RAÚL ÁVILA FORERO

¿Cómo competimos?

La finalidad de establecer avances en competitividad parte de lograr una integralidad entre los aspectos económicos, empresariales, sociales, laborales y educativos, que nos permiten brindar una buena calidad de vida a los habitantes de cada país.

Raúl Ávila Forero, Raúl Ávila Forero
15 de octubre de 2017

De hecho, organizaciones internacionales y nacionales ya han manifestado, diagnosticado y analizado cuáles son nuestras debilidades en materia competitiva, y cómo podríamos superarlas a manera de país, pero aún, nos cuesta adoptar y adaptar las múltiples recomendaciones para poder brindar mayores oportunidades de bienestar, esto con el fin de cumplir con los objetivos propuestos a futuro que tenemos como Colombia en materia de equidad, igualdad, crecimiento y bienestar de la población.

Pensar bajo una noción de desarrollo y competitividad significa, necesariamente, alcanzar excelentes niveles de bienestar poblacional y calidad de vida, una buena distribución del ingreso real, altos niveles educativos, bajos niveles de pobreza e informalidad laboral, etc. En sí, un proceso de integralidad que evidencie una tendencia positiva de todos los factores socioeconómicos que marquen un verdadero motor de desarrollo sostenible.

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Hace aproximadamente 11 años, Colombia definió una visión al año 2032 diciendo que sería uno de los tres países más competitivos de América Latina, teniendo un elevado nivel de ingreso por persona que fuera equivalente al de un país de ingresos medios altos. Se suponía que esto se lograría a través de una economía altamente exportadora, con buenos niveles de valor agregado e involucrando el motor de la innovación como propulsor y catalizador del sector empresarial nacional.

Sin embargo, hoy día aún mantenemos una dependencia a las exportaciones primarias y un bajo grado de sofisticación y diversidad de las mismas. Y son, precisamente, algunas de las falencias evidenciadas dentro de la visión que compartió recientemente el Consejo Privado de Competitividad. No obstante, a esto se le suman algunas nociones que se consideran a nivel internacional sobre el bajo nivel de desarrollo de nuestra economía.

Infortunadamente, Colombia también se raja desde dicha percepción internacional. En el Informe Global de Competitividad 2017-2018, elaborado por el Foro Económico Mundial (FEM), nuestro país bajó a la posición 66, cuando en el reporte anterior tomaba una posición de 61. Esta misma posición ya la había tenido en 2014. Por ende, es un indicador que muestra que nos estamos devolviendo y empeorando en la evaluación de criterios que son trascendentales para buscar un progreso nacional.

Si evaluamos cuáles son los cinco primeros países latinoamericanos que aparecen dentro de este informe de competitividad, Colombia hace parte del club desde la publicación del 2015 ocupando el quinto lugar de esta pequeña lista. Esto se debe, especialmente, al buen comportamiento que ha tenido el mercado financiero en el país, con iniciativas como por ejemplo, la Ley de Garantías Mobiliarias para lograr una mayor inclusión a las empresas, facilitándoles la obtención de un crédito al poner como garantía algún tipo de inmueble o activo.

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Los componentes que se tienen en cuenta, al menos en el informe del FEM, atraen en gran parte inversión. Por ende, que nos digan que aún persistimos en problemáticas para el sector público, en la visión de institucionalidad y la manutención de la corrupción, debe preocuparnos y mucho, pues nos resquebrajamos totalmente en aspectos que son los pilares de un potenciamiento del país en términos de competitividad. Son factores críticos que no nos permiten avances significativos en el desarrollo empresarial.

Adicionalmente, otro de los informes, elaborado por la misma entidad, es el de Competitividad de Viajes y Turismos; allí, Colombia ocupó el puesto 62. Ello representó un avance de seis posiciones respecto al último reporte del año 2015. En este aspecto, la infraestructura fue el talón de Aquiles que, si bien ha registrado notables avances como lo hemos evidenciado con especial impulso en los últimos años, las inversiones realizadas aún no se han traducido en ganancias de eficiencia. Según esto, debe desarrollarse una infraestructura enfocada en el desarrollo y conexión regional, que podría ser muy potenciada en el corto plazo, con el acceso a territorios vetados con anterioridad al proceso de paz establecido con las Farc.

Incluso, en el Informe Global, si se mira el componente de infraestructura, la peor calificación que obtenemos se refiere a la calidad de la misma, de las carreteras y en vías férreas. Ello es claramente perceptible debido a los recientes casos de corrupción que se han destapado, la existencia de “elefantes blancos”, los desvíos de recursos públicos y la precariedad de la infraestructura existente, como las vías terciarias a lo largo y ancho del territorio colombiano. El enorme trabajo estatal y privado para crecer día a día en infraestructura ha encontrado enormes obstáculos que se van derrotando poco a poco, pero aún la tarea es titánica y de largo aliento, ya que son apuestas a largo plazo y de trabajo constante y continuo; para aplaudir el enorme impulso del Gobierno Nacional para superar estas aún, enormes brechas.

Si bien ya tenemos a la Política de Desarrollo Productivo como pilar, se requiere de un foco mucho más territorial que evidencie y de cuenta de cada una de las potencialidades que tenemos por región para uso e inmediato con pocos ajustes. Tenemos claro qué produce Colombia, dónde lo produce y las falencias a superar en la articulación a las cadenas de valor, para mirar cómo podemos mejorar y en este escenario, el fuerte apoyo estatal y de los empresarios nacionales también se ha venido truncando por factores coyunturales y por escases de recursos económicos que impiden catapultar en realidades, las iniciativas estatales y privadas en su mejor exposición posible.

De hecho, lograr tener una integralidad que nos permita progresar no es tarea fácil y quienes hemos trabajado en el Gobierno, o hemos entendido la realidad empresarial del país, lo sabemos día a día. Aparte de tener que evidenciar y lidiar con una infinidad de cuellos de botellas, se debe lograr una coordinación institucional desde el Gobierno Nacional. Lograr una transformación trae, en profundidad, una necesidad de inversión público - privada, para fortalecer la infraestructura adyacente. En esto último, todo parte de establecer reglas de juego claras y estables para el sector empresarial que permita desarrollar, en paralelo, el factor social y laboral en todo el país. Ojo candidatos presidenciales, esto es una tarea pendiente que merece una hoja de ruta detallada.

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