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¿Cómo gestionar con éxito una organización? Las dos tareas “esenciales”

“Lo propio de la organización es la coordinación, sin ella sería un grupo humano más o una multitud”.

Jorge Gómez Pinilla
23 de marzo de 2017

Una empresa es, en términos sencillos, un negocio más una organización. En cambio, las organizaciones son lo que comúnmente conocemos como “la estructura organizacional”, que se resume gráficamente en los organigramas de las empresas.

Las estructuras nacieron para gestionar la eficacia de la empresa. Es obvio que la acción colectiva de una organización produce mayores resultados que la acción individual. Esto sucede por el concepto de la división del trabajo que inmortalizó Adam Smith y que fue el pilar de las empresas modernas.

El gran objetivo de una organización es muy simple: lograr la cooperación de sus miembros. Para este objetivo, Max Weber se inventó las reglas y normas de las burocracias, racionalizando el trabajo. Otros, como Taylor, crearon los incentivos económicos como forma de alcanzar la cooperación.

En este artículo veremos de manera muy resumida las tareas esenciales para alcanzar la cooperación en una organización más allá de las reglamentaciones o de los incentivos económicos, dado que, ambos son muy limitados porque no inspiran, ahogan la iniciativa y mercantilizan el trabajo humano.

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Crear una ideología

Una empresa también es llamada corporación. Este nombre proviene del latín “corpus” que significa cuerpo. Todo cuerpo posee unos miembros y esos miembros responden a una unidad que dirige el resto de sus partes, la cabeza. Las ordenes de esa cabeza son fruto del pensamiento, las creencias y las circunstancias de ese cuerpo. Pues bien, según los pensamientos y creencias surgen las conductas.

Lo mismo sucede con las organizaciones. Hay siempre una cabeza que dirige al resto de las áreas y personas que forman parte de un grupo humano. Esa dirección puede tener métodos rústicos como dar órdenes y poner tareas o puede estar en otro nivel y ser más profesional.

La manera más efectiva para llegar a la eficacia de una organización consiste en crear una ideología o creencias comunes. Tocqueville, por ejemplo, descubrió que el éxito del surgimiento de la democracia y del capitalismo de los Estados Unidos fue gracias a unas ideas comunes como el trabajo duro, la asociatividad y la igualdad de oportunidades, según las capacidades y no la posición social.

Tocqueville decía con gran lógica: “no puede haber sociedad que prospere sin creencias iguales o mejor, que no hay ninguna que de esa manera subsista, porque sin ideas comunes no hay acción común, y sin acción común puede haber individuos, pero no un cuerpo social”.

Lo anterior nos muestra que uno de los factores claves para formar organizaciones cohesionadas con unidad y espíritu de cuerpo se da a partir de la creación de creencias comunes y valores compartidos. Esto se consigue desarrollando en cada organización una ideología central que promueva unos valores, los comunique y los convierta en guía de todas sus decisiones. Esto se llama, sin más, un adoctrinamiento positivo que genera sentido de pertenencia, motivación y, sobre todo, la cooperación.

Las empresas más reconocidas del mundo han trabajado en la doctrina y en la formación del carácter de sus empleados: han logrado crear una comunidad de personas unidas por lazos fuertes como sus valores y creencias comunes. No olvidemos que la palabra comunidad proviene de lo que es común a todos, aquel estado en el que hay identidad, rasgos y características similares entre sus miembros. Johnson & Johnson es famoso por su credo; Hewlett Packard, por los valores de sus fundadores; General Motors, por su trabajo en equipo; 3M, por su espíritu de investigación; Disney, por su obsesión por la alegría. En Colombia, Quala, Tigo, Sika, Holcim, entre otras, han venido desarrollando modelos internos de formación para crear comunidades basadas en el sentido de pertenencia y el desarrollo de las personas.

La segunda tarea esencial para una organización es la movilización de las personas y la creación de movimiento, iniciativa y acción colectiva. 

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Crear cultura de los objetivos

Los objetivos son poderosos porque nos ayudan a perseguir el futuro deseado, basados en una simple decisión. Kennedy movilizó las energías de todo un país con el simple objetivo de poner un hombre en la Luna.

El general estadounidense George Patton le decía a sus tropas: “nunca le digas a la gente cómo tiene que hacer las cosas. Di qué quieres lograr y te sorprenderá con su ingenio”. Estas palabras nos deben ayudar a entender que el motor de las organizaciones deben ser los objetivos; no las funciones únicamente. Una buena descripción de objetivos genera movimiento en la organización, libertad para crear, recursividad, búsqueda de resultados concretos y, sobre todo, salida de las zonas de comodidad.

La clave de la definición de objetivos reside en la disciplina de la organización de establecerlos, medirlos, recompensarlos, hacer seguimiento en cabeza de la alta dirección y generar una cultura del logro y del aprendizaje. Para esto son fundamentales las reuniones de think week que le gustaban tanto a Bill Gates y las sesiones de seguimiento y feedback a los objetivos.

El gran enemigo de la dirección por objetivos se llaman las estructuras funcionales y centralizadas: ahogan la iniciativa y premian el status quo, los procedimientos, los papeles y la burocratización de la organización.

Conclusión

Así como los elementos esenciales de una empresa son el negocio y la organización; toda organización posee dos elementos esenciales para alcanzar sus cometidos: crear una ideología y crear una cultura de objetivos.

Según mi experiencia en el trabajo con directivos en Inalde Business School, cuando las organizaciones tienen valores compartidos se genera una dinámica imparable de cooperación que hace posible el logro de los resultados económicos.

A mi juicio, el gran riesgo consiste en que si no creamos un entorno de objetivos en la organización, fácilmente podemos caer en el síndrome de bicicleta estática (todos ocupados y sin avanzar). El mayor riesgo de las organizaciones es quedarse atrapados en el funcionalismo y en el papeleo; de espalda a realidades concretas de la empresa como los clientes, los objetivos y las realizaciones. Una organización basada en objetivos es más innovadora, rápida, flexible, efectiva y, sobre todo, eleva la moral de las personas.

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