GUILLERMO VALENCIA

De la unión a la divergencia de Europa

La eurozona surgió como una forma de unir a una región que vivió dos guerra mundiales y una larga guerra fría. Hoy, el sistema está en aprietos y el populismo podría asestar el golpe mortal.

Gustavo Valencia Patiño, Gustavo Valencia Patiño
4 de septiembre de 2018

A principios del siglo XX la Civilización Occidental llegaba a su cúspide: el arte vivía su Belle Époque, la política pasó del ocaso de las monarquías al principio del capitalismo democrático. Esta transformación quedó patente con el surgimiento del automóvil, y con ello la llegada de una versión en EE. UU. del capitalismo centrada en el consumo.

La Belle Époque también fue la era del imperio británico, el francés, la Rusia zarista y la naciente Prusia. Lo que vino luego fue el caos de la primera guerra mundial, la revolución bolchevique y el colapso de los imperios austro-húngaro y otomano. Hubo un cambio en el balance geopolítico en el viejo continente.

Mientras Europa luchaba por su reconstrucción, la economía de EE. UU. vivió un bull market solo comparable con el actual. Fue una época que contrastó por el pesimismo europeo y el entusiasmo producto de las innovaciones financieras de Wall Street, que devendría en la burbuja de 1929.

Las manipulaciones monetarias y las guerras comerciales crean el escenario perfecto para el ascenso del fascismo y el comunismo. El miedo vuelve a Europa y se esparce al mundo. Lo que vino luego fue la segunda guerra mundial y el genocidio que opacó la esperanza de la humanidad.

Esta historia de tragedia es la verdadera razón por la cual muchos estadistas abogaron por la construcción de la Unión Europea. La paz y la estabilidad hacían soñar a Winston Churchill  con los Estados Unidos de Europa.

Sin embargo, su sueño no se llevó a cabo por cuenta del comienzo de la guerra fría. La divergencia europea sería la huella dactilar de un mundo bipolar, donde el gasto en defensa y la expansión fiscal le dieron al mundo dos décadas de inflación, y un alza casi mundial en las tasas de interés.

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El sueño de la unidad europea empezaría en Alemania con el emblemático discurso de Ronald Reagan: Mr. Gorbachev, tear down this wall. Con la caída del muro de Berlín, y la unificación de Alemania, se daría comienzo a la globalización, a la Unión Europea y su moneda propia.

La siguiente gráfica muestra que en los periodos del vórtice de la guerra fría las tasas de interés aumentaron. En la década de 1980, los diferenciales entre la periferia y el núcleo de la zona europea eran mayores a 3000 bps, en la de 1990 empezó el periodo de globalización en el mundo  y con ella la convergencia de las tasas de interés de la zona Euro.

Divergencia de las tasas de interés. Indicador para entender el proceso de globalización en el mundo. Fuente: St Louis federal reserve

Desde 1999 el Euro se convierte en la moneda común de Europa y durante casi una década  todas las tasas de interés convergieron a niveles muy parecidos. Para el mundo en esa década el riesgo de un bono de Grecia e Italia eran iguales a uno de Alemania.

En el 2009, dicha convergencia se hizo insostenible por el exceso de apalancamiento de la periferia europea, lo que ocasionó una crisis de deuda. El Banco Central Europeo sigue comprando a máxima velocidad los bonos de la periferia, de esta manera establece la convergencia de las tasas de interés.

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Hoy, esta idea de convergencia se encuentra en jaque. El problema migratorio ha hecho que los pueblos europeos reclamen su soberanía para manejar sus fronteras. Italia es el caso más claro donde los gobiernos populista ven la solución de sus problemas con la salida de la zona euro.

Un cambio en la arquitectura de la zona euro sería un golpe fulminante al ya débil sistema bancario europeo y las  compañías que aprovecharon las bajas tasas de interés para apalancar su deuda en dólares.