ANTONIO MORALES

Campaña 2018 El otro conflicto: paz - corrupción

Nunca es temprano para preguntarse cuál será el destino de Colombia a partir del 7 de agosto de 2018, sobre todo en torno al bien supremo de cualquier sociedad que es la paz, y del cual se derivan todas las otras posibilidades de democracia, concordia y justicia social.

Antonio Morales
16 de mayo de 2017

Hace unos pocos meses algunos dirigentes políticos, más bien todos ubicados en eso que llaman el extremo centro, le expusieron a la opinión la necesidad de llevar el debate por el poder en el 2018, en términos de Presidencia de la República, Congreso y demás cargos e instituciones producto de la elección popular, al mero campo de la lucha contra la corrupción, enfocado como primer reto de la real democratización del país.

Tema fácilmente vendible y sin duda fundamental, que implica tantas tareas de “aseo” de los seculares componendas y delitos incrustados en la realidad cotidiana, desde los grandes eventos criminales del “Interbolsismo” o el “Reficarismo” con almidonados cuellos blancos,  hasta la corrupción a cuenta gotas, llámese “mordida” o “en qué voy yo”, pasando por lo más significativo y lo que más implicaciones negativas tiene para el país, el delito electoral, la maña clientelista y el sufragio “tamal”.

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Claro que la democracia y la modernización moral del país, pasan por esa lucha que nos va a costar tantas generaciones como las que llevamos en el dolo,  hasta generar un cultura sana que reemplace en negocios, elecciones y en la mente de las gentes, la contracultura narco conflictiva y para mental desparramada por toda la nación.

Pero quienes quieren imponer la bandera contra la corrupción como línea de conducta de campaña, lo han hecho honestamente, aunque forzados por sus propias necesidades políticas y también forzándole la mano al país que elige.

La realidad de estos primeros meses del pos acuerdo de Paz con las Farc, es tozuda. Basta palpar la reconversión de la guerra en los mismos escenarios y territorios, con actores que van pasando del segundo al primer plano. Los neo paramilitares, los clanes, las bandolas en crecimiento, el traquetismo, el ELN, el Estado ausente o a veces presente con hirvientes rescoldos de la alianza militares y paras. Nuevos actores de una vieja guerra de contrabandos, copamientos, desplazamiento, robo de baldíos de la nación…

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El conflicto no está resulto, mucho menos acabado. De tal manera que sigue siendo la paz con democracia y justicia social el gran escenario del debate. Es imposible en lo real, pretender que la paz ya está “chuleada” porque los tiros disminuyeron por un lado, pero aumentan por el otro. Esa es justamente la paz barata que a la postre sale cara. Las guerras pequeñas diseminadas y constantes y las pavorosas en Catatumbo, Chocó Arauca y Nariño, siguen contando sus atroces historias de sangre. Los líderes populares y defensores de derechos humanos siguen cayendo, por decenas.

No parece ni real ni cierto en la práctica del debate mediático y luego en el electoral, tanto en lo nacional como en lo regional, que la corrupción vaya a lograr un desplazamiento forzado del tema de la paz y la guerra.

Sin saber por lo pronto  si es para bien o para mal, la paz seguirá siendo el tema determinante. Y es evidente que la polarización del país frente a este tema, lo hace más difícil que el de la corrupción, en el cual, aparentemente sin excepciones por lo menos en el papel, los políticos concuerdan con los anhelos nacionales. De ahí el facilismo de los de la bandera única de la corrupción.

La polarización está y estará. En el 2018 dos grandes núcleos de fuerzas dispares, se van a confrontar. Por un lado los que como lo dijeron, pretenden hacer trizas los procesos de paz, y del otro quienes se aglutinan frente a la profundización y el desarrollo final de la paz.

Si, fuerzas dispares pero concertadas.  El uribismo bien puede dejar de un lado, como ya empieza a anunciarlo, a los conservadores y aun a Ordóñez. Pero entre ellos todos están de acuerdo en anular casi en su totalidad el proceso de paz.

Por el lado de quienes le apuestan a la paz, una cosa es la paz barata del santismo en todos sus matices  y otra la de la izquierda, que le apuesta a lo social, pero que en materia de matices rompe los record Guiness.

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Y desde luego, el que acecha en el umbral, como diría Lovecraft, ese Vargas Lleras supuestamente indeciso que a la hora del té, le daría el zarpazo a la paz, si ve que esa es la corriente que le conviene.

Así planteado el debate, veremos al extremo centro con un o una  “outsider” insistiendo en lo de la corrupción o bien plegándose en últimas al debate paz-guerra. Y ojalá una fuerza múltiple de convergencia por la paz y claro, la extrema derecha en lo suyo. O  sea, en el pasado.

Si gana la paz habrá esperanza, complicada pero por lo menos con lucecillas adornando los túneles. Si gana la guerra el ciclo del eterno  retorno colombiano a su propia demencia, estará garantizado.