ERICK BEHAR VILLEGAS

¡Deje de comer tanto en el escritorio!

Sentados frente al computador o el libro, llega la tentación. La textura de la galleta, el chocolate, la torta o el mismo almuerzo nos seduce en pequeños descansos que nos desconcentran del trabajo.

Erick Behar Villegas, Erick Behar Villegas
13 de agosto de 2019

La escena es perfecta. El dulce reemplaza ese corto momento, genera placer, ayuda a procrastinar, y nos engaña un poco mientras golpea al autocontrol. Comer mientras trabajamos puede convertirse en un problema (placentero) y multidimensional.

Los italianos sostienen que sin tentación no hay honor y Oscar Wilde inmortalizó la epicúrea tentación diciendo que podía resistir todo menos a ella en Lady Windemere’s Fan. Estar frente a una pantalla y ver de reojo un dulce, una torta o un chocolate se vuelve un campo de batalla entre la capacidad cognitiva impulsada por el autocontrol, y el ceder ante el placer efímero del futuro engorde.

Almorzar frente a una pantalla o comer mientras uno trabaja hace daño. Por un lado, se afecta la creatividad, la productividad y se exacerban dolores físicos al no permitirle al cuerpo algún movimiento o distracción. Un estudio de Medi-Weightloss Clinics dice que los almuerzos de trabajo impulsan a las personas a comer más de lo normal. Por otro lado, Trougakos et al (2013) demuestran que almorzar con colegas y no desconectarse del trabajo consume nuestra energía, afectando directamente la productividad. 

En la guerra entre el autocontrol y la tentación, algunos experimentos han demostrado curiosidades de la mente humana. Mientras más carga cognitiva tenemos, más rápido caemos en la tentación de una buena torta de chocolate (Friese et al, 2008). Otra curiosidad es que estar rodeado de personas con tendencia a la obesidad puede aumentar la probabilidad de engordarse. En un estudio longitudinal impresionante, llevado a cabo entre 1971 y 2003, se demostró que, si un amigo se vuelve obeso, uno tiene una probabilidad del 171% de caer en la obesidad también.

El mensaje es claro: es importante fomentar el cambio de ambiente y los espacios que impulsen la creatividad. Los experimentos del famoso psicólogo social Roy Baumeister nos muestran que el autocontrol también se desgasta, impulsándonos a controlarnos menos luego de haber hecho algún esfuerzo. También se debe procurar buscar tentaciones que no sean tan graves para la salud y vuelvan el trabajo ameno en equilibrio.

Por ejemplo, en vez de comer chocolate con bajos niveles de cacao, es más conveniente comer chocolate oscuro. El estudio de Socci et al (2017) sobre las capacidades cognitivas luego de consumir chocolate oscuro, muestra como los flavonoides impactan positivamente la atención y la memoria. La miel y los pedazos de panal de la abeja también tienen un impacto parecido, convirtiéndolas en aliadas para tener una mejor concentración y desempeño.

Hay empresas en Canadá que han llegado al extremo de prohibir el almuerzo en el escritorio, porque una cosa es la pequeña tentación del chocolate, pero otra es hacerse un daño sostenido a uno mismo mientras se hunde la productividad. 

Esta realidad ofrece un mensaje a las organizaciones modernas: cambien la forma de ver los espacios y las actividades. Hagan reuniones en otros lugares; hagan talleres, no tanto por llenar un checklist anual, sino por la sencilla idea de brindar experiencias distintas que construyan capital humano. Crean en la ideación y en la forma de motivar a las personas a traer ideas nuevas. Pero no servirá de nada que fomenten esto si al final las bloquean bajo la égida de la tradición. 

No comer tanto en un escritorio nos trae muchos mensajes, sobre todo porque parte de la sabiduría de la ciencia para mejorar nuestras vidas. El día que Legalland le ponga más atención a la ciencia y menos a la artificialidad del derecho que se creó para confundir a todos mientras se ganan batallas políticas, podremos pensar estructuralmente en mejorar la calidad de vida para ser más eficientes.

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