JORGE IVÁN GÓMEZ OSORIO

¿Cuál es el camino de la excelencia directiva?

El management es una actividad que requiere sobre todo de una práctica continua. La clave del éxito para un buen desempeño directivo radica en llevar a cabo tres actividades esenciales.

Jorge Gómez Pinilla, Jorge Gómez Pinilla
22 de marzo de 2018

El management es una actividad que requiere sobre todo de una práctica continua. La clave del éxito para un buen desempeño directivo radica en llevar cabo tres actividades esenciales:

1. Adquirir conocimientos

2. Desarrollar habilidades

3. Construir hábitos personales.

En esta ocasión me referiré al desarrollo de los hábitos como uno de los caminos para forjar la excelencia directiva, confiado en las enseñanzas de Aristóteles, quien decía:

Somos lo que hacemos día a día, de manera que la excelencia no es un acto sino un hábito.

Este artículo pretende mostrar el impacto de construir hábitos en la vida de un directivo, lo cual garantiza un alto desempeño y, por ende, la excelencia.

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El poder de los hábitos

El poder es la capacidad que nos permite que las cosas sucedan, mientras que los hábitos son comportamientos que, con base en la repetición, nos autogobiernan. Pues bien, cuando forjamos hábitos, nos acercamos a nuestros objetivos de una manera más efectiva.

El cambio

¿Por qué es tan difícil cambiar?, ¿por qué cada vez que hacemos un propósito comenzando el año, días después, descubrimos que no lograremos el objetivo y lo abandonamos? Estas preguntas nos surgen a diario y muchas veces nos llenan de frustración y desesperanza.

La excelencia directiva tiene que ver con el deseo de aspirar a ser mejores cada día en nuestra organización. Es decir, una persona que busca ser excelente pretende sobresalir por sus grandes cualidades. En consecuencia, la excelencia no depende de los actos sino de los hábitos, o sea, de esas pautas consistentes y, a menudo, inconscientes que por repetirse con cierta frecuencia se vuelven naturales para quien las ejerce.

Nuestra gran realidad es que tenemos hábitos positivos y negativos y ambos influyen de manera profunda en nuestra conducta. Unos son fruto del trabajo arduo como hacer deporte, mientras que otros surgen naturalmente por algún estímulo como fumar o tomar. La buena noticia es que podemos elegir nuestros hábitos; la clave está en descubrir cómo funcionan.

¿Cómo funcionan los hábitos?

Los hábitos se forman para ahorrar esfuerzo y su función principal es permitir al cerebro dejar de participar conscientemente de la toma de muchas decisiones diarias. En igual sentido, la característica de ambos, tanto los positivos como los negativos, es que se forman a partir de un ciclo que los expertos, fruto de muchos estudios, han señalado como el ciclo de los hábitos (Duhigg 2012), veamos:

Paso 1: la señal

Consiste en un estímulo del medio exterior que activa el cerebro para realizar una actividad. Por ejemplo, oír cierta canción, imagen, recordar algún momento o simplemente un aroma.

Paso 2: la rutina

Consiste en la realización del hábito mediante la ejecución personal de la actividad. Por ejemplo: fumar, hacer deporte, tomar café en la mañana.

Paso 3: la recompensa

Es el momento de placer o satisfacción personal que el cerebro recordará automáticamente con una nueva señal. Por ejemplo, lo que sentimos cuando nos hemos tomado el café o la sensación que produce un cigarrillo o la finalización del ejercicio.

Lo interesante de los estudios e investigaciones es ver cómo las personas que en el pasado tenían un hábito negativo pueden identificar cada una de estas fases y descubrir que interviniendo alguna ellas logran superar el hábito negativo. Esto quiere decir que si observamos el patrón de un hábito, podemos identificar la señal e inmediatamente cambiar la rutina, lo cual nos puede llevar a modificar el hábito mismo. Muchos estudios demuestran que, por ejemplo, quien toma licor valora no el acto de beber en sí mismo sino la recompensa, como una buena conversación.

Asimismo, lo crucial para erradicar hábitos negativos y construir unos positivos consiste en que a medida que vamos trabajando en ellos, descubrimos mejoras en otros aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, quien decide hacer ejercicio no solo mejora su físico sino su salud mental, su peso, su descanso nocturno y su energía durante el día. Así, si nos concentramos en cambiar y cultivar los hábitos esenciales, podemos producir cambios generalizados en nuestra vida (Duhigg, 2013).

En consecuencia, el eje de la excelencia directiva está en la eliminación de ciertos hábitos que nos perjudican y en el fomento de otros que nos ayudan a ser mejores. Para alcanzar este objetivo, debemos aprender a identificar los hábitos negativos y empezar a trabajar sobre ellos como un artesano en una pieza de orfebrería. De igual modo, debemos ser conscientes de que el difícil arte de vivir requiere de unas decisiones personales que empiezan por preguntarnos: ¿qué hábitos negativos impiden mi realización personal? Y, también, ¿qué hábitos positivos debemos desarrollar para llevar una vida más satisfactoria? Una vez reconocidas las señales y las recompensas, es necesario sustituir las rutinas.

¿Cuáles son los hábitos diarios clave para un directivo?

  1. Lectura y estudio
  2. Deporte
  3. Silencio y reflexión
  4. Toma de decisiones prudente
  5. Orden en el trabajo
  6. Buen humor y alegría
  7. Atención al escuchar
  8. Diálogos francos
  9. Respeto y justicia en el trato a las personas
  10. Autocontrol

Conclusión

William James señalaba que nuestra vida, al final, no era más que una masa de hábitos (prácticos, emocionales e intelectuales) que están sistemáticamente organizados para el bien o para el mal y nos conducen irresistiblemente hacia nuestros objetivos. En síntesis, los hábitos determinan el logro de los objetivos más ambiciosos y por este hecho son el camino para la excelencia directiva.

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