JULIO ANDRÉS ROZO GRISALES

13 cosas que cada colombiano podría hacer para mejorar el desarrollo de nuestro campo

Colombia, mi país, país adorado. Acabo de regresar de mis vacaciones y haberla recorrido me llenó de orgullo y de energía. Tremendos paisajes los que tenemos, tremenda variedad de culturas y de comida que tenemos.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
10 de enero de 2019

En serio, que gran territorio en el que nos correspondió vivir. Sin embargo, recorriendo varios de los departamentos del país pude ratificar dos cosas que no eran nuevas para mí, pero que necesitaba reafirmarlas para poder escribir esta columna:

  • Al entablar conversaciones con las personas, puedo definir a mi país como el país de la queja. Estamos en el lugar en donde la mayoría de las personas se quejan por todo y en donde nos falta ser propositivos para generar las soluciones (sin esperar que el “papá” gobierno siempre lo solucione todo). En otras palabras, estamos en donde se habla más sobre el problema que sobre la solución.
  • Si no nos “ponemos la 10” para fortalecer nuestro campo desde lo social, lo ambiental y lo económico, hacer esos recorridos como el que acabé de hacer por 9 departamentos va a ser una pena más que un disfrute.

En este orden de ideas, hoy ya, de regreso a mis labores cotidianas de trabajo y en medio de la reflexión sobre lo que me dejó estas vacaciones, tuve otra gran conversación, esta vez con una colega. En medio de dos tintos y 45 minutos de charla, concluimos que si los colombianos citadinos hiciéramos, o al menos intentáramos hacer alguna de las 13 cosas que bosquejamos en aquella cafetería, nuestras zonas rurales mejorarían no solo un poco, sino mucho.

Son muchos los retos que tenemos, pero de los cuales sabemos tan poco o casi nada. Esto se debe a otra de las razones que caracteriza a mi amado país: la indiferencia profundizada por el endiosamiento a los distractores del momento (selfie pa-quí y selfie pa´llá...).

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El campo se está envejeciendo y pareciera que no nos importara (edad promedio en el campo: 48 años). De 40 millones de hectáreas con potencial agrícola en el país, tan sólo se aprovechan algo más de 7 para la producción de alimentos y la cultura agrícola se está perdiendo. La deforestación en Colombia crece a pasos agigantados (176 mil hectáreas en 2016, 219 mil hectáreas en 2017). Las hectáreas sembradas con plantas de coca para su transformación en pasta (de coca, posteriormente cocaína) se dispararon: 209 mil hectáreas en 2017. Las playas parecen basureros (los rellenos sanitarios de más de 300 municipios del país han llegado casi al 95% de su vida útil). La gente vive con incertidumbre sobre cómo solventar su vejez (tan sólo 8 millones y pico de personas de los 21-22 millones que trabajan cotizan para su pensión. Producimos casi 30 millones de toneladas de alimentos y desperdiciamos o dejamos perder casi 10 de ellas. En lo que va del 2019, han muerto 8 líderes sociales… (todos son datos oficiales que no enlisto aquí para no hacer un ladrillo de esta columna).

Y si, ¿me quejo como lo hace la mayoría? Sí, soy colombiano en últimas. Me quejo de la indiferencia tan verraca y la inanición mental en la que estamos sumergidos y que me preocupa (sobre todo cuando escucho a mis sobrinos y a sus amigos o a mis estudiantes “universitarios” hablar… ¡miércoles!, parecen más agringados que colombianos y todo gracias a netflix y a la cantidad de youtubers con contenido mediocre que siguen).

Al grano, esto logramos sistematizar con mi colega:

1. Consuma productos alimenticios en donde usted tenga la certeza de que hubo manos campesinas inmersas en una o varias partes del proceso. Así usted garantiza desde la ciudad que una proporción de ingreso llegue a la ruralidad y se reduzcan los incentivos para abandonar el campo, deforestar o recurrir a actividades ilícitas.

2. Eduque con el ejemplo. A ver, algo tan sencillo y repetido desde la primaria -en mis tiempos-, como el “arroje su basura en la caneca”, si hace la diferencia.

3. ¡Hable! No se quede callada o callado: si ve a alguien botando basura en la calle, dígale que respete… la sanción social, funciona definitivamente en Colombia.

4. Lea más columnistas, analistas o simplemente infórmese sobre la coyuntura. Con que lea una o dos noticias al día, basta y sobra para salir de la ignorancia, apersonarse y comprometerse a ser parte de la solución al reto que le incumba.

5. Insista, ¡No a la droga! Este mensaje es tan trillado y lo oigo desde niño, pero me duele en cada viaje que hago a regiones de selva en Colombia ver como estamos reemplazando bosques por coca.

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6. Reduzca el consumo de carne rojas. No digo que la deje por completo o se vuelva vegetariana o vegetariano, pero sí está demostrado que hay una correlación directa entre las vacas y el cambio climático.

7. Diversifique su consumo de alimentos y déle cabida a productos sostenibles que estén haciendo la tarea por conservar su territorio,

8. Cambie sus hábitos de consumo y sea más responsable con ellos. La era del sobreconsumo ya pasó. Ahora estamos en la era de la conservación por medio del consumo.

9. En el fin de semana haga turismo de naturaleza por los alrededores de su ciudad. Cómo me gusta esta campaña: #MenosCentrosComerciales - #MásTurismoDeNaturaleza

10. No tolere ni se sume a la corrupción. Por poco que parezca, evadir un IVA o pasarse en rojo es corrupción (así que no se asombre y se queje de los Odebrechts si usted es de los que aplica micro-corrupciones).

11. Cuando salga de vacaciones, compórtese como si estuviera en su casa. Qué porquería como quedan las playas en serio...

12. ¡Haga! Pase del dicho al hecho. Actúe y deje de tener buenas intenciones solamente. ¡Actúe!

13. Finalmente, opine, hable, denuncie, proteste, pero antes de hacerlo: elabore soluciones (a ver si pasamos de la queja a la acción gradualmente).

Bueno, algo pasa con el estilo de esta columna últimamente. Los cambios macros (que el fiscal, que Odebrecht, que el Congreso, que lo uno, que lo otro, etc.), se logran con los cambios micros (usted y yo).  Gracias por leerla, compartirla, opinarla o incluso refutarla.

¡Hasta el próximo jueves!

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