JUAN MANUEL PARRA

The Beatles y Sgt. Pepper: una lección para repensar los negocios

Antes que un disco de rock, el álbum de los Beatles que cumplió 50 años, Sgt. Pepper, es una lección de adaptación creativa de la estrategia a la realidad del negocio central.

Juan Manuel Parra, Juan Manuel Parra
7 de junio de 2017

Para valorarlo no hace falta que le gusten Los Beatles, ni el rock y quizá ni siquiera es necesario que escuche el disco (pues si no es aficionado al rock de la época, probablemente no lo valore). Pero vale la pena entender por qué lograron hacer algo que no solo fue distinto, sino que cambiaron todo lo existente dentro de la industria y al arte de la época.

En medio de lo que se conoció como la Beatlemanía, reflejado en jovencitas histéricas dentro y fuera de los conciertos, los Beatles estaban cansados de giras en las que los gritos del público ni siquiera permitían al grupo escucharse a sí mismos en el escenario. El éxito los estaba matando musicalmente y todos estaban insatisfechos.

La tecnología disponible dificultaba superar las barreras en un concierto multitudinario, pero en el estudio de grabación y con los medios existentes, aun siendo una gran restricción, tenían forma de enfrentar el problema de manera creativa y controlable por ellos. De esta forma, surge un primer elemento: eliminar la mayor restricción existente (pues las canciones no se pensarían para ser tocadas en vivo), lo cual permitiría abrir espacios para crear algo nunca antes escuchado y con nuevos sonidos, para ser registrado en un disco que llevara la calidad de su música a la radio y a las salas de cualquier hogar del mundo.

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En segundo lugar, dieron mayor protagonismo a técnicos expertos (el productor George Martin y el ingeniero Geoff Emerick) que, conociendo los límites de los recursos disponibles, les ayudaron a aterrizar sus ideas y a expandir los límites planteados por la tecnología de grabación. Esto les permitió pensar en recursos nuevos, no usados previamente en el rock (orquestas sinfónicas, instrumentos inusuales y sonidos experimentales, logrados partir de la ubicación de los micrófonos o cintas en reversa), e incursionando en géneros diversos (desde la música de India y orquestal hasta melodías de big band y de circo). ¿Cómo hacer más con lo que había? ¿Cómo hacer algo totalmente diferente con los recursos disponibles para romper el paradigma de la práctica generalmente aceptada? Como dijo Martin: la cuestión era “sentarse a pensar, pensar y pensar”.

En tercer lugar, realizaron un proyecto piloto con su siguiente sencillo que constaba de dos canciones (una de Lennon, Strawberry Fields Forever y una de McCartney, Penny Lane), en el que los dos miembros más creativos se retaron a sí mismos para obtener un producto que reflejara la visión inicial, aun si esto implicaba que estas no entrarían en el álbum final.

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En cuarto lugar, manejaron siempre un plan flexible y adaptable. Si bien hubo una visión inicial, pues conceptualmente el álbum tenía intenciones de ir guiado según el orden de las primeras dos canciones (Sgt. Pepper y With a Little help from my Friends), donde se presentaba a una banda ficticia presentando una obra completa; la idea se abandonó prontamente. Cada experimento tomó vida por sí mismo, sin que el orden final de las canciones estuviera preconfigurado y planeado hasta el último detalle, con lo cual terminó siendo casi accidental. Importaba el espíritu del conjunto y una estrategia general que guiara el proyecto sin que se convirtiera en una limitación para la experimentación, lo cual se evidenció con mayor fuerza en la forma como se construyó A day in the life: llenando espacios vacíos (pues la canción inicial no estaba completa) e incorporando accidentes (como la imposibilidad de borrar de la pista de audio el sonido de un reloj despertador que daba paso a una segunda canción dentro de la misma pista), pero siempre de forma creativa (con una orquesta sinfónica improvisando y el grupo de ingenieros construyendo un sonido más electrizante).

Finalmente, no dejaron de tener en cuenta que estaban creando un disco para un público que solo tenía en casa un reproductor monofónico con mal sonido, que debía ser tenido en cuenta para lograr el efecto deseado. Querían sorprender a un público ansioso por escuchar algo nuevo, de parte de un grupo que muchos afirmaban estar colapsando, entregándoles algo tan novedoso que compitiera por encima de lo logrado acústicamente por las ingeniosas armonías, arreglos y sonidos de los Beach Boys en su álbum Pet Sounds, lanzado el año anterior.

A los empresarios y directivos les conviene aprender algo de este álbum, así no lo escuchen. Y es que cuando la bonanza termina y el negocio da señas de estarse agotando, muchas compañías han aprendido a regresar sobre su core business y reflexionar sobre lo más básico de sus orígenes, incluso si esto implica abandonar lo que pudo haber sido una estrategia exitosa, pero desgastante e inadecuada para los tiempos presentes.

Una vez definido lo que ya no se hará, conviene dedicar los recursos escasos donde puedan generar más valor, en lugar de seguirlos dispersando en múltiples actividades innecesarias.

Luego, es necesario revisar la estructura y replantear quiénes pueden hacer cabeza de actividades críticas y empoderar más a personas con espíritu creativo, pero, simultáneamente, con capacidad y ambición de ejecutar, probar y realizar lo pensado, corriendo riesgos y retando lo que se ha impuesto por tradiciones tercas que se vuelven obsoletas.

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Es probable que las mejores ideas, las más innovadoras y mejor concebidas, surjan de esos momentos en que se vuelve necesario repensar el modelo de negocio, quitar mucho de lo que sobra y volver a entender el core business, que generalmente se pierde en una maraña de decisiones mal enfocadas que surgen fruto del éxito, el crecimiento desordenado, la ambición poco pensada y montones de recursos para desperdiciar sin mayores consecuencias a la vista.