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¿Y si cambiamos la estrategia?

En un mundo sometido a cambios acelerados, todos los agentes de la sociedad enfrentamos grandes desafíos, pero el principal es que nuestras acciones se traduzcan en crecimiento económico sostenible cuyos beneficios se irriguen al mayor número de personas. Un análisis de Juan Carlos Mora Uribe, presidente de Bancolombia.

3 de diciembre de 2019

En un mundo sometido a cambios acelerados, todos los agentes de la sociedad enfrentamos grandes desafíos, pero el principal es que nuestras acciones se traduzcan en crecimiento económico sostenible cuyos beneficios se irriguen al mayor número de personas.

Un camino para avanzar en esta estrategia es que autoridades, empresarios, academia, ciudadanos y demás actores pasemos de ser jugadores individuales en nuestros respectivos campos a articular nuestro conocimiento con el objetivo de proponer soluciones en beneficio de un propósito superior, que es generar bienestar.

En Colombia, constantemente se advierte sobre la necesidad de grandes reformas estructurales en un sinnúmero de asuntos como la justicia, los impuestos, las pensiones, la salud y el mercado laboral, por mencionar solo algunos. La responsabilidad de tramitar estos cambios suele descargarse únicamente en el estado, cuya capacidad de acción resulta insuficiente en un país que requiere atención urgente en tantos frentes. 

Sumado a esto, muchos de estos ajustes, en la práctica, no logran siquiera ser discutidos, pues los costos económicos y políticos de corto plazo que enfrentan las administraciones pesan más que la urgencia de adoptar las medidas necesarias para garantizar la estabilidad fiscal, la competitividad, el crecimiento económico y el bienestar de las generaciones futuras.

En vez de seguir enfrascados en el cuándo y cómo se darán esas megarreformas, el debate puede abordarse desde el diseño de soluciones más pequeñas y realistas que siembren las condiciones para grandes cambios con efectos a largo plazo. A partir de nuestras visiones y experiencias particulares, todos en algún momento hemos generado ideas que, por más sencillas que parezcan, ayudan a mejorar el entorno y la vida de las personas. 

Entendiendo el potencial de cambio que tienen las pequeñas cosas, la Fundación Felipe González, la Fundación Botín, la Universidad de los Andes y Bancolombia nos aliamos para traer al país el proyecto ‘Palancas: la revolución de las pequeñas cosas’, una iniciativa que busca crear una red de personas de distintos campos con el fin de diseñar propuestas de cambios factibles.

La aplicación del proyecto en España dio como resultado un documento con 37 recomendaciones en aspectos como mejor análisis y aplicación de políticas públicas, disminución de las brechas de género y de salarios, y mayores exigencias de transparencia corporativa.

Incluso, de allí surgió la idea de crear una agencia metropolitana contra la soledad, condición que se ha convertido en uno de los grandes problemas de las sociedades, como consecuencia de las nuevas dinámicas de urbanización y cambio demográfico.

Varios temas concentrarán los esfuerzos de los expertos que participarán de esta iniciativa en Colombia, a partir de los cuales surgirán propuestas que pueden marcar el inicio de cambios mayores. Una de las prioridades es la educación, que en esta estrategia se aborda desde dos frentes. El primero se llama ‘educación para la inclusión’, herramienta fundamental en el propósito de reducir las desigualdades y aumentar la movilidad social. El segundo es ‘educación para la democracia’, que cobra especial importancia en momentos en que la ciudadanía está cada vez más empoderada y exige más de las autoridades y de las empresas.

Otro tema clave es el desarrollo rural. El país tiene una deuda con el campo y debemos ser más activos para mejorar las condiciones de vida, cerrar las brechas, aumentar la inclusión y reducir la pobreza. Hay que crear las oportunidades para que tenga un rol más protagónico en la actividad productiva colombiana.

Las acciones en pro del medio ambiente también deben ser parte de la agenda, de ahí que debe pensarse en cómo acelerar la adopción de estrategias de economía circular, para que se dé un uso más eficiente de los recursos, con producción y consumo responsables, y la huella de carbono sea menor.

No menos importante es el enfoque de ciudades amables. Naciones Unidas estima que en el 2050 alrededor del 70% de la población vivirá en áreas urbanas, lo que exige pensar en acciones que permitan que el crecimiento de las ciudades sea sostenible en todas las dimensiones: acceso a servicios básicos, educación, transporte, trabajo digno, uso eficiente de los recursos y respeto por el medio ambiente. Todo esto debe venir acompañado por calidad de vida y bienestar para los ciudadanos.

Colombia es un terreno fértil para hacer transformaciones. Para lograrlas debemos tomar ventaja de la diversidad de ideas y de visiones, y entender que las pequeñas cosas son el punto de partida para generar los grandes cambios.

En este camino, la hoja de ruta debe estar marcada por la sostenibilidad, pues toda acción tiene impacto en las personas, en las comunidades y en el planeta. Si como país se asume este compromiso, se habrá dado un paso importante para generar mejor crecimiento económico que logre disminuir la pobreza, generar trabajos dignos, reducir las brechas sociales, avanzar en equidad de género y con ello mayor bienestar para las generaciones de hoy y las del futuro.

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