Home

Empresas

Artículo

Jorge Humberto Botero, ex ministro de Comercio Exterior, durante la negociación del TLC de Estados Unidos y Colombia | Foto: ALEJANDRO ACOSTA - REVISTA DINERO

Exclusivo

Unas de cal y otras de arena

No ha culminado todavía el proceso de poner en marcha el TLC con los Estados Unidos. Falta la denominada "implementación". La opinión de Jorge Humberto Botero, ex ministro de Comercio Exterior, durante la negociación del acuerdo bilateral.

17 de octubre de 2011

Parece tarea simple, de naturaleza puramente formal: establecer que cada una de las partes ha cumplido los compromisos asumidos frente a la otra que deben ser satisfechos antes de que el Tratado entre en vigor. En la práctica tanto ellos como nosotros, dentro de los linderos que el texto permite, vamos a tratar de reducir costos y a maximizar beneficios.  Sin embargo, es oportuno consolidar las lecciones aprendidas durante la negociación.  

En el momento en que se lanzó el proyecto, Colombia tenia una experiencia limitada. Las negociaciones en la CAN, que es un esquema de liberación de los flujos comerciales de poca profundidad, y de protección del mercado comunitario, de poco servían; y las del "Grupo de los Tres", celebrado con Venezuela y México, habían ocurrido muchos años atrás. De modo que la única experiencia cercana relevante era la negociación, que finalmente fracasó, del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, ALCA.

Para afrontar un reto tan complejo como este de negociar con los Estados Unidos, se designó a Hernando José Goméz como jefe negociador. Era la persona indicada por su meritoria carrera pública en distintas posiciones, entre ellas la de embajador ante la OMC. Así mismo, se escogieron los integrantes del equipo negociador, procurando que, en todos los casos, se tratara de personas expertas en las disciplinas relevantes. Creo que estas fueron decisiones acertadas.

Durante los primeros meses del 2004 este grupo de funcionarios, integrado por algo así como ochenta personas, se dedicó a prepararse para la negociación. Como parte de ese ejercicio, se definió la matriz de objetivos e intereses nacionales cuya satisfacción se procuraría plasmar en el tratado. La claridad que se logró al final de arduas semanas de trabajo nos ayudo a movernos con firmeza y, simultáneamente, flexibilidad en las discusiones.

Nos pareció que era idea interesante, al abordar las negociaciones, presentar nuestra propia versión del proyecto de tratado en aquellas materias que eran de especial relevancia para Colombia. Esta estrategia implicaba romper la tradición de negociar con base en la propuesta de los Estados Unidos. Tal forma de actuar infortunadamente se tradujo en que la negociación no avanzara durante las primeras rondas. Fue, pues, necesario cambiar de metodología: manteniendo los intereses ofensivos y defensivos de Colombia, tratar de albergarlos dentro del formato de la contraparte.

Para organizar la interlocución con el sector privado, muchos nos aconsejaron que, como había sucedido en Mexico para la negociación del NAFTA, el Presidente de la República  designara a un empresario de su confianza como de vocero del sector privado. Optamos por darle ese papel al Consejo Gremial Nacional. Liderado por Luis Carlos Villegas, Presidente de la ANDI, y Rafael Mejia, Presidente de la SAC, el Consejo jugó un papel fundamental en la elaboración de los intereses comunes de los empresarios y la solución de sus diferencias.

Al dar comienzo al proceso decidimos proponerle al Procurador General que celebráramos un convenio para darle un grado de excepcional transparencia a la negociación. La idea era novedosa pues, de todos modos, el Procurador General goza de facultades propias para vigilar las actuaciones de los servidores públicos. No fue fácil lograr que los funcionarios de esa entidad entendieran lo que hacíamos pero el resultado fue positivo. Al final del proceso pudimos publicar, con el beneplácito del Procurador, el "Libro Blanco de la Negociación". Allí quedaron consignadas las razones de todo lo que hicimos en defensa de las conveniencias nacionales.

La negociación del TLC fue lenta, tanto porque Colombia era -es todavía- una economía muy cerrada, en la que el proteccionismo goza de múltiples y poderosos defensores, como por la necesidad de conceder amplios espacios de interlocución al Congreso, las regiones y los grupos étnicos. Fue difícil pero los resultados que buscábamos se dieron, como lo demuestra la celeridad con que el  Congreso y la Corte Constitucional aprobaron el Tratado.

No fue posible, de otro lado, que desde el comienzo de la negociación los diferentes estratos del Gobierno, especialmente los que velan por la agricultura y la salud, entendieran que el acuerdo con los Estados Unidos era un objetivo del Presidente y no un embeleco del Ministerio de Comercio. Las tensiones internas nos hicieron perder algo así como un año durante el cual dimos vueltas en redondo sin lograr avance alguno.

Ambos factores incidieron en que Perú culminara la negociación con meses de anticipación a nosotros. Su tratado con los Estados Unidos entró en vigencia en  febrero de 2009. El nuestro comenzara a regir en algún momento del 2012.

No hay obra humana perfecta. No obstante, tengo la convicción de que el TLC con los Estados Unidos le va a servir a Colombia.