SERGIO GUZMÁN

Cría cuervos y te cortarán las alas

Además de tener un problema de comunicaciones, Avianca tiene un pasivo reputacional que la opinión pública hoy le cobra. La inevitable intervención en la compañía aérea es un nuevo capítulo en el debate sobre el papel del estado en la economía.

Sergio Guzmán, Sergio Guzmán
1 de mayo de 2020

La llamada aerolínea de los colombianos está hoy en serios apuros financieros. Desde el 23 de marzo, alega la empresa, han tenido que reducir sustancialmente las operaciones debido a la covid-19. El parón global en los vuelos comerciales ha llevado a que más de 140 aviones de Avianca permanezcan en tierra, contando únicamente con aviones de carga para percibir ingresos. 

Tan grave ha sido el declive de la empresa que el pasado 22 de abril en una presentación documental ante la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC), la empresa KPMG como auditores de Avianca sostuvo que existen dudas sustanciales de la habilidad de la empresa de continuar operando. 

Esta frase hizo temblar los cimientos de la empresa que, al igual que la gran mayoría de aerolíneas en el mundo, busca ahora auxilios estatales para sobrevivir. 

El presidente de Avianca, el holandés Anko van der Werff, sostuvo que están negociando con el gobierno sobre un paquete de rescate para la aerolínea, que podría ascender a un par de miles de millones de dólares. 

No será fácil lograr que la opinión pública se simpatice con la empresa, cualquiera con una cuenta de Twitter puede ver que hay figuras tanto de derecha como de izquierda (y también de personas del común) que no se muestran favorables a un paquete de rescate a la multinacional, que está basada en Panamá y que tiene una composición accionaria en su mayoría extranjera. 

El problema de Avianca no es nuevo. 

La empresa ha cultivado una mala reputación hace tiempo, que incluye acusaciones de haber maltratado a los clientes con cobros abusivos, tardanzas excesivas, y cancelaciones de vuelos sin previo aviso. La huelga de pilotos, y sus consiguientes capítulos del caos aeroportuario generado a lo largo del país y el episodio de intervenciones al sindicato de pilotos dejó también una pésima sensación entre la opinión pública. 

Del mismo modo algunas acciones de la empresa han expresado lo contrario de la solidaridad cuando el país ha pasado por dificultades (por ejemplo, el derrumbe que dejó desconectados a Villavicencio y Bogotá, o los bloqueos de la minga indígena que afectaron las ciudades de Popayán y Pasto). 

Para algunos en la opinión pública, Avianca ahora viene a pedir cacao y solidaridad y se la quieren cobrar. 

Avianca además pide un auxilio ante el gobierno nacional cuando el país entero está atravesando una situación de calamidad económica. Pero los grupos de interés que representan a los ciudadanos no tienen la misma capacidad de lobby de la empresa, que cuenta con un pariente del presidente Duque entre sus ejecutivos. 

Van der Werff pone al presidente Duque en una posición imposible. 

Por un lado, el Gobierno sabe que debe intervenir para salvar a Avianca. Es demasiado importante para la conectividad y la economía del país para que no lo haga. Por otro lado, el Gobierno sabe que será difícil vender a la opinión pública un esfuerzo que podría potencialmente afectar la estabilidad fiscal del país para salvar a una empresa extranjera, con accionistas extranjeros y un presidente extranjero.  Será difícil para el gobierno justificar la entrega de dineros del erario público a una compañía que ha sido acusada de malos manejos y de financiar proyectos de vanidad como cadenas de hoteles y aerolíneas en otros países de su anterior dueño. 

Hoy el gobierno tiene en su mano todas las cartas. Es una oportunidad única para hacer de los cielos de Colombia un lugar más justo en el futuro, alentando la competencia y beneficiando al cliente. Es una oportunidad para demostrar que en el país hay reglas antimonopolio claras y que al Presidente no le temblará la mano para tomar decisiones difíciles que afecten a empresarios influyentes. 

Avianca además de generar miles de empleos nacionales también conecta al país con los principales mercados internacionales. Sus vuelos directos han sido un eje fundamental en el turismo y la competitividad internacional. Pero hoy en día los rezagos de competitividad del país no se encuentran en el aire sino en tierra en donde aún tiene enormes obstáculos de conectividad que afectan el desarrollo económico de las regiones.  ¿Y si en lugar de salvar Avianca financiamos ferrocarriles y carreteras?