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EDUARDO LORA

La desigualdad será aún peor

La revolución política violenta es “el gran nivelador” de las desigualdades.

Eduardo Lora, Eduardo Lora
28 de mayo de 2020

Cuando se publique esta columna, el Dane estará informando a los colombianos cuántos millones de empleos se perdieron en abril, debido a la cuarentena. Puesto que ya en marzo, con solo una semana de cuarentena general, aparecían como perdidos 1,6 millones de empleos de asalariados e independientes, es un hecho que las cifras de abril serán pavorosas.

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Por cuenta de la destrucción del empleo, la concentración del ingreso debe haberse disparado. En condiciones normales, esto podría comprobarse con los datos detallados de las encuestas del Dane. Infortunadamente, como no pueden hacerse encuestas presenciales por la cuarentena, no se está recogiendo información de ingresos diferentes a salarios, donde están las mayores desigualdades.

Las ayudas que están dando el Gobierno y ciudades como Bogotá mejorarán algo la situación de las familias de los trabajadores que han perdido ingresos, pero no serán suficientes para contrarrestar la mayor desigualdad. En parte porque son muy modestas: no llegan siquiera al 2% del PIB, mientras que en Perú son 12% del PIB y entre los países del G-20 superan el 8% en promedio.

Pero en parte porque el abultado déficit fiscal, que se debe no solo a las ayudas a los pobres, será una fuente de mayor desigualdad. La razón es muy simple: a todo aumento del déficit fiscal corresponde un mayor superávit privado (a menos que aumente el déficit externo). Eso implica que algunas empresas e individuos tendrán mayores ingresos que gastos, lo cual les permitirá adquirir los títulos de deuda del Gobierno nacional y de las ciudades con los que se financiará el déficit. Es una identidad contable, no una posibilidad hipotética.

En situaciones de crisis, los gobiernos acuden al financiamiento, pues esto es políticamente más fácil que subir los impuestos. Así, al final de esta crisis, como de muchas otras, no solamente será mayor la concentración del ingreso, sino también la concentración de la propiedad, especialmente la financiera.

Pero a menudo la cosa no termina ahí, como lo muestra Walter Scheidel en un libro reciente sobre la historia de la desigualdad (El gran nivelador). “La historia nos enseña dos cosas importantes sobre la nivelación [de los ingresos]. Una es que las intervenciones políticas radicales ocurren en tiempos de crisis. Las conmociones de las guerras mundiales y la Gran Depresión, por no hablar de una variedad de revoluciones comunistas, generaron medidas de política de igualación […] que no habrían sido factibles en circunstancias diferentes”.

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Rara vez aparecen en la historia líderes capaces de llevar a cabo en forma pacífica esas “intervenciones políticas radicales” para corregir las desigualdades. En Estados Unidos, el New Deal, que estableció en medio de la Gran Depresión el sistema de seguridad social financiado con impuestos progresivos, fue posible gracias al liderazgo de Franklin D. Roosevelt. En el Reino Unido, medidas igualmente ambiciosas se adoptaron al terminar la Segunda Guerra Mundial, después de los intentos fallidos de Winston Churchill. Pero, como explica Scheidel, en las pocas ocasiones en que las sociedades consiguen reducir las desigualdades, rara vez lo hacen por medio de reformas estructurales pacíficas. Más usualmente, las revoluciones políticas violentas son el “gran nivelador” de las desigualdades. Pero con más frecuencia aún, las desigualdades siguen sin corregir después de las crisis, ya que estas les abren el espacio a discursos populistas que, aunque prometen reducir las desigualdades, terminan por agravarlas. He ahí un buen tema de reflexión para nuestros dirigentes durante los días de encierro.

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