ERICK BEHAR VILLEGAS

Desprestigia y triunfarás: por qué no sirve de nada militarizar Bogotá

¿Inseguridad? Entonces militaricemos la ciudad, leí recientemente.

Erick Behar Villegas, Erick Behar Villegas
30 de julio de 2019

A primera vista, en un mundo donde las autoridades son respetadas, podría funcionar esta aspiración en pro de la disuasión, por mera psicología. En Legalland, el país ultralegalista, sin embargo, las cosas son distintas, porque la abstracción de la eufemística teoría del derecho contradice su tendenciosa aplicación en contra de las Fuerzas Militares y Policía. La mística militar en este país pareciera no estar bienvenida en un contexto experto en la búsqueda de chivos expiatorios. 

Con el reciente video del maltrato contra unos militares y el trágico desenlace de la situación, la discusión se volvió jurídica, pero no por ello se puede ignorar la problemática de una autoridad que ha venido siendo desprestigiada. 

Imaginen esta escena: Unos asaltantes la emprenden contra un ciudadano con armas de fuego. Como la legítima defensa en Colombia es un mal chiste, el ciudadano debe agradecer si sale con vida del asalto. Si le hace algo al asaltante, también conocido como la nueva víctima, pobre de él. Digamos que la Policía aún no ha llegado al lugar. Ahora imaginen que un soldado del Ejército Nacional está patrullando y ve lo que sucede. Imaginen que, en el caos y la inseguridad del momento, el soldado dispara contra uno de los asaltantes.

Ahora, el soldado conocerá la verdadera vorágine de Legalland. Verá el coctel de tinterillos, actas, burocracia, miradas extrañas, o, en otras palabras, la antesala de un probable castigo multidimensional. Posible será también que quede preso o con algo de trauma un tiempo, mientras que los asaltantes retoman labores por no representar un peligro para la sociedad. Seguirán los “bizcos” amenazando con herir bebés, y así sucesivamente. Y así vuelve a salir el sol en el horizonte de Legalland. 

La conclusión en todos estos casos pareciera ser que la vida de la víctima, que no está haciendo nada, no es tan importante para el Estado en la práctica. En el papel sí lo es; es crucial, fundamental, etc, etc, con todo el adorno de inútiles artículos que han servido más para dar trabajo a unos y no para respetar la esencia de su tenor. 

Cuando escucho a algunos teorizar sobre las reacciones de los otros, me pregunto si han estado en situación de estrés y nervios extremos, tal y como lo viven nuestros soldados en un olvidado silencio en las remotas regiones. El odio visceral contra los militares en Colombia se convirtió en un discurso para obtener réditos políticos. No digo que no haya ovejas negras en las FFMM, pero no pueden ser el argumento para destruir la reputación de toda una institución. Desprestigia y triunfarás. El problema es que con esa moral algunos quieren gobernar.

En la situación relatada y en todo lo que se parezca a ella, el gran problema es el desincentivo estructural que tienen las Fuerzas Armadas para proteger a los ciudadanos. El cruel rechazo a su trabajo, la ignorancia sobre la mística militar, los ataques generalizados contra todas las FF.AA porque algunos de sus miembros han actuado mal, el hecho que ahora deban cuidar cada palabra que digan, entre otros, hace un daño enorme a la seguridad ciudadana. 

Incentivar tampoco es una opción, como lo demostraron Acemoglu et al. (2018) en su paper sobre falsos positivos e incentivos. Se debe generar un equilibrio fundamentado en el respeto de parte y parte, no el desprestigio generalizando, cuando hay muchos jóvenes que ven en las FF.MM y en la Policía su camino de vida. Hace poco vi como en Twitter había unos indignados porque unos niños se disfrazaban de militares. No entraré en la discusión que tuve durante años sobre estos temas con colegas en coloquios doctorales en donde confluía la sociología militar, la antropología y la economía, porque el tema es complejo. 

Pero no sé si uno de estos tuiteros pueda entender la mística, disciplina y dedicación que implica vestir un uniforme. Acusar a los padres de estos niños desde el desprestigio general contra una institución que ha salvado a este país de otros destinos un poco oscuros, me parece absurdo. Si tienen dudas revisen la operación Libertad 1, sobre todo si les gusta ir a almorzar a la Calera en familia.

Militarizar toda una ciudad plagada de inseguridad solo servirá para hacerle más daño a la moral de nuestros soldados. El sistema legal los perseguirá todas sus vidas si se les ocurre interferir para salvarle la vida a un ciudadano. Quizá lo único que funcione es una baja disuasión para los asaltantes junior, i.e. los que aún no saben que la reincidencia no parece tener grandes consecuencias. Pero en el caso de los delincuentes senior o inclusive los amateurs, militarizar Bogotá servirá para que este país se siga burlando de sus Fuerzas Militares. Esto será tomado por el oportunismo político para promulgar más odio contra ellas. Recuerden que aquí las campañas políticas triunfan vía eufemismos y discursos abstractos. 

La solución está en cambios profundos en el sistema legal para que el desprestigiado y desincentivado sea el criminal mismo. La legítima defensa y la valentía cívica para proteger a otros no tienen nada de legítimo en la aplicación práctica de nuestro marco jurídico. Los seres humanos nos guiamos por incentivos y desincentivos, y antes de darle cancha al oportunismo político que desprestigia a los demás porque en sí mismo no encuentra argumentos legítimos para gobernar, creemos mejor unos fuertes desincentivos para los delincuentes.

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