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Carta desde Londres: Brexit, el problema es Europa

¿Qué es lo que de verdad está en juego en este proceso que se ha complicado más allá de lo esperado? ¿Quién es el responsable real de esta encrucijada histórica para Europa y el Reino Unido? Un análisis de Martín E. Díaz Plata.

21 de agosto de 2019

Los comentarios por fuera del Reino Unido que el proceso de Brexit ha generado se han caracterizado por un exceso de superficialidad que pocos eventos internacionales actuales poseen. Dos ejemplos son las semejanzas cuasi infantiles que se inventan entre Trump y Johnson y colocar el renaciente proteccionista americano, las conquistas de los nacionalistas en Italia, Brexit y hasta Vladimir Putin en la misma frase. 

Para empezar, varias correcciones fácticas: la primera, Brexit no es el producto de una tendencia ni de derecha ni de izquierda, el partido laboralista esta aún más dividido que el conservador cuando de Brexit se trata. 

Segunda, los ciudadanos que apoyaron a Brexit no son una masa de gente con baja educación que fue engañada y no tuvo idea por lo que votó. Una parte sustancial de líderes británicos apoyaron la salida de la Unión Europea (UE) pues ve en ella una oportunidad única para salirse de una proteccionista unión aduanera y alcanzar tratados comerciales de manera mucho más veloz y abierta que lo que ha hecho la UE, donde la región de Valonia en Bélgica (en el caso de Canadá) o los ganaderos irlandeses (en el de Mercosur) pueden bloquear dichos acuerdos. 

Tercera y última corrección: el negociar pensando que sí o sí va a haber un acuerdo sin importar las condiciones es equivalente a acordar vender un bien cualquiera independientemente del precio. Es decir, el “no-deal” es una estrategia de negociación perfectamente válida y la alternativa, el apoyar que va a haber un acuerdo sin importar cuál, le muestra a la contraparte debilidad y servidumbre. 

Los más de 17 millones de ciudadanos que votaron por Brexit provienen de todas las clases sociales y de una gran diversidad de tendencias políticas. Las razones por las cuales el 52% de los votantes británicos, en el mandato con más votación de la historia de este país, se inclinaron por Brexit son complejas y variadas. Sin embargo, lo que está claro es que hay un elemento central que une a los encargados de manejar el proceso de salida del gobierno de Boris Johnson: la desconfianza en la evolución del proyecto de la Unión Europea, en sus burocracias, regulaciones, proteccionismo y, por encima de todo, su ambición de centralizar cada vez más el poder político en Bruselas. 

La UE ha sido un proyecto noble y, hasta la crisis de 2008, relativamente exitoso, que ha reducido sustancialmente las tensiones políticas en el continente y ha cerrado la brecha de riqueza entre sus países miembros. Sin embargo, su progresivo acaparamiento de poder está llegando a su límite. Además de que está en abierto conflicto con siglos de historia de países que han luchado incesantemente por su independencia, es manejado de manera elitista, tecnócrata y autoritaria por funcionarios que en su mayoría no han sido elegidos democráticamente. 

Desde el 23 de junio de 2016, día cero del Brexit, el gobierno británico ha cometido numerosos errores de negociación, preparación y comunicación que han contribuido a que a un par de meses de lo que en principio es la fecha ultimátum, no hay humo blanco. Sin embargo, lo que no se discute con suficiente profundidad es que Europa no ha negociado con la intención de llegar a un buen acuerdo, sino con el objetivo de castigar al Reino Unido para sentar un precedente de lo que les pasaría a otros países que se quieran alejar de su esfera de influencia. No son pocos los analistas que han comparado esta negociación con el Tratado de Versalles de 1919. Gracias a la intransigencia europea, Brexit podría terminar en un tratado de comercio entre Estados Unidos y el Reino Unido más profundo que el existente entre la UE y el Reino Unido lo cual tendría consecuencias nefastas y de largo plazo para el continente europeo. 

La Unión Europea, en su afan por crear una Europa unida y poderosa que tenga relevancia en el mundo actual, ha fracasado en crear o por lo menos permitir mecanismos democráticos para que cada país decida en qué medida y a que velocidad quiera integrarse. Un antiguo comisionado de la UE dijo sobre las negociaciones de Brexit “la UE nos ha dado una lección de cómo no actuar cuando un miembro quiere retirarse”. El problema de Brexit es al final Europa misma, un continente que se precia, con razón, de poseer el mejor balance entre economía de mercado y estabilidad social en el mundo. Y al mismo tiempo, una Europa que rehúsa aceptar que países se alejen de su proyecto político y económico por la voluntad de sus ciudadanos. 

P.S. Después de dos jornadas del Premier League ya comienzan a despuntar las promesas de esta nueva temporada. ¿Candidatos? Mason Mount de Chelsea, Daniel James de Manchester United y James Maddison de Leicester. Acuérdense de estos nombres, los escucharán a menudo en años venideros.

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