MAURICIO BOTERO CAICEDO

Dos décadas de una revolución silenciosa

En Colombia, de poder mitigar los riesgos ambientales y sísmicos asociados con el fracking, no debe haber mayor razón para no trabajar con esta tecnología.

Mauricio Botero Caicedo, Mauricio Botero Caicedo
11 de julio de 2018

La semana pasada se cumplieron dos décadas de una de las revoluciones más importantes en el mundo de la energía: la extracción de gas de esquisto mediante fracturación hidráulica (mas conocido como fracking), una técnica que permite extraer un tipo de hidrocarburo no convencional que se encuentra a gran profundidad literalmente atrapado en capas de roca. Luego de perforar hasta alcanzar la roca de esquisto, se inyectan a alta presión grandes cantidades de agua con aditivos químicos y arena para fracturar la roca y liberar el gas, metano. Cuando el gas comienza a fluir de regreso lo hace con parte del fluido inyectado a alta presión.

La diferencia entre hidrocarburos convencionales y no convencionales es que en el primer caso, “el gas ha migrado desde la roca madre a una trampa petrolífera y una vez perforada esa trampa los hidrocarburos salen a la superficie porque están a presión y en el caso de los hidrocarburos no convencionales como el gas de esquisto, el gas no ha migrado a un reservorio y para extraerlo es necesario fracturar la roca".

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El primer uso comercial de fracking ocurrio en el pequeño poblado de Dish, en el estado de Texas, en la lamada ‘Barnett Shale’. Anterior a la revolución del fracking, la produccion de petróleo en Estados Unidos se encontraba en declive, produciendo menos de 5 millones de barriles al día. Lo logrado ese semana revolucionó con los años el mercado petrolero internacional a tal nivel que el principal productor de petróleo del mundo, con cerca de 11 millones de barriles diarios, es Estados Unidos, seguido de cerca por Rusia y Arabia Saudita.

Pero posiblemente el mayor impacto que ha tenido la revolución del fracking es el relegar al Cartel de Petróleo (la Opep) a un papel subalterno, casi secundario. No sólo el Opep ya no puede amenazar con el imponerle un embargo a los Estados Unidos de no seguir ciertas políticas, sino que el poder de dicho Cartel de imponer precios a su antojo ha practicamente desaparecido. Las amenazas de algunos países de imponer restricciones unilaterales a la venta del petroleo a los yanquis, como el caso de Venezuela e Irán, hoy suenan pateticas y huecas. Los Estados Unidos pueden no ser los dueños absolutos del mercado internacional del petróleo, pero con certeza absoluta han dejado de ser las víctimas.

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Los defensores del fracking argumentan que si bien pueden haber efectos adversos al medio ambiente, la mayoría de estos efectos se pueden mitigar y que el hecho de poder contra con abundante gas ha logrado eliminar el uso del carbón que de hecho es un combustible fósil bastante más contaminante. Más de 200 termoeléctricas en base a carbón y cerca de media docena de plantas nuecleares han sido cerradas en base a la abusndancia de gas a precios competitivos. La realidad es que la economía estadounidense que ha crecido en alredeor de un 40 por ciento en los últimos 20 años, a partir del desarrollo del fracking ha logrado simultaneamente disminuir sus emisiones de ‘gases invernadero’ en un 13,4 por ciento. El gas natural genera 45% menos emisiones de CO² que el carbón y cuesta mucho menos que la actual energía solar y la eólica.

Los detractores del fracking apuntan entre sus principales riesgos la posible contaminación del agua tanto por aditivos químicos como por fugas de metano, el gas que se extrae de la roca de esquisto, y la ocurrencia en ciertos casos de sismos.

En América Latina el país que más avanzado está en el fracking es Argentina, en la reserva denominada ‘Vaca Muerta’. Para las autoridades del país austral, “Los recursos de gas de esquisto de Argentina – los segundos más altos del mundo en términos de gas técnicamente recuperable, estimados en 802 trillones de pies cúbicos – no son algo que se pueda desaprovechar". En Colombia, de poder mitigar los riesgos ambientales y sísmicos asociados con el fracking, no debe haber mayor razón para no trabajar con esta tecnología.

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