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“Siempre hay un idiota más a la izquierda que uno”

En los últimos meses los partidos políticos declarados en oposición al gobierno Duque han tenido un importante protagonismo en la arena política colombiana, apropiándose de las causas de la protección al acuerdo de paz y haciendo un fuerte control político a la gestión gubernamental. Análisis de Mariana Perea.

30 de julio de 2019

Desde las elecciones del 2018, por primera vez en la historia colombiana, partidos alternativos de centro-izquierda fueron una posibilidad de gobierno y obtuvieron una votación sin precedentes, tanto en las elecciones legislativas (alcanzando 44 escaños en el Congreso) y más de ocho millones de votos en las presidenciales. Ahora, se avecinan los comicios regionales y tal como van las cosas, parece que la oposición se quedará en oposición (por lo menos en muchas de las grandes ciudades del país) pues la capacidad de unión de estos partidos alternativos es frágil para construir una agenda administrativa común ¿Podrán estas nuevas fuerzas electorales superar sus diferencias, para transformarse en una opción para ejercer el poder?

La instauración del Frente Nacional cambió el panorama de los partidos políticos en Colombia. La alternancia del poder y la repartición de la burocracia entre el Partido Liberal y el Conservador, borraron las diferencias ideológicas entre estos partidos tradicionales, e instauraron una especie de democracia gobiernista, caracterizada por una débil oposición al interior de las instituciones políticas. Este tipo de ejercicio del poder perduró aún después de desmontado el Frente Nacional, donde los gobiernos posteriores siguieron bajo ese esquema de administración repartida por acuerdo.

No fue sino hasta la Constitución del 91 donde se abrieron espacios para la participación de nuevas fuerzas políticas para entrar en el juego democrático. Sin embargo, aunque los partidos tradicionales se vieron debilitados y fragmentados, en realidad el poder quedó en manos de los mismos: pues no importa si se llaman Cambio Radical, Partido de la U, Liberal o Conservador, hacen parte de lo que se denomina “el establecimiento” y, en general, representan los mismos intereses. Entonces, la oposición política quedó representada por unos pocos partidos o líderes de izquierda que, aunque fueron muy importantes para el control político, contaban con poca influencia en el grueso de la sociedad colombiana.

Así pues, el momento histórico que más ha transformado el papel de la oposición política en Colombia, fue el acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc. El gobierno Santos se enfrentó, por primera vez, a una fuerte oposición de derecha encabezada por el Centro Democrático, que jugó un rol protagónico para frenar las políticas de paz que impulsaba el Ejecutivo. Mientras tanto, los partidos de izquierda, que habitualmente eran una oposición minoritaria, apoyaron el proyecto de paz negociada y en ese aspecto específico se convirtieron en un apoyo para la administración de Juan Manuel Santos.

En ese sentido, el acuerdo de paz con la Farc posibilitó que la oposición fuera realmente un contrapeso efectivo para el poder gubernamental. Además, la negociación con la guerrilla permitió que los partidos minoritarios de centro-izquierda fueran una alternativa de poder, encabezando la agenda progresista de cambio profundo en Colombia, que los llevó a crecer electoralmente en muchas zonas del país. El acuerdo de paz transformó la sociedad y la política colombiana, ya que diversificó el pensamiento político, dándole un peso relevante a las fuerzas reformistas, que cuantitativamente habían estado débilmente representada en la democracia colombiana.

Son estas nuevas fuerzas políticas, las que hoy en día equilibran la balanza en el gobierno Duque, ya que, en el ejercicio de la oposición política han sido fundamentales para defender temas como la implementación del acuerdo de paz, los derechos ambientales, la lucha contra la corrupción y la protección de la justicia y la separación de poderes. No obstante, estos partidos alternativos de centro-izquierda son muy heterogéneos, tienen diversos liderazgos, y parece que el único tema en que logran tener un consenso es, precisamente, en el de ser oposición.

Aunque, los partidos alternativos han logrado crecer electoralmente en los últimos años, no han conseguido sumar su capital político para ser una opción real de gobierno. Paradójicamente, aunque parecieran “unidos en lo fundamental”, no se han podido poner de acuerdo para establecer una agenda administrativa común. Así, mientras se acercan las elecciones locales, aunque puedan obtener algunas alcaldías, en la competencia por los grandes focos de poder (como lo son las gobernaciones y las alcaldías de las grandes ciudades) ellos mismos se hacen zancadilla entre sí, facilitándole el camino a los partidos mayoritarios, que a la hora del pragmatismo político, no lo piensan dos veces para construir alianzas.  

Este es el caso de la gobernación de Atlántico, donde la candidata Elsa Noguera tiene el apoyo casi que de todos los partidos políticos mayoritarios: Cambio Radical, Conservador, Centro Democrático y el Partido Liberal, le dieron el aval a la exalcadesa de Barranquilla. Lo mismo pasa en la alcaldía de Bogotá, donde parece que Miguel Uribe es “la monedita de oro que le cae bien a todo el mundo” y logró limar las asperezas entre César Gaviria y Álvaro Uribe, para quedarse con una de las joyas de la corona en esta contienda electoral.

Entre tanto, los llamados partidos alternativos se pisan la manguera en ciudades donde podrían obtener victorias importantes: este es el caso de la alcaldía de Cali, donde el movimiento de Sergio Fajardo, Compromiso Ciudadano, decidió irse con Alejandro Éder, mientras que la Aliana Verde está apoyando al candidato Jorge Iván Ospina. Pero tal vez, el ejemplo más diciente de esto es el de la alcaldía de Bogotá, donde los diferentes partidos de oposición no lograron consolidar un proyecto político común. Así, por mesianismo, mezquindad u ortodoxia los partidos de centro-izquierda no se han podido consolidar como una opción real de gobierno. Destinados a la oposición porque, como se decía en los años 60, “siempre hay un idiota más a la izquierda que uno”.

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