CLAUDIA VARELA

Edadismo: liderando sin discriminación

El edadismo es la manera de estereotipar y discriminar a personas o comunidades por razones de edad. Alrededor de esto se ven muchas creencias, sesgos y valores que justifican tener procesos discriminatorios explícitos.

Claudia Varela, Claudia Varela
10 de julio de 2020

"Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario".

Arthur Schopenhauer

A pesar de que la sociedad se está volviendo más vieja, es claro que no nos gusta la vejez. No solo la ocultamos sino la discriminamos. Los jóvenes se sienten inmortales y los más viejos un estorbo.

Hace poco estaba haciendo una mentoría a una mujer de 53 años que ha sido exitosa profesionalmente. Me habló durante largo rato de lo buena que ha sido, de los increíbles cargos que ha ocupado en su vida laboral; todo lo basaba en su pasado y hacía énfasis en la poca falta de reconocimiento que sentía de su jefe. Cuando le dije que no se preocupara, que el mundo era más amplio que su empresa actual, dijo entenderme, pero cerró con una frase que me entristeció: “a mí a esta edad ya nadie me contrata”.

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En estos momentos de pandemia y dificultades sociales, ha habido muchísimo ruido sobre los “abuelitos” y el cuidado que hay que tener con ellos, ya que, de lo poco que conocemos del virus, ellos son ante la enfermedad una población más vulnerable. Pero realmente a muy pocos el problema les toca la fibra, porque, de nuevo: si tenemos la vitalidad de los 30 y los 40, nos sentimos inmortales.

Es muy posible que muchos hayamos visto casos de edadismo en nuestra vida profesional y personal, pero el concepto está tan normalizado que también es muy posible no darse cuenta de que es un tipo de discriminación.

Hoy, cuando hay hasta una tutela rodando en el ambiente y una simpática “revolución de las canas”, es bueno tener la reflexión como gerentes: desde las empresas, ¿cómo estamos tratando a los más adultos? ¿Cómo trabajamos el concepto de madurez o envejecimiento?

Yo he escuchado en varias ocasiones chistes “normales” y de mal gusto sobre la gente mayor: “es que usted ya no sabe de eso porque está viejo”, dicen. Son comentarios que se normalizan, porque en la vida laboral la productividad parece validarse solo hasta los 40 años.

Hace poco conocí, en una conferencista Ted Talk increíble, a una autora y activista de un movimiento que se llama Age Pride; su nombre es Ashton Applewhite. Ella habla de la realidad del edadismo, y pone algo sobre la mesa que evidencia una verdad que parecemos desconocer: todos tenemos algo en común, y es que vamos a envejecer.

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Así que hay dos cosas para tener en cuenta. La primera es que hay que saber envejecer: las arrugas me parecen una señal de sabiduría, no de falta de belleza. La segunda cosa es que no podemos discriminar a los mayores, porque mañana (más rápido de lo que pensamos) los objetos de discriminación seremos nosotros mismos.

No hay que negar la vejez. Salvador Dalí decía que “muchas personas no cumplen los ochenta, porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta”. Alguien a quien quiero y respeto mucho me enseñó que las almas no tienen edad; creo que las almas tienen sabiduría y el cuerpo es solo un medio que hay que cuidar, pero es el empaque. Así que hay que cuidarlo para permanecer más en este mundo, pero con la consciencia del benévolo pasar de los años y la pérdida de colágeno.

Aceptemos como líderes la diferencia. La inteligencia en la influencia está en el respeto de entender la sabiduría y los años de los demás. El momento de vida que cada uno enfrenta.

Si la discriminación existe, el edadismo existe. Los prejuicios sobre las personas mayores son una realidad y hay que moverse a entender que el mundo será mucho más compartido por personas mayores; es un mercado excelente, es un grupo de población que hay que mirar y, sobre todo, es un grupo de seres humanos en el que todos, si tenemos la suerte, vamos a estar.