuro del país es un éxito lograr que los colombianos se interesaran por la paz y que hoy estemos ad portas de un plebiscito en el cual tendremos la oportunidad de expresar el apoyo o no a los acuerdos, y sin duda, también a la paz.

Sin embargo, este gran hecho social y político nos desnuda como sociedad, en la discusión de la paz ha primado la guerra, la confrontación y el odio en sectores educados y dirigentes, basta con observar el lenguaje en redes sociales como Facebook o twitter para sorprenderse de la beligerancia verbal y las frases ofensivas de odio o amenaza, se llega hasta el maltrato al otro en la defensa o no del proceso de paz.

El profesor Abel Rodríguez, exsecretario de Educación de Bogotá, en reciente foro sobre la paz y la educación, expresó su preocupación sobre como el sector educativo en las escuelas y en las aulas reproduce este lenguaje de la guerra, el del ojo por ojo, el del diente por diente, el de la confrontación y la violencia verbal que proviene de las familias o de los entornos violentos, con los cuales conviven parte de los estudiantes y que exacerban algunos medios de comunicación: palabras como desertar, combatir, frentear, exterminar, aniquilar, mortandad académica y frases asociadas a irrespeto, grosería, odio y ofensas asociadas a descalificar al otro o ridiculizarlo por torpe o bruto (lo menos que se dice)  llegaron a la escuela y se quedaron.

Sin embargo, si los acuerdos de la Habana son un punto de partida para alcanzar una paz duradera y estable requerimos con urgencia lograr que la escuela establezca acciones educativas donde prime una cultura de la paz y la convivencia a partir de establecer Proyectos Educativos Institucionales, PEI, centrados en estos bienes superiores de la vida humana. En el PEI se debe reflejar la intención del uso del lenguaje como parte de una cultura formadora en paz y como eje ordenador de los diálogos y las expresiones entre maestros y estudiantes (de manera especial entre estos últimos) producto de una inteligencia razonada, y ojalá de sensibilidad humana, mediante la cual se escucha y se comunica en la escuela. Insisto, una de las pocas instituciones capaz de cambiar imaginarios colectivos es la educación.

La paz es un hecho social, la cual aceptamos de manera razonada en nuestra Constitución como un bien supremo, donde el uso del lenguaje es fundamental para su garantía y supremacía.  Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje sostiene que el lenguaje nos constituye, en la medida que “el lenguaje nace de la interacción social entre los seres humanos y que todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico. El lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas. Este postulado abandona la noción que reduce el lenguaje a un papel pasivo o descriptivo”. Lo anterior significa que el uso del Lenguaje puede ayudar a generar una cultura y una forma de ver y entender la paz, también una particular forma de ser, no desde la confrontación o la guerra, sino desde el respeto por el otro, por lo que piensa y dice (aceptación del otro como un ser diferente de mí), con la posibilidad de responder, pero sin agresión (Humberto Maturana llama a esto amor), en parte esta será una mejor paz.

Una sociedad donde la paz sea posible debe formar y ser ejemplo en un lenguaje que destaque las virtudes humanas (juicios e ideales que aseguran mejor paz y convivencia), o como sostiene la propuesta de la Red de Educadores por la Paz: “educar para potenciar los valores del diálogo, lo cual significa educar para la mediación; educar para la comprensión y el manejo positivo de los conflictos; educar para el desarrollo del espíritu crítico y; educar para el ejercicio de la responsabilidad individual y social (autolimitación). Por lo anterior, en un escenario de paz estable y duradera la educación tendrá enormes responsabilidades, no será fácil cambiar la actitud guerrera de nuestra sociedad.

Un buen ejemplo de virtud humana es la frase del músico carranguero Jorge Velosa: “Lo poco que cuesta un tiple y lo bonito que suena, lo mucho que cuesta un rifle y lo feroz que truena”