Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

¿Por qué el dinero de las mujeres vale menos que el del hombre?

La posición que han asumido algunas de las futbolistas de la selección norteamericana de fútbol femenino, mediante la cual reclaman el derecho a tener salarios similares a los que cobran los miembros de la selección masculina no hace más que poner sobre el tapete una situación que tiene profundas raíces históricas. La verdad es que el dinero de las mujeres tiene y ha tenido históricamente menor valor que el dinero de los hombres. Un análisis de Salomón Raydan.

2 de agosto de 2019

Muchos piensan que el dinero tiene un valor unitario. Sin embargo, nosotros clasificamos el dinero en distintas “categorías emocionales”. En otras palabras, los dineros tienen valores emocionales distintos y esto influye de manera fundamental en la manera en que lo utilizamos. El dinero que se gana en una lotería, por ejemplo, es considerado un dinero distinto al que proviene de un salario y tendemos a utilizarlo de manera diferente.

En este sentido se ha creído que el dinero es fundamentalmente un término económico, pero en realidad el dinero tiene una connotación sociológica y psicológica. 

En muchas sociedades antiguas existieron distintos tipos de dinero que podían ser utilizados por distintas miembros de la sociedad, dependiendo de su estatus económico, o de su rol dentro de la sociedad, o inclusive del sexo que tenía su poseedor.  Así, por ejemplo, el dinero que se utilizaba para pagar la dote o para los gastos funerarios era considerado distinto al dinero que se utilizaba para comprar cereales o animales. 

El dinero de las mujeres siempre se consideró un dinero diferente al del hombre. Esto tiene raíces muy antiguas y en algunas sociedades el dinero que el hombre obtenía de su trabajo, se utilizaba para gastos o inversiones consideradas como de “Mayor jerarquía”, mientras que el dinero que provenía de actividades femeninas, se utilizaba para el consumo diario y en muchas culturas el dinero generado por las mujeres, era considerado como “dinerillo.

La mujer en la edad victoriana prácticamente no tenía acceso a ningún tipo de dinero y el hombre era el responsable de cubrir todos los gastos de la familia. Era responsabilidad masculina no solo dotar, sino también administrar la totalidad del dinero familiar. De esta manera el acceso a cierto dinero por parte de la esposa, se hacía por medio de técnicas de persuasión: pidiendo, rogando, convenciendo o incluso con pequeños robos, por no mencionar el clásico chantaje sexual.

Aun cuando el dinero era hecho con el trabajo directo de la mujer, se consideraba que el dinero era propiedad del esposo. Viviana Zelizer en su interesante trabajo sobre el significado social del dinero, narra, por ejemplo, el caso de un campesino que demandó y ganó un juicio contra su esposa, quien, de manera independiente, había ahorrado dinero con su propio trabajo. El juez al final de cuentas consideró que, pese a que el dinero provenía del trabajo de la mujer, “el dinero familiar pertenecía al marido”.

Esa histórica distinción del dinero femenino y masculino aún se mantiene, especialmente, pero para nada de manera exclusiva, entre las familias de bajos ingresos. Un típico ejemplo lo representan aquellas familias donde las mujeres durante toda su vida trabajan en oficios artesanales o realizan cualquier actividad para poder mantener los gastos familiares y pese a que en términos reales ese dinero muchas veces es mayor al que aporta el hombre con su empleo, la verdad del asunto es que, tanto el trabajo masculino como el dinero proveniente de ese trabajo, son valorizados como más importantes que los de la mujer.

En el caso de mi familia, por ejemplo, mi padre era un empleado gubernamental de nivel medio-bajo y mi mamá trabajaba desde la casa como costurera. Aunque no estoy completamente seguro, intuyo por los salarios gubernamentales de esa época, que mamá aportaba bastante más que mi padre al presupuesto de la familia, sin embargo, siempre se consideró que el trabajo “importante” era el de papá.

El caso del dinero femenino es solamente un ejemplo, un indicador empírico de la complejidad social de la economía que se mantiene oculto bajo la creencia de un simple y racional dinero de mercado. La “emocionalidad del dinero”, tal y como lo demuestran los trabajos del premio nobel de economía Daniel Kahneman, es un tema complejo sobre el cual debemos seguir indagando para entender mejor la manera como manejamos ese recurso.

Más adelante hablaremos del dinero de los hijos y veremos cómo allí también se ocultan complejidades importantes de develar, para poder educar financieramente a nuestra prole.

Noticias Destacadas