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Lo que Yunnus no nos dijo o errar es de nobeles

En 2006 Mohammad Yunus ganó el premio Nobel de la Paz por su propuesta del Banco de los Pobres. Sin embargo, a fines del 2018, el economista reconoció que su trabajo no ha tenido el impacto que siempre esperó.

19 de julio de 2019

En una entrevista al portal Quartz, admitió: "Después de 42 años, nuestro trabajo sigue estando en los márgenes. El microcrédito sigue siendo cosa de las ONGs, un pie de página del sector financiero". Y para cerrar con una polémica, lanzó una propuesta de crear un banco para pobres y uno para ricos.

Conocí al profesor Yunnus hace muchos años en España en una conferencia sobre microcrédito y a la cual me invitó la Fundación Codespa. Después de su charla, tuve la osadía de plantearle que pensaba que el ahorro, y no el crédito, era la necesidad fundamental de las familias más vulnerables. En este sentido lo invitaba para que hiciéramos un esfuerzo por promover el ahorro como elemento clave para reducir pobreza. 

Pero el micro crédito era la “estrella del baile” y ni el profesor, ni las personalidades a su alrededor en ese momento, se atrevieron a cuestionar lo que era la tendencia de moda.
Los que han seguido mi trayectoria en este tema saben que he señalado desde hace mucho tiempo, que “el microcrédito es un error histórico”. Un costoso error, que, llevó a dirigir miles de millones de dólares para su promoción por casi 40 años. 

Ya algunos estudios han señalado que el microcrédito ha tenido poco o ningún efecto sobre la reducción de la pobreza y ahora el propio Yunnus reconoce abiertamente el carácter marginal de su impacto. 

Con el fin de enmendar este histórico entuerto, el premio nobel propone ahora “un sistema financiero para ricos y otro para pobres”. Sin embargo, pienso que el origen del problema sigue siendo el mismo: creer que el crédito es la necesidad financiera fundamental de las familias pobres. 

En ocasiones he tratado de explicar el error diciendo que, cuando el premio nobel le ofreció crédito a la gente de Jobra (el pueblo de Bangladesh donde dio inicio a su programa), le faltó caminar algunas cuadras más para que hubiese encontrado a la gente reunida, utilizando un mecanismo asociativo de ahorro y crédito universalmente común en comunidades vulnerables. Para decirlo simbólicamente, “Yunnus se quedó en el crédito y no caminó hacia el ahorro”.

Estos mecanismos se conocen con muchos nombres: Tandas en México, Susuo en algunos países africanos; Tontinas, también en África y Europa; Pasanakus en Bolivia, Juntas en Paraguay, SAN en el caribe, Mutuelles en Francia, Chit Funds en Asia, etc. En el mundo académico se les conoce como Asociaciones Rotativas de Crédito y Ahorro (Arcas). 

Si hubiésemos invertido solo un poco de lo que se ha invertido en fomentar el microcrédito, en generar mecanismos eficientes de ahorro, seguramente el impacto sobre la pobreza hubiese sido mucho mayor.

Detrás de esta nueva propuesta del premio nobel se reconoce otra lamentable y costosa equivocación: la bancarización como estrategia de inclusión.

En el artículo que citamos, Yunnus dice que "la palabra inclusión es sospechosa", pues ella se refiere a la práctica de incorporar a los pobres en la banca tradicional (bancarizar) y eso ha sido un error, pues no se puede utilizar la banca de los ricos para los pobres.

Confundir bancarizar con inclusión sigue siendo un error muy común, especialmente entre académicos y tecnócratas. Para incluir financieramente a la gente, no es necesario bancarizar.

En nuestro libro “La otra microfinanza” publicado en el año 2011, propusimos Una estrategia distinta y complementaria para masificar los servicios financieros a los más pobres”, no basada en la bancarización, sino en una idea mucho más simple: “mejorar los muy utilizados mecanismos financieros informales”.

Algunos estudios en América Latina muestran que, pese a los años de bancarización y los miles de millones de dólares gastados, muchas más personas utilizan mecanismos asociativos informales para acceder al ahorro y el crédito, que los que usan la banca formal.

No todos los mecanismos informales son “perversos” y explotan a los usuarios. En Latinoamérica, por ejemplo, apenas un 3% de los créditos vienen de los llamados “prestamistas” (gota a gota), mientras que más del 12% de la población, utilizan mecanismos asociativos informales de ahorro y crédito. 

Tal y como lo señalamos en “La otra microfinanza, muchos de estos mecanismos informales asociativos, tienen mal diseño y son de alto riesgo, pero si los mejoramos, pueden constituir una estrategia muy adecuada para la inclusión y la educación financiera.

El esfuerzo por bancarizar ha sido largo y costoso y aunque ha habido avances, este ha sido marginal, tal y como lo reconoce el propio Yunnus.

Formalizar (que no es lo mismo que bancarizar) debe ser una estrategia progresiva, que pasa por reconocer y entender los elementos culturales y emocionales de la población excluida. En ese proceso se deben utilizar distintas estrategias. Una de ellas debe ser mejorar, formalizar y masificar prácticas financieras informales tradicionales que responden, no solo a las necesidades reales de esa población excluida, sino que respetan y valoran esos elementos culturales y emocionales que, de alguna manera, explican por qué son tan masivamente utilizados.

Por Salomón Raydan

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