VÍCTOR RIVERA

Cómo evitarle un cuarto strike al milagro económico colombiano

Desde el siglo XIX hasta la fecha, Colombia ha tenido tres strikes en crecimiento económico y productividad por la no implementación de políticas públicas que permitieran acoger a fondo los desarrollos tecnológicos del momento.

3 de diciembre de 2020

Estos eventos fueron: la Revolución Industrial en 1880, la producción en masa en 1930 y la tecnología de las comunicaciones e información en 1990. Es fundamental que nuestro país deje los pañitos de agua tibia y acoja la revolución tecnológica que estamos viviendo con el rigor que esto debe conllevar.

De acuerdo con Iván Luzardo, barranquillero y profesor de Economía de la Universidad London School of Economics, países como Argentina, México y Chile son la prueba de que en nuestra región sí es posible extender el crecimiento económico y la productividad de forma significativa, creando décadas de desarrollo para nuestros ciudadanos, desligándonos del paradigma cultural asociado a nuestras raíces y las secuelas de la colonia.

En su libro El lento crecimiento económico colombiano desde el siglo 19 al siglo 21, Iván evidencia cómo algunos países que cuentan con una historia indígena y de colonización bastante similar a la nuestra alcanzaron desarrollos económicos excepcionales, generando riqueza para todos sus ciudadanos por más de dos décadas, lo que algunos llaman ‘milagros económicos‘.

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Luzardo le otorga este crecimiento a la acción decidida de sus gobernantes, quienes tomaron el toro por los cachos y construyeron política pública transformacional en cada uno de los pilares de la economía, permitiendo que todos los ciudadanos, cada uno en su propia escala, tomara ventaja del desarrollo tecnológico de ese momento.

Argentina, al final del siglo XIX, absorbió la revolución industrial construyendo líneas de tren del mejor nivel internacional y generando mayor actividad económica, lo que -soportado por el acceso a capital- le permitió alcanzar uno de los PIB per capita más altos del mundo en su momento. Desafortunadamente, dicho país ha evidenciado desde entonces seis depresiones con gobernantes que mucho hablan, pero carecen de un verdadero compromiso con el desarrollo económico, impidiéndole al país austral ser lo que fue.

México, después de la Gran Depresión, implementó una política pública que les permitió a los emprendedores adoptar nueva tecnología de producción en masa, cinduciéndolos a exportar productos textiles en grandes cantidades durante la Segunda  Guerra Mundial. Con acceso a capital y mano de obra adecuada, la productividad de esta economía creció significativamente por casi medio siglo.

En similar medida, Chile, durante los ochenta, implementó reformas estructurales para fomentar la globalización que lo llevaron a alcanzar un gran desarrollo en tecnologías de la información, aquellas que beneficiaron a sectores como el comercio y los servicios financieros, los cuales lideraron el crecimiento económico hasta 2013.

En su libro, Iván busca responder la gran pregunta de por qué Colombia no ha llegado más lejos que los países previamente descritos, si no ha estado expuesta a depresiones, si su manejo macroeconómico ha sido prudente y, aun con problemas de seguridad, ha podido mantener su democracia.

Su conclusión es que los pocos recursos de capital y laborales han sido -erróneamente- ubicados en actividades que no generan altos niveles de productividad requeridos para logran un milagro económico.

Strike 1: Colombia perdió su oportunidad en la Revolución Industrial, dado que el gobierno fue tibio en el compromiso de honrar el pago de la deuda externa, desincentivando a los inversionistas extranjeros; de lo contrario, su presencia hubiera permitido aumentar la velocidad y capacidad de construir trenes, lo cual hubiese sido fundamental para aumentar y abaratar las exportaciones.

Strike 2: De igual manera, durante los primeros años pos Gran Depresión, colocó erróneamente recursos de capital en el café, una industria que en ese entonces era de baja mano de obra calificada y baja productividad. Así, perdió la oportunidad, aprovechada por México, de canalizar recursos hacia la producción en masa y de atraer inversión extranjera para el desarrollo de esta tecnología.

Strike 3: Finalmente, en los ochenta, tanto Chile como Colombia tenían un PIB per capita similar; sin embargo, dado que la globalización fue adoptada por Colombia una década después y las políticas tomadas no fueron significativamente profundas, la atracción de capital y el desarrollo de la capacidad de mano de obra calificada fue pobre.

Está claro que desde el siglo XIX Colombia ha sido muy conservadora y poco eficiente en la implementación de cambios profundos en política pública. Las medidas más radicales han sido obligadas, como respuesta a una catástrofe o a un problema sin precedentes; ejemplo de ello fue lo vivido por el sector eléctrico en los noventa con el ‘apagón‘. 

Esta situación obligó al gobierno de turno a desarrollar política publica para transformar el sector eléctrico colombiano y construir garantías adecuadas para atraer inversionistas internacionales. Gracias a esto, el país hoy cuenta con excelente mano de obra calificada en esta industria y es un referente en Latinoamérica.

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Desafortunadamente, un ejemplo contrario son las innumerables reformas tributarias que, en lugar de resolver el problema de los ingresos de la Nación, se convierten en pañitos de agua tibia que generan incertidumbre para todos los agentes de la economía y desincentivan la inversión extranjera en el país.

Por todo esto, Colombia no se puede dar el lujo de tener un cuarto strike en su ambición de ser un milagro económico, o de -por lo menos- estar más cerca de ser una economía desarrollada.

Todos debemos acoger la ya llamada Cuarta Revolución, que en este caso es digital. Nuestros gobernantes deben tomar el toro por los cachos y construir una política publica transformacional.

A pesar de lo anterior, sin duda, lo más importante es fomentar el acceso al capital de la economía digital. Para ello, se debe transformar el sistema financiero colombiano y, a su vez, el fondo de fondos que Bancóldex duró estructurando 10 años y que hoy cuenta con pocos recursos debe, por lo menos, llegar a US$1 billón.