ÁNGEL PÉREZ MARTÍNEZ

Abel Rodríguez Céspedes: el gran maestro

El profesor Abel Rodríguez Céspedes nos dejó. Perenne será su legado: él ya hace parte de los grandes nombres de la historia de la educación de Colombia. Su vida, sus actos (luchas) y obras son ejemplo para las nuevas generaciones.

Ángel Pérez, Ángel Pérez
24 de agosto de 2020

Simone de Beauvoir, en el libro La plenitud de la vida, discute sobre la libertad y las posibilidades reales que tiene el hombre de elegir sobre el desarrollo de su vida y las dificultades que surgen sobre cómo valorar a los seres humanos, dadas la riqueza con la que se nace y las diferencias en oportunidades que reciben unos y otros, en el trascurso de la vida. Ella sostenía que, en ese momento, a mediados del siglo XX, se proponía medir “el valor de un hombre por lo que llevaba a cabo. Sus actos y sus obras”.

Sirvan estas letras para resaltar, con humildad, los actos y las obras del profesor Abel, para recordar su legado y empezar a valorar su inmenso aporte a la educación pública y al desarrollo de la profesión docente en Colombia.

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El maestro de maestros, como lo reconocía el Magisterio, fue un demócrata, un convocante de lo variopinto (como lo llamó el exalcalde Luis Eduardo Garzón) y un convencido de la paz y de sus beneficios para el desarrollo social y político del país. Abel como líder sindical o político siempre se opuso a cualquier forma de violencia y a las posiciones políticas extremas. Él, además de maestro de primaria, fue profesor universitario y un académico destacado, escribió y publicó innumerables artículos y diversos libros sobre la educación y otros hechos sociales relacionados con su participación como constituyente en 1991.

Durante diez años, el profesor Abel fue presidente de la Federación Colombiana de Educadores, Fecode. Desde allí impulsó su desarrollo y logró la unificación de las diversas organizaciones de los maestros. Su paso por Fecode dejó huella, no solo por los logros alcanzados en la lucha sindical, vinculados a la estabilidad laboral y a la mejora de los salarios de los docentes oficiales; también, como presidente, promovió la creación del movimiento pedagógico, que permitió, durante más de diez años, una profunda reflexión sobre la labor del docente como un intelectual y un trabajador de la cultura, que tenía que pensar e investigar sobre cómo mejorar su acción educativa con los estudiantes. Abel afirmaba que “el movimiento pedagógico fue la contribución más importante de Fecode a la educación colombiana, pero que nunca tuvo el apoyo del Estado y de la sociedad”. 

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Otro logro del profesor Abel como presidente de Fecode fue el acuerdo con el Gobierno nacional en el año 1979, que permitió la expedición del Decreto Ley 2277, o estatuto docente, en el que, por primera vez, se adoptaron normas sobre ingreso a la carrera docente, las condiciones para ejercer la profesión docente en la educación oficial y una escala de salarios que dependía de la formación y de la experiencia de los maestros.

Otro aporte del profesor Abel a la educación en Colombia fue su labor como constituyente, cuando participó y logró que en la Constitución de 1991 se reconociera la educación como un derecho, cuya garantía y cumplimiento está a cargo del Estado, la sociedad y la familia.

El profesor Abel desempeñó cargos en el Gobierno nacional (1996 a 1998), gerente del primer plan decenal y viceministro de educación en la administración del expresidente Samper; en Bogotá, secretario de educación (2004-2009), en la administración de Lucho Garzón. En dichos cargos siempre buscó cumplir con las reivindicaciones sindicales por las que había luchado y con garantizar para los niños y jóvenes los cuatro componentes que constituyen de manera integral el derecho a la educación, de acuerdo con lo establecido por Katarina Tomasevski: asequibilidad, acceso, aceptabilidad y adaptabilidad.

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En la elaboración del primer plan decenal, Abel logró una movilización nacional en favor de la educación y de las propuestas allí consignadas, a través de la participación de los docentes, padres de familia, empresarios, políticos y académicos, entre otros. También él, en el Gobierno del presidente Samper, contribuyó de manera decisiva, junto con el exministro Jaime Niño y otros actores como Jaime Dussán, en la decisión del Gobierno nacional de incrementar el salario real de los docentes en un 24% (8 puntos adicionales al incremento de los empleados públicos, durante tres años) y en la creación de la prima de vacaciones para los maestros oficiales.

En Bogotá, con el apoyo del alcalde Garzón, el profesor Abel Rodríguez como secretario de educación estableció la gratuidad de la educación en la educación oficial básica y media, acción de política pública que después el presidente Juan Manuel Santos amplió para todo el país; además, se nombraron en propiedad cerca de 9.000 docentes, acabó con las órdenes de prestación de servicios para contratar maestros oficiales en la ciudad y, sobre todo, estos gozaron de un tratamiento digno. También se construyeron 42 colegios nuevos, se reconstruyeron 180 sedes educativas y se ampliaron 50 colegios antiguos, con una inversión de 1,5 billones de pesos del 2004; así mismo, se invirtió en la adecuada dotación de todas las sedes educativas y se avanzó en un programa de alimentación escolar, que incluyó la construcción de más de 70 comedores escolares y la entrega de refrigerios para más de 600.000 estudiantes.

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Bogotá, a través de la secretaria de educación, Edna Bonilla, le hizo un último reconocimiento: lo invitó a integrar la Misión de Educadores y Sabiduría Ciudadana.

El profesor Abel, como prefería que lo llamaran, es un hombre grande en la historia de la educación de Colombia: millones de niños y adolescentes se benefician hoy de sus luchas y miles de maestros le reconocen su esfuerzo para que la profesión docente fuera reconocida por la sociedad y mejor valorada en términos salariales. Además de su interés por la pedagogía y los temas curriculares, el movimiento pedagógico y después la expedición pedagógica fueron acciones lideradas por el maestro de maestros, para mejorar la calidad de la educación pública. Esta es una pequeña parte de su legado.