JULIO ANDRÉS ROZO

El cambio climático sí es para los de ruana

Recuerdo cuando era niño y estaba en el colegio. En particular, viene a mi memoria el año 1988 cuando yo tenía 8 años.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
14 de mayo de 2020

Unas semanas antes de salir a vacaciones comenzaba el murmullo de los estudiantes del salón sobre el periodo entre clases y surgían las preguntas tipo: “¿y qué Rozo, a dónde se va?”. Por supuesto yo devolvía la pregunta, y así entrábamos en un teje-maneje comparativo sobre cuál era el niño que visitaría el mejor destino en las vacaciones.

Independientemente del destino a visitar, mis compañeros y yo estábamos de acuerdo en que la opción deseada era la “tierra caliente”. Treinta años después van quedando atrás los días en que los bogotanos de a pie usaban ruana y sombrero para vestirse y el chocolate de la mítica pastelería La Florida acompañaba las tardes lluviosas. Bogotá ha alcanzado en los últimos cinco años temperaturas antes impensables, como los 25 grados que se registraron en febrero de 2017. Quienes venían de la costa atlántica de hecho solían decir cuando alguien viajaba a Bogotá, que se iba “pa la nevera”. El clima cambió, eso es evidente, y está en nosotros aceptarlo, prepararnos, afrontarlo y, por qué no, identificar oportunidades en este contexto.  

Todo viene de tiempo atrás

Desde el mismo momento en el que nacemos iniciamos nuestro camino en el mundo del consumo. Cuando me adentro en el reto de explicarle a mis alumnos por qué el mundo está como está, claro que expreso mi propia interpretación sobre las circunstancias, pero siempre cito a alguien que me acompaña en mis reflexiones. Él es Fritjof Capra, cuyo libro El punto crucial: ciencia, sociedad y cultura naciente recomiendo ampliamente.

Este libro me gusta porque explica de una manera sencilla cómo las corrientes de pensamiento predominantes en occidente han configurado muchos aspectos de nuestra vida, entre ellos la manera como producimos y consumimos. Según Capra, el sustento está en la idea de la supremacía del hombre sobre los ecosistemas. Descartes compartía la opinión de Bacon en cuanto a que la meta de la ciencia era dominar y controlar la naturaleza y afirmaba que podía utilizarse el conocimiento científico para convertirnos en los amos y dueños de la naturaleza. Cuando este tipo de pensamiento se institucionaliza, entendemos por qué los consumidores damos por hecho que el entorno natural pone a disposición sus recursos como si este fuera una despensa inagotable. 

Según el Panel Internacional de Recursos (IRP por sus siglas en inglés) de la Organización de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (ONU-Medio Ambiente),el uso mundial de recursos naturales se ha acelerado, trayendo con ello un encogimiento o explotación de una numerosa cantidad de recursos que está conllevando a numerosos impactos ambientales”. Preste atención a los siguientes datos que la ONU y sus agencias resaltan y que deberían ser un llamado de atención para que repensemos nuestros hábitos de consumo y de producción.

  • La cantidad de materias primas extraídas de la Tierra aumentó de 22 mil millones de toneladas en 1970 a la pasmosa cifra de 70 mil millones de toneladas en 2010.
  • Si el mundo continúa proporcionando vivienda, movilidad, alimentación, energía y agua de la misma manera que en la actualidad, para el año 2050 los mueve mil millones de personas del planeta necesitarán 180 mil millones de toneladas de materiales cada año para satisfacer la demanda.
  • Se calcula que cada año, alrededor de una tercera parte de los alimentos producidos –el equivalente a 1300 millones de toneladas–, se pierden o desperdician a nivel mundial.
  • Más de 2.000 millones de personas todavía no tiene acceso a agua dulce.
  • Los hogares consumen el 29% de la energía mundial y, en consecuencia, contribuyen al 21% de las emisiones de CO2 resultantes.
  • Cada año se pierden en el mundo cerca de 13 millones de hectáreas de bosques.

Sin duda, el modelo de producción y de consumo vigente debe transformarse y debe hacerlo pronto. Los invito a que seamos parte del cambio y que, en este periodo de cuarentena obligatoria, y aprovechando la permanencia en casa y la oportunidad de observar y analizar con detenimiento el consumo en nuestros hogares, reflexionemos sobre cómo cada uno de nosotros puede aportar a la sostenibilidad del planeta. Como consumidores, tenemos un poder y una responsabilidad que ejercer. 

¡Hasta el próximo jueves!