CLAUDIA VARELA

Andrés se quedó sin trabajo

Andrés regresó del Festival de Cine de Cartagena en marzo. Fue uno de los últimos vuelos que despegó antes del confinamiento. En realidad, tuvo que vivir una Cartagena con calles vacías y asustadas ante la amenaza de una pandemia que se veía lejos, lejísimos.

Claudia Varela
14 de junio de 2020

Andrés tenía que llegar a trabajar el lunes, pues tenía una reunión con su cliente más importante a las 8 a. m. de ese día. Tenían un montaje para unos talleres de fotografía que harían por el día de la mujer. En la noche, viendo las noticias, se preocupó, ya que empezaba definitivamente una cuarentena.

Al principio lo vio normal y trató de adaptarse a la nueva situación. Con un hijo bajo su responsabilidad tenía que trabajar todo lo que pudiera y como pudiera, así que se esforzó por acomodarse.

Su cliente más grande canceló los talleres; otro de sus clientes importantes lo llamó y le dijo que el congreso que estaban planeando para julio no iba más. Esperó los primeros 15 días y la preocupación de su jefe crecía, porque los eventos no ocurrían.

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A su esposa, que trabaja en una aerolínea, le dieron la opción de salir con una licencia no remunerada. Andrés siguió tratando de pensar y reinventarse. Le molestaba pensar en esa palabra que muchos usaban como trendy (para él no era moda pensar en cómo ganarse la plata pata poder alimentar a su familia).

Pasó un mes más y sus ahorros se iban deteriorando, pues, además, su hermano, que estaba estudiando en otro país, necesitaba de su ayuda, ya que habían cerrado el restaurante donde trabajaba.

A finales de abril, su jefe lo llamó y le dijo que tenían que liquidar la empresa. No tenía recursos para seguir pagando una nómina inactiva. Sin eventos masivos no había cómo seguir. Su jefe era buena onda, pero le alcanzó para darle lo básico en un plan en que se quedó sin indemnización.

Andrés se quedó sin trabajo. Llamó a sus contactos y pensó en qué podía hacer para producir algo de recursos, que le permitieran salir de esta crisis, porque no era el miedo al virus sino como sobrevivir sin sueldo. Era, más bien, un tema de supervivencia.

Andrés y su esposa pasaron a ser parte del 19,8% del desempleo nacional. No lo esperaba, nunca se lo imagino, y cuando escucho de un virus, se imaginó como Bolsonaro que era un “resfriadito”.

Como él hay millones de colombianos y de ciudadanos del mundo que no saben qué hacer. Pareciera que hay un nuevo orden cósmico que nos está sacudiendo, y nos resistimos a comprenderlo.

Andrés no entiende cómo la gente se ataca políticamente y no hay soluciones colectivas. Para él sí ha sido un cambio y, por fuerza, ha entendido que lo importante está por dentro, pero que necesita la plata para sobrevivir. Vive bien, pero los servicios subieron al infinito, ya que está en estrato 6.

Es evidente que ellos no recibirán ayuda del Estado. Tampoco sabe con qué va a comer en un par de meses, cuando sus ahorros se agoten. Y es que, en un país como el nuestro, los que pueden vivir de los ahorros por meses no llegan ni al 1 % de la población.

Mientras tanto en Twitter se matan todos políticamente, la corrupción sigue ganando puntos, los de derecha se burlan de los de izquierda y viceversa.

Cuando Andrés me llamó, se me arrugó el corazón, ya que, además, parecemos hablar de esta situación mundial con la inconsciencia de que el problema no es ajeno. Yo espero que pueda encontrar rápido trabajo; ya empezó a vender tapabocas para niños y brownies veganos. 

Mientras tanto creo que seguiré colaborando como pueda, juzgando menos, esperando menos y, sobre todo, agradeciendo más. Los líderes hoy, más que nunca, tenemos la misión de ayudar a los que podamos, de mover contactos y energía para encontrar trabajo para Andrés, de apoyar emprendimientos y de entender de manera empática que mandar mensajes generalizados de mantras de felicidad no le caen bien a todos.

Demos lecciones de reinvención en estos días de uno a uno y hacia adentro. Tal vez así logremos que la energía se nivele y Andrés sea llamado a una entrevista.

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