ADRIANA MOLANO

Cacerolazo: cuando lo digital no es un medio

¿Dónde queda lo digital ante el estruendo de las cacerolas? Por fortuna en un segundo plano, porque importa más el sentir del pueblo que los posts que se hagan de ello.

Adriana Molano
26 de noviembre de 2019

Gracias a lo digital visibilizamos a las víctimas. Gracias a lo digital conocemos de primera mano la distribución de los presupuestos públicos. Gracias a lo digital escuchamos voces de lado y lado de la Casa de Nariño. Gracias a lo digital sabemos a qué causas se suman nuestros gobernantes. Pero gracias a lo digital también hemos malinterpretado la acción política y hemos creído que usar un hashtag es alzar la voz o que publicar un video nos reivindica como constructores de lo público.

Es evidente que la insatisfacción de los latinos y, especialmente, la decisión por hacerse escuchar es corriente en nuestros países. Resulta incluso emotivo ver cómo voces tradicionalmente acalladas por los vándalos y los canallas se levantan en las calles, no desde Twitter –porque seguramente aquellas a las que conocemos como señoras amas de casa o adultos mayores ni siquiera se interesan por Twitter –, sino a través de las cacerolas.

Como país formalizamos la política pública de Transformación Digital unos días atrás (Conpes 3975 de transformación digital e inteligencia artificial), con una proyección de inversión cercana a los $124.000 millones destinados a impulsar la competitividad a través de la adopción tecnológica; sin embargo, nada se incluyó sobre la participación ciudadana y la toma de decisiones públicas alentadas por ella  -el primer argumento para ello es que es un Conpes de competitividad, pero ¿cómo ser competitivos si no se percibe que el Estado brinde las garantías para serlo?–.

Pensar el futuro digital de una nación implica contar con una ciudadanía activa y preparada para asumirlo, pero también entender que la ciudadanía puede tener dolores profundos que van más allá de lo digital.

Es innegable que los mecanismos de participación tal como los hemos dispuesto a través de la normativa, o son insuficientes o reflejan la incoherencia de nuestra nación: para lo primero la cura podría ser digital, para lo segundo, lo digital podría ayudar pero no traer soluciones de fondo.

Puedo asegurar que los marchantes pacíficos se tomaron las calles porque en ellas vieron una verdadera vía para hacerse escuchar. Mientras tanto, cualquier mal llamado estratega digital del gobierno central podría estar contando las menciones que se están haciendo de su jefe para hacer notar cómo ‘crecieron en popularidad y engagement’ porque la ciudadanía interactuó con ellos, obviando el #Cacerolazo junto a la mención al presidente.

El activismo digital bien implementado puede ser un camino, pero hoy Colombia demostró que seguimos atados a la cacerola y esto no es sinónimo de subdesarrollo sino de compromiso ciudadano por impulsar el avance del país y este podrá venir desde las calles o lo digital.