JORGE IVÁN GÓMEZ OSORIO

¿Cuáles son los obstáculos para ser gerente general?

Muchas personas que están en la carrera corporativa anhelan llegar a ser gerentes generales de sus compañías y no saben qué hacer para alcanzar ese objetivo. En este artículo veremos cuáles son los principales obstáculos para llegar a la cima de la organización.

Jorge Gómez Pinilla, Jorge Gómez Pinilla
18 de mayo de 2017

El primer obstáculo es no contar con una visión estratégica. Es muy frecuente ver que los directivos funcionales que están haciendo carrera para la gerencia general no tienen una visión del entorno político, económico y social y, mucho menos, un panorama más internacional de su empresa.

Todo gerente general debe saber leer el entorno: entender los cambios positivos y negativos externos a la empresa a partir de las variables políticas, económicas, sociales y tecnológicas. También debe ser capaz de entender las reglas de la industria o el sector. Asimismo, es necesario que comprenda la dinámica del negocio con respecto a los proveedores y los clientes, al punto de conocer la manera como se crea, captura y entrega valor.

Un gerente general combina las capacidades de su organización con las oportunidades de su entorno, porque este encaje corresponde a una de las principales habilidades estratégicas que se esperan de su cargo, las cuales se adquieren mediante la experiencia, la formación ejecutiva, los viajes y visitas empresariales, leyendo prensa especializada y, especialmente, monitoreando el entorno y los competidores.

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El segundo obstáculo consiste en superar la política en la organización. Es muy común que alguien diga en una empresa: ¡odio la politiquería! Con esta afirmación, consideran que la política al interior de una compañía es un asunto disfuncional, sin entender que esta es inherente y constante porque todas las organizaciones tienen factores que alimentan el conflicto, como por ejemplo, la división del trabajo, la interdependencia y los recursos escasos (Hill 2011). Por este hecho, aprender a gestionar la política significa convivir con las presiones, la adversidad y el conflicto. No se trata de eliminar los conflictos sino de vivir inteligentemente con ellos porque hacen parte de la naturaleza humana y de la dinámica de las organizaciones. 

Un directivo con criterio político no es quien pretende quedar bien con todo el mundo. Por el contrario, es aquel capaz de tomar las decisiones que conlleva la responsabilidad del cargo que detenta y su eficacia se mide por el grado de influencia y credibilidad en la organización. Quien aspire a la gerencia general debe generar la confianza y la seguridad que demuestre el por qué ocupa el cargo que ocupa.

El tercer obstáculo es la visión funcional de la organización. Por esto, es necesario tener una visión generalista de la misma. Muchos de los profesionales que conocemos en nuestra práctica directiva pierden ascensos importantes porque son muy “técnicos” o “muy especializados” en un área funcional de la empresa y permanentemente muestran su incapacidad para integrar todas las áreas que la conforman. Sobre todo, es muy común su incompetencia a la hora de tener una visión de conjunto de la empresa y de la organización. Esta problemática demuestra el por qué son tan populares los programas de desarrollo directivo o los MBA.

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Quien quiera crecer en la organización debe estar dispuesto a formarse, a recibir feedback y a aprender con pares sobre la experiencia frente a problemas similares. No hay nada más peligroso que un directivo aislado y descontextualizado. El motor de la dirección es la capacidad de síntesis, es decir, recibir muchos inputs de información y, basado en estos, tomar las mejores decisiones según las opciones y circunstancias.

El cuarto obstáculo es la inexperiencia en el arte de gobernar.  Para ser gerente general hay que aprender a gobernar, lo cual significa conducir y guiar a otras personas. El problema es que este no es un asunto mecánico de entradas y salidas, ni mucho menos, un sistema conductista de estímulos y respuestas. Por el contrario, es un arte que consiste en ganarse la autoridad ante las personas.

Dirigir o gobernar es un proceso en el que el directivo se gana el prestigio mediante la experiencia, la competencia profesional y, especialmente, la coherencia. El camino de aprender a gobernar, más que un proceso teórico, es un asunto práctico que requiere asumir de manera permanente tres actividades fundamentales en el crecimiento directivo: trabajar en sí mismo (su autoevaluación), gestionar sus redes (sus relaciones) y desarrollar las personas (su legado).

Para gobernar bien la organización es necesaria la autoridad, la cual remite al verbo latino augere, que significa “hacer crecer”, desarrollar (Ratzinger 2008). Por esta razón, la autoridad se gana desarrollando a los demás para que sean mejores. Un buen directivo es el que se esfuerza para que su equipo crezca en idoneidad, competencia y humanidad.

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