CLAUDIA VARELA

Cómo quererte

Me gusta escuchar la gente diciendo que el objetivo común debe sobrepasar el individual, cuando sabemos que en el fondo el ego nos puede jugar muy malas pasadas y estas frases altruistas y maduras se quedan en la intención.

Claudia Varela, Claudia Varela
13 de enero de 2019

Hablar de justicia en una organización se vuelve un poco paradójico cuando la vida misma y la sociedad no son justas.

No es cierto que haya total objetividad, ni total imparcialidad ni que en un equipo de trabajo todos “somos iguales”, en realidad no hay tal verdad. Decir que todas las personas del mundo son igual de maravillosas no es cierto, porque cada quien tiene su propia opinión y creencias sobre lo que debe ser algo maravilloso.

Lo interesante aquí es también entender que tampoco yo mismo soy maravilloso, genial, irremplazable y querido de manera multitudinaria. Al pensar en esto es inevitable recordar al famoso sicoanalista Sigmund Freud cuando habla de los conceptos de Eros y Thanatos.

Dos instintos básicos que actúan en el hombre. Estos son los instintos de vida y muerte. Que crean una tensión en cada individuo cuando Eros tiende a unir y Thanatos a separar. Y si lo pensamos, en eso nos pasamos gran parte de la vida.

Pero más allá de tener que hacer un análisis sicoanálitico hay que caminar por entender algo básico y es que como parte de una organización somos seres humanos que tienen gustos particulares, creencias sociales, comportamientos específicos y una afinidad por algunos más que por otros.

Es obvio que un buen líder debe buscar siempre la objetividad. Pero es claro que puede haber episodios reiterativos de subjetividad absoluta donde prima lo que el ego propio cree sobre la opinión de los demás.

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En muchas de las entrevistas laborales que he dirigido en mi vida he preguntado cuál es el tipo de gente que no soporta el entrevistado. Es claro que la respuesta más transparente es la que sí dice algo, la que define una personalidad quizás inventada, quizás con referentes reales o quizás en un espejo algo propio que no gusta. Desconfío un poco de aquellos que me dicen que todo el mundo le parece fabuloso… creo que eso es imposible.

Es también importante entender que cada quien es parte de “la gente”. Hablamos siempre en tercera persona de los demás pero jamás pensamos que nosotros mismos somos parte de un grupo que quizás no le guste a otros.

Mi intención al escribir esta columna, y haciendo un llamado a mejorar cada vez como líderes, es entender que no somos infalibles ni tampoco totalmente objetivos y que como humanos podemos tener más afinidad por algunas formas de pensar y actuar.

Nuestros miedos controlan muchas veces nuestras decisiones y no nos dejan ver con claridad. No nos tiene que gustar todo el mundo por igual para liderar o influenciar. Lo verdaderamente importante es respetar. Llegar a un punto donde simplemente respeto a los demás desde la diferencia, desde su lugar, desde su propia realidad.

Tampoco debo esperar amor y popularidad permanente hacia mí. Vivir una vida donde necesito la aprobación constante de los demás creo que es demasiado tibia y cansada. Prefiero ser más temeraria y vivir intensamente, haciendo lo que me gusta, queriendo a quien me quiere y entendiendo al que no me quiere.

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La vida organizacional debería tener más Eros que Tanatos. Pero es más difícil esto. Odiar, separar, disgregar siempre será más fácil y encontrará más adeptos.

En conclusión, debo buscar lo que yo crea que es sensato y si tengo un rol de líder o influenciador debo propender de manera permanente por ser un facilitador de los equipos, por generar buen ambiente, por exigir más a los que se parecen a mí y entender más a los que son bien diferentes y sobre todo a abrazar la diferencia porque en esto es que se encuentra lo único que puede hacer que un equipo sea un verdadero equipo.

No me quieras, si no quieres quererme. Respétame. Y yo prometo respetarte aunque no te quiera. ¿Podría esto hacer parte de un decálogo de acción de alguna empresa? Espero que sí, porque ya empiezo a ver cosas verdaderamente disruptivas en los grupos de trabajo a los que les gusta la real diversidad.

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