Opinión On-line

Las finanzas de la guerra

Debemos hacer las cuentas de lo que nos cuesta en términos de riqueza mantener una confrontación y comparar las ganancias que nos representa una salida negociada al conflicto. Opinión de Camilo Díaz Urrea.

9 de junio de 2014

El producto interno bruto de Colombia en precios corrientes de 2013 equivale a $706 billones anuales, mientras que los ingresos del gobierno nacional central suman $132 billones, a su vez el presupuesto general de la nación para 2014 es de $199,9 billones la diferencia entre los ingresos de la nación y el presupuesto es financiada con deuda por valor de $44,4 billones. Una parte significativa del presupuesto es utilizada por el Estado para gastos de seguridad y defensa que ascienden a $27.7 billones equivalentes al 13,8% del prepuesto, esos gastos están asociados al equipamiento y mantenimiento de las Fuerzas Armadas de nuestro país.

Las razones de mantener un elevado gasto en defensa son por supuesto, el conflicto interno armado con la guerrilla de las Farc que lleva 50 años, la lucha contra el narcotráfico que ya acumula 30 años, el enfrentamiento a las bandas criminales Bacrim – conformadas por exparamilitares que prefirieron continuar en la ilegalidad luego del proceso de desmovilización en 2003 – y la constante lucha contra el contrabando y la delincuencia común.

Todos esos frentes en los que el Estado debe luchar para mantener la seguridad hacen de ellos un reto constante, pero además obligan a que todos los gobiernos busquen la manera de reducir las amenazas que se ciernen sobre la sociedad, los formas para buscar un aumento en la seguridad de la sociedad van desde mantener unas Fuerzas Armadas eficientes en su tarea de conservar el orden público hasta la búsqueda de la desmovilización de las estructuras criminales, sin embargo hay diferencias puntuales entre ambas formas.

Mantener unas Fuerzas Armadas eficientes implica un gasto constante en mantenimiento para su funcionamiento e inversión para garantizar su efectividad, sin embargo esta estrategia tiene limitaciones porque la confrontación constante no garantiza la extinción total de las amenazas o el conflicto derivado de estas, en contraprestación buscar la desmovilización de los actores armados tiene costos económicos menores en todas sus fases, por ejemplo los costos económicos de las etapas de negociación son mínimos en comparación con los gastos de mantener la confrontación a un ritmo constante, a su vez las etapas de posconflicto requieren mayor inversión desde el Estado en reparación a las víctimas, inversión social, y generación de fuentes de empleo entre otras, sin embargo esas inversiones son menores a las necesarias para mantener un ritmo adecuado de la presión militar que evite retrocesos en los resultados militares logrados.

La estrategia de Colombia durante los últimos años ha sido mantener un ritmo incremental de la presión militar sobre los actores armados especialmente sobre la guerrilla de las Farc, sin duda esa estrategia ya arrojó resultados importantes y logró la disminución de sus miembros y capacidad militar pero en cambio llevó a que las Farc se replegarán y regresaran al esquema de guerra de guerrillas, donde los hostigamientos, los atentados a la infraestructura – particularmente petrolera – y las acciones aisladas son frecuentes, con lo cual las amenazas que enfrenta la sociedad siguen presentes a pesar del esfuerzo económico del Estado y la capacidad operativa las Fuerzas Armadas.

El gobierno actual consciente de los logros militares alcanzados y de las ventajas que trae terminar con el conflicto por una vía negociada que conduzca a la desmovilización de los miembros de la guerrilla, inicio desde 2012 los diálogos de paz en La Habana, de la agenda acordada de cinco puntos ya han sido acordados tres con lo que se tiene cubierto el 60% de la agenda, además ha sido superado el tema del narcotráfico el cual también es un punto crucial en la lucha contra el crimen organizado y las Bacrim.

Pese a los significativos avances de los diálogos en La Habana, el candidato a la presidencia Oscar Iván Zuluaga ha preferido insinuarle a la sociedad colombiana mantener una estrategia de confrontación militar indefinida, donde desde luego el alto gasto militar tendrá que ser mantenido también de manera indefinida, dejando a la sociedad colombiana en un eterno limbo alrededor de un conflicto armado estancado, ya que es quimérico pensar en la terminación del conflicto únicamente por la vía de la confrontación, o que los miembros de la guerrilla se desmovilizarán para ir a pagar cárcel sin solicitar concesiones en el marco elementos de justicia transicional.

El mismo candidato Zuluaga ha manifestado que los puntos ya acordados en el proceso no lo comprometen a él ni a su eventual Gobierno, al contrario ha propuesto en comerciales televisados incrementar aún más el gasto militar y dotar de un mayor número de camas hospitalarias a las regiones donde se ha vivido o se vive con intensidad el conflicto, como un presagio de la necesidad futura de atender un mayor número de heridos y lesionados a causa del mismo conflicto que le ha costado a Colombia millones de víctimas entre miembros de las Fuerzas Armadas, civiles e insurgentes.

Nuestra sociedad tiene que ser más inteligente y preferir una salida negociada al conflicto armado, y hacer las cuentas de lo que nos cuesta en términos de riqueza mantener una confrontación, además de los recursos que nos ahorraremos en el largo plazo, también debemos comparar las ganancias que ello nos representa, como mejor ambiente para la inversión y los negocios, mejor uso de nuestros recursos económicos, disponibilidad de más recursos para inversión y sobre todo poder disfrutar de paz y tranquilidad las cuales son el activo más valioso que puede tener una sociedad abierta. Queda claro entonces que el próximo fin de semana debemos elegir la opción que nos permite continuar los diálogos de Paz que ya llevan un 60% de avance y nos garantizan la finalización del conflicto. Hoy esa opción esta solamente representada en la candidatura del actual Presidente Juan Manuel Santos.