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Eduardo Lora

Agrícolas al alza, minerales a la baja

Los países latinoamericanos están más expuestos que nunca a la volatilidad externa.

Dinero
15 de agosto de 2012

En la última gran bonanza de precios de los productos básicos, que tuvo su clímax a mediados de 2008, todo subió antes de derrumbarse. Con el estallido de la crisis financiera internacional se desplomaron por igual los precios de los minerales y de los productos agrícolas. Después de recuperarse durante 2010 y 2011, unos y otros han tomado rutas separadas.

Los precios de los productos agrícolas están nuevamente en la estratosfera: el maíz subió 38% entre mediados de junio y mediados de agosto, alcanzando niveles jamás vistos. La soya aumentó 25% en el mismo periodo, sobrepasando también su máximo histórico de 2008. El trigo y el arroz también han subido, aunque sin superar los picos anteriores.

En contraste, desde comienzos de este año las tendencias de los minerales, el petróleo, el carbón y el gas han sido descendentes y los precios están actualmente bastante lejos de sus picos recientes. Una tonelada de cobre llegó a valer US$10.000 a comienzos de 2011, hoy está cerca de US$7.500. El barril de petróleo (Brent) ha fluctuado recientemente alrededor de los US$100, muy por debajo de su pico de US$146 en julio de 2008.

Mientras la bonanza de 2008 fue el resultado de un auge sin precedentes (y a la postre insostenible) de la economía mundial, las divergencias recientes son la mezcla de factores más diversos.

Las grandes zonas productoras de granos en Estados Unidos están sufriendo la peor sequía de los últimos 50 años. Están en malas condiciones la mitad de los terrenos productores de maíz y un tercio de los de soya. La productividad del maíz será 25% menos de lo que se esperaba hace apenas dos meses. Puesto que las cosechas de Estados Unidos representan 35% de la producción mundial de maíz y soya, los efectos sobre los precios son dramáticos. Aunque los futuros apuntan a la baja, podría haber nuevos aumentos si se agudizan las pérdidas. Más adelante podrían encarecerse el trigo y el arroz, pues la demanda se desviará hacia estos productos. Como ocurrió en 2008, Rusia u otros grandes productores de granos podrían imponer restricciones a las exportaciones, lo que dispararía aún más los precios internacionales.

Los problemas de oferta de los productos agrícolas no son pasajeros. La volatilidad seguirá siendo muy alta porque el cambio climático está alterando en forma errática los regímenes de lluvias y temperaturas en grandes regiones del mundo. Esta vez Estados Unidos ha sido el más golpeado.

Pero la India también ha sido afectada por la llegada tardía y tímida de los monzones y Argentina por sequías en las zonas productoras de soya. Y en el futuro los más afectados podrían ser Brasil, Rusia o Tailandia, grandes proveedores de soya, trigo y arroz.

En cambio, la producción de metales y de fuentes de energía convencional (petróleo, gas y carbón) está empezando a ver el efecto de los esfuerzos de exploración y extracción que se desplegaron en respuesta a los buenos precios de los últimos años. Más importante en el corto plazo, la demanda mundial de energía se ha estancado por el lento crecimiento de las economías desarrolladas, mientras la demanda mundial de metales, mineral de hierro y carbón está en descenso debido al enfriamiento de la inversión en China. El dragón engulle la mitad de la producción mundial de las materias primas que demanda la producción de acero y dos quintas partes de la oferta mundial de cobre y aluminio.

Aunque China siga creciendo a tasas envidiables, gradualmente se saciará este apetito que se deriva de sus grandes proyectos de infraestructura y del auge de la inversión en vivienda. Según un estudio del BID, los precios del cobre tenderán a la baja en 2013, con caídas hasta de 48% con respecto a 2011 si hay una reducción sustancial de la inversión en China1.

Estas tendencias divergentes tendrán repercusiones en toda América Latina. Hace poco podía hablarse de una región dividida en dos velocidades: los países del Norte estaban frenados por su dependencia de Estados Unidos y su escasez de recursos naturales, mientras los del Sur estaban impulsados por los buenos precios de los productos básicos. Ahora hay más matices: los buenos precios agrícolas le convienen a los países del Cono Sur pero perjudican a México y los centroamericanos y caribeños; los menores precios de los minerales y las fuentes de energía son una buena noticia para Centroamérica y el Caribe, pero un golpe para México y los países andinos. Y a pesar de que Estados Unidos está creciendo a una tasa de solo 1,5%, ahora es mejor depender de ese mercado, como es el caso de los países al norte del ecuador, que estar en vilo por el futuro incierto de la zona del euro.

Pero hay algo que comparten todos los países latinoamericanos, y es el estar ahora más expuestos que nunca a tanta volatilidad externa por canales tan variados.

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